Viernes, 29 de marzo de 2024

Religión en Libertad

Tenemos que correr para llevar la buena noticia de la cercanía de Dios, exhorta el Papa Francisco

ReL / Zenit

Presentan un bebé a Francisco para que lo bendiga en la audiencia del miércoles
Presentan un bebé a Francisco para que lo bendiga en la audiencia del miércoles
Esta semana, durante la habitual audiencia pública de los miércoles, el Papa Francisco ha seguido desarrollando la serie de catequesis que inició la semana pasada centrada en el tema de la esperanza cristiana. Predicó en el Aula Pablo VI, ante miles de fieles, que trataban de tocarle y saludarle a su paso por los pasillos, pidiéndole muchos una bendición. 

Los lectores en los diferentes idiomas transmitieron al Papa las felicitaciones de cumpleaños de los peregrinos: el Pontífice cumple este sábado 80 años. Los fieles le cantaron “cumpleaños feliz” y el Papa respondió bromeando, explicando con risas que en Argentina felicitar antes del día “da mala suerte”. 

Anunciar a Dios con urgencia
En el resumen de la catequesis que el Papa hace en español, ha indicado que “con las palabras de Isaías nos preparamos a celebrar la fiesta de la Navidad”. El Profeta –ha explicado Francisco– nos ayuda a abrirnos a la esperanza y a acoger la Buena noticia de la Salvación con un canto de alegriía, porque el Señor está ya cerca.

Por eso, el Pontífice ha recordado que “la presencia de Dios en medio de su pueblo”, entre los pequeños, en las realidades adversas o cuando llega la tentación de pensar que nada tiene sentido, “se convierte en portadora de libertad y de paz”. Por eso “son hermosos los pies de aquel que corre a anunciar esto a sus hermanos”, pues “ha comprendido la urgencia de este anuncio para un mundo que necesita a Dios”, ha asegurado el Papa.

Del mismo modo, tal y como ha explicado, nosotros estamos llamados, ante el misterio del Ninño Dios en Belén, “a darnos cuenta de esta urgencia y a colaborar a la venida del Reino de Dios, que es luz y que debe llegar a todos”. Como el mensajero sobre los montes, también “nosotros tenemos que correr para llevar la buena noticia de la cercanía de Dios a una humanidad” que no puede esperar, y que tiene “sed de justicia, de verdad y de paz”.

A los peregrinos de lengua española les ha invitado a “preparar el corazón, para acoger toda la pequeñez, toda la maravilla, toda la sorpresa de un Dios que abandona su grandeza, y se hace pobre y débil para estar cerca de cada uno de nosotros”.  

El Pontífice ha dirigido unas palabras a los jóvenes, los enfermos y los recién casados. Hoy –ha recordado– la liturgia hace memoria de san Juan de la Cruz, pastor celante y místico doctor de la Iglesia. Por eso, ha invitado a los jóvenes a meditar “la grandeza del amor de Jesús que nace y muere por nosotros”. Mientras que a los enfermos les ha exhortado a aceptar con mansedumbre su cruz  “en unión con Cristo por la conversión de los pecadores”. Para concluir, a los recién casados les ha pedido que den espacio a la oración sobre todo en este tiempo de Adviento, “para que vuestra vida conyugal se convierte en camino de perfección cristiana”.  



Catequesis completa del Papa de este miércoles 14 de diciembre de 2016
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Nos estamos acercando a la Navidad, y el profeta Isaías una vez más nos ayuda a abrirnos a la esperanza acogiendo la Buena Noticia de la venida de la salvación. El capítulo 52 de Isaías empieza con la invitación dirigida a Jerusalén para que se despierte, se sacuda el polvo y las cadenas y se ponga los vestidos más bonitos, porque el Señor ha venido a liberar a su pueblo (vv. 1-3). Y añade: «Por eso mi Pueblo conocerá mi Nombre en ese día, porque yo soy aquel que dice: «¡Aquí estoy!» (v. 6).

A este “aquí estoy” dicho por Dios, que resume toda su voluntad de salvación, responde el canto de alegría de Jerusalén, según la invitación del profeta. Es el final del exilio de Babilonia, es la posibilidad para Israel de encontrar a Dios y, en la fe, de encontrarse a sí mismo. El Señor se hace cercano, y el “pequeño resto”, que en exilio ha resistido en la fe, que ha atravesado la crisis y ha continuado creyendo y esperando también en medio de la oscuridad, ese “pequeño resto” podrá ver las maravillas de Dios.

