Viernes, 29 de marzo de 2024

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Carta de un cura (19): No al clericalismo

Carta de un cura (19): No al clericalismo

por Un alma para el mundo

 Carta de un cura (19): No al clericalismo

                Me llamó la atención esta carta que voy a comentar porque trata de un tema de interés en una Iglesia cada vez más “poblada” de laicos “comprometidos”.  Bueno, poblada siempre ha estado, por eso lo pongo entre comillas. Y laicos comprometidos nunca han faltado, pero el fenómeno actual es que muchos laicos católicos, y no poco clérigos, confunde la misión apostólica que se ha de ejercer en el mundo, con la actividad “intra ecclesia”, de puertas adentro, ejerciendo tareas como si fueran unos “clérigos menores”, o unos sacristanes. Nuestro cura dice en la carta que leyendo un libro sobre la evangelización del mundo, y observando ciertas posturas poco laicales, sintió una preocupación: “parece como si los seglares quisieran invadir el terreno de los sacerdotes, y algunos sacerdotes trataran de asumir tareas más propias de los laicos”. Por entonces se hablaba mucho de los curas obreros, de la desacralización de algunas tareas de la Iglesia, del tedio por aparecer los sacerdotes como gente alejada del pueblo. Y al mismo tiempo el pueblo, cierto pueblo, iba tomando posiciones en tareas de mando, y en prácticas litúrgicas reservadas a los clérigos, o a personas debidamente preparadas para ellos. Para muchos su mayor aspiración era dar la Comunión, o dirigir el Consejo Parroquial, el programar incluso, y a veces imponer, las tareas que debía hacer, o no, el sacerdote. Y nuestro cura critica esta actitud como muy poco acorde con el Evangelio, ya que se confunden los papeles.

                Una cosa es la disponibilidad para atender las gtareas que sean necesarias, y acordes con la condición de laicos, y otra es invadir el terreno del cura. En este sentido me han gustado las palabras del Papa Francisco que facilito al lector:

El Papa envió una carta al Presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, el Cardenal Marc Ouellet, en el que habla de la misión de los laicos en la vida pública y recuerda que es una de las mayores riquezas del Concilio Vaticano II.

           Resultado de imagen de laicos catolicos

Con motivo de la reciente Asamblea Plenaria que celebró dicha Comisión sobre la misión de los fieles en la vida pública de latinoamérica, Francisco cuenta cómo se reunió con ellos e intercambiaron algunas reflexiones. Sobre esto mismo pide que “el espíritu de discernimiento y reflexión ‘no caiga en saco roto’; nos ayude y siga estimulando a servir mejor al Santo Pueblo fiel de Dios” y alerta de los peligros del clericalismo.

El Pontífice señala que los obispos “como pastores estamos continuamente invitados a mirar” al Santo Pueblo fiel de Dios (los laicos) para “proteger, acompañar, sostener y servir”. 

Un padre no se entiende a sí mismo sin sus hijos. Puede ser un muy buen trabajador, profesional, esposo, amigo pero lo que lo hace padre tiene rostro: son sus hijos. Lo mismo sucede con nosotros, somos pastores. Un pastor no se concibe sin un rebaño al que está llamado a servir”. 

El Pontífice también explica en el mensaje que “al pueblo se lo sirve desde dentro”. “Muchas veces se va adelante marcando el camino, otras detrás para que ninguno quede rezagado, y no pocas veces se está en el medio para sentir bien el palpitar de la gente”.

Uno de los consejos es que los obispos miren “continuamente al Pueblo de Dios” porque “nos salva de ciertos nominalismos declaracionistas (slogans) que son bellas frases pero no logran sostener la vida de nuestras comunidades”. 

Por ejemplo, recuerdo ahora la famosa expresión: "es la hora de los laicos" pero pareciera que el reloj se ha parado”, añadió a continuación.

A su vez, recuerda que “todos ingresamos a la Iglesia como laicos” puesto que “el primer sacramento, el que sella para siempre nuestra identidad y del que tendríamos que estar siempre orgullosos es el del bautismo”.

Francisco destaca que el Bautismo “nos hace bien recordar que la Iglesia no es una élite de los sacerdotes, de los consagrados, de los obispos, sino que todos formamos el Santo Pueblo fiel de Dios”. 

Olvidarnos de esto acarrea varios riesgos y deformaciones tanto en nuestra propia vivencia personal como comunitaria del ministerio que la Iglesia nos ha confiado. Somos, como bien lo señala el Concilio Vaticano II, el Pueblo de Dios, cuya identidad es la dignidad y la libertad de los hijos de Dios, en cuyos corazones habita el Espíritu Santo como en un templo. El Santo Pueblo fiel de Dios está ungido con la gracia del Espíritu Santo, por tanto, a la hora de reflexionar, pensar, evaluar, discernir, debemos estar muy atentos a esta unción”.

Clericalismo

En el mensaje el Papa argentino pide poner atención al clericalismo, “fruto de una mala vivencia de la eclesiología planteada por el Vaticano II”. 

Esta actitud no sólo anula la personalidad de los cristianos, sino que tiene una tendencia a disminuir y desvalorizar la gracia bautismal que el Espíritu Santo puso en el corazón de nuestra gente. El clericalismo lleva a la funcionalización del laicado; tratándolo como ‘mandaderos’, coarta las distintas iniciativas, esfuerzos y hasta me animo a decir, osadías necesarias para poder llevar la Buena Nueva del Evangelio a todos los ámbitos del quehacer social y especialmente político”. 

Además, “el clericalismo lejos de impulsar los distintos aportes, propuestas, poco a poco va apagando el fuego profético que la Iglesia toda está llamada a testimoniar en el corazón de sus pueblos. El clericalismo se olvida de que la visibilidad y la sacramentalidad de la Iglesia pertenece a todo el Pueblo de Dios (cfr. LG 914) Y no solo a unos pocos elegidos e iluminados”.

Pastoral popular y laicos en la vida pública

Otro de los puntos que el Pontífice trata en el mensaje es el de la pastoral popular. “Ha sido de los pocos espacios donde el pueblo (incluyendo a sus pastores) y el Espíritu Santo se han podido encontrar sin el clericalismo que busca controlar y frenar la unción de Dios sobre los suyos”.

El Papa pide confiar “en nuestro Pueblo, en su memoria y en su ‘olfato’, confiemos que el Espíritu Santo actúa en y con ellos, y que este Espíritu no es solo ‘propiedad’ de la jerarquía eclesial”. 

Respecto a la misión de los laicos en la vida pública, el Santo Padre destaca que en muchas ciudades se descarta a las personas y donde no hay esperanza. Pero los laicos en la vida pública pueden “buscar la manera de poder alentar, acompañar y estimular todo los intentos, esfuerzos que ya hoy se hacen por mantener viva la esperanza y la fe en un mundo lleno de contradicciones especialmente para los más pobres, especialmente con los más pobres. Significa como pastores comprometernos en medio de nuestro pueblo y, con nuestro pueblo sostener la fe y su esperanza”.

                Considero que queda claro que el laico por vocación tiene una misión en la Iglesia, que ha de vivir con su propio estilo, nunca por imitación o suplantación de los clérigos.

Juan García Inza

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