Miércoles, 24 de abril de 2024

Religión en Libertad

LIBROS PARA LA HISTORIA EN LIBERTAD

El Antiguo Régimen y la Revolución Francesa


Caricatura de la sociedad estamental previa a los procesos revolucionarios
 
Cada vez que don Federico Suárez se refería a la Revolución Francesa, aconsejaba –para que fuésemos conscientes de la tarea de demolición que perpetraron los revolucionarios-, que se leyese L`Ancien Régime [Paris, A. Fayard, 1926, 574 págs], de Frantz Funck-Brentano (18621947), libro sobre dicha temática a nuestro juicio no superado, y que ninguna editorial ha considerado a bien reeditarlo desde su impresión en España [Barcelona, Destino, 1953, 370 págs]. Complementario a este libro es también el escrito por Frantz Funck-Brentano, La société sous l`ancien régime, Paris, Ernest Flammarion, éditeur, 1934.

L`Ancien Régime

Funck-Brentano refuta los infundios vertidos por los revolucionarios franceses, y gran parte de la historiografía actual, copistas de los primeros, mostrando, por un lado la situación socio-política y económica de antes de la revolución. La Revolución no sólo trajo el caos, sino la desvertebración familiar –“la Revolución destruyó la antigua familia francesa” (pág. 352)-, religiosa, social, económica y política, disolviendo el núcleo natural de seguridad y convivencia de la persona, que es la familia, y entregando al ciudadano a las ideologías y al capitalismo. La obra, aunque centrada en la realidad francesa de la época, es paradigmática del modo de pensar y vivir del hombre del Antiguo Régimen, pudiendo en líneas generales extrapolarse esa cosmovisión que presenta a toda Europa.
 
El libro aparece divido en 12 capítulos. Cap. I – Feudalismo y Tradición. Cap. II – La familia. Cap. III – El señorío. Cap. IV – El rey. Cap. V – La corte. Cap. VI – Las «Lettres de cachet». Cap. VII – Los magistrados. Cap. VIII – El pueblo. Cap. IX – La ciudad. Cap. X – La opinión pública. Cap. XI – Franquicias y libertades. Cap. XII – Reinado de Luis XVI.

Funck-Brentano (18621947)
 
Se llama Antiguo Régimen al régimen social y político (fines siglo XVI-fines siglo XVIII) que la Revolución Francesa destruyó. Se considera el reinado de Luis XV, en Francia, como el prototipo del Estado del Antiguo Régimen (A.R.); A.R. que ha nacido de la sociedad feudal y que podemos considerar grosso modo como la última pervivencia de una Cristiandad en Europa. La familia constituía el pilar de la nación. La vida social se estrecha en torno al hogar, un hogar cristiano con fuertes sentimientos de solidaridad, y donde el ejercicio de la virtud, a la manera de los antepasados, era una exigencia diaria. El “pater familias” debía, cuestión de honor, mantener la costumbre de sus antepasados: la Tradición. El elemento familiar -feudal y local- y el poderoso sentimiento tradicional son elementos esenciales de la vida social de la nación. El Estado se concibe como una reunión de familias.
 
El padre, jefe de la familia, mantiene su autoridad no sólo sobre su mujer e hijos, sino también sobre sus hermanos menores, que van a fundar nuevas familias. Conserva la tradición de las creencias y de las ideas, de las costumbres y del oficio, patrimonio legado por sus antepasados y que él lega a los descendientes. Frantz Funck-Brentano, El Antiguo Régimen, Barcelona, Destino, 1955, págs. 23-24.
 
Las familias eran fuertes, sanas y podían resistir la tormenta de las “nuevas novedades” que acabarán eclosionando en la Revolución Francesa, obra fundamental de las logias masónicas. La familia prevalece sobre el individuo. Los hijos tenían la certeza, promesa bíblica, que Dios bendice a los hijos que se doblegan a los derechos de su padre. Por ello, la autoritas y potestas paterna no se sometía a discusión. El cáncer de la democracia liberal no había corroído la familia. La familia, además, estaba unida a un patrimonio. La tierra familiar debía conservarse intacta. Era censurable no sólo que se vendiese, sino también que se permutase. Los matrimonios se verificaban con frecuencia entre jóvenes que pertenecían a familias de una misma comunidad. Las costumbres ancestrales mantenedoras de una sociedad justa prevalecían. La solidez familiar formaba un bloque granítico donde la persona crecía en piedad, en sabiduría y en respeto de las tradiciones.
 
         El honor, la fortuna y la integridad del patrimonio pertenecen a toda la casa como bienes   indivisos que cada uno debe contribuir a conservar y defender, pues cada cual está personalmente interesado en ello… La situación moral y material de una familia se hacía progresivamente, de generación en generación, con las virtudes, los esfuerzos y    los sacrificios de todos (págs. 62-63).
 
El honor constituía el fundamento familiar. El sentimiento del honor estaba plantado en los corazones como un faro que alumbraba los más pequeños actos y pensamientos, y los poderes públicos tomaban con gran interés el honor y la integridad moral de las familias.
 
A la conservación y transmisión del patrimonio familiar, se unían estrechamente la conservación y transmisión del oficio paterno, incluso en profesiones liberales. Las artes industriales, al conservar la tradición familiar, en la práctica del oficio, obtuvieron grandes ventajas. Se aseguraba así, en beneficio de todos, la mejor transmisión de conocimientos, habilidades, saberes y quehaceres, todo ello imbuido