A este punto el profeta introduce un canto de júbilo. «Qué hermosos son sobre las montañas los pasos del que trae la buena noticia, del que proclama la paz, del que anuncia la felicidad, del que proclama la salvación, y dice a Sión: «¡Tu Dios reina!». […] Prorrumpan en gritos de alegría, ruinas de Jerusalén, porque el Señor consuela a su Pueblo, él redime a Jerusalén! El Señor desnuda su santo brazo a la vista de todas las naciones, verán la salvación de nuestro Dios» (Is 52,7.910).

Estas palabras de Isaías, sobre las que queremos detenernos, harán referencia al milagro de la paz, y lo hacen de una forma muy particular, poniendo la mirada no solo en el mensajero sino sobre los pies que corren veloces: «Qué hermosos son sobre las montañas los pasos del que trae la buena noticia...».

Parece el esposo del Cantar de los Cantares que corre hacia la amada: «Ahí viene, saltando por las montañas, brincando por las colinas.» (Ct 2,8). Así también el mensajero de paz corre, llevando el feliz anuncio de liberación, de salvación, y proclamando que Dios reina.

Dios no ha abandonado a su pueblo y no se ha dejado derrotar por el mal, porque Él es fiel, y su gracia es más grande que el pecado. Esto tenemos que aprenderlo ¿eh? ¡Porque somos cabezotas! Y no aprendemos esto. Pero os haré una pregunta: ¿quién es más grande, Dios o el pecado? ¿Quién?

[Responden: “Dios”].

¡Ah, no estáis convencidos eh! ¡No oigo bien!

[Responden: “Dios”].

 ¿Y quién vence al final? ¿Dios o el pecado?

[Responden: “Dios”].

¿Y Dios es capaz de vencer al pecado más grande? ¿También el pecado más vergonzoso? También el pecado que es terrible, el peor de los pecados, ¿es capaz de vencerlo?

[Responden: “Sí”].

Y esta pregunta no es fácil, vemos si entre vosotros hay una teóloga o un teólogo para responder: ¿con qué arma vence Dios al pecado?

[Responden: “El amor”]

- ¡Oh, muy buenos! ¡Muchos teólogos! ¡Buenos! Esto  – que Dios vence al pecado- quiere decir que “Dios reina”; son estas las palabras de la fe en un Señor cuyo poder se inclina sobre la humanidad para ofrecer misericordia y liberar al hombre de lo que desfigura en él la bella imagen de Dios. Y el cumplimiento de tanto amor será precisamente el Reino instaurado por Jesús, ese Reino de perdón y de paz que nosotros celebramos con la Navidad y que se realiza definitivamente en la Pascua.

Y la alegría más bonita de la Navidad es esa alegría interior de paz: el Señor ha cancelado mis pecados, el Señor me ha perdonado, el Señor ha tenido misericordia de mí, ha venido a salvarme. Esa es la alegría de la Navidad.

Son estos, hermanos y hermanas, los motivos de nuestra esperanza. Cuando parece que todo a terminado, cuando, frente a tantas realidades negativas, la fe se hace cansada y viene la tentación de decir que nada tiene sentido, aquí está sin embargo la buena noticia traída de esos pies rápidos: Dios está viniendo a realizar algo nuevo, a instaurar un reino de paz; Dios ha “descubierto su brazo” y viene a traer libertad y consolación. El mal no triunfará para siempre, hay un fin al dolor. La desesperación es vencida.

Y también a nosotros se nos pide despertar, como Jerusalén, según la invitación que dirige el profeta; somos llamados a convertirnos en hombres y mujeres de esperanza, colaborando con la venida de este Reino hecho de luz y destinado a todos.

Pero qué feo es cuando encontramos un cristiano que ha perdido la esperanza: “Pero yo no espero nada, todo ha terminado para mí”, un cristiano que no es capaz de mirar horizontes de esperanza y delante de su corazón solamente un muro. ¡Pero Dios destruye estos muros con el perdón! Y por eso, nuestra oración, porque Dios nos da cada día la esperanza y la da a todos, esa esperanza que nace cuando vemos a Dios en el pesebre en Belén.

El mensaje de la Buena Noticia que se nos ha confiado es urgente, también nosotros tenemos que correr como el mensajero en las montañas, porque el mundo no puede esperar, la humanidad tiene hambre y sed de justicia, de verdad, de paz.

Y viendo el pequeño Niño de Belén, los pequeños del mundo sabrán que la promesa se ha cumplido; el mensaje se ha realizado. En un niño recién nacido, necesitado de todo, envuelto en pañales y acostado en un pesebre, está encerrado todo el poder del Dios que salva. Es necesario abrir el corazón a tanta pequeñez y a tanta maravilla. Es la maravilla de la Navidad, a la que nos estamos preparando, con esperanza, en este tiempo de Adviento. Es la sorpresa de un Dios niño, de un Dios pobre, de un Dios débil, de un Dios que abandona su grandeza para hacerse cercano a cada uno de nosotros.
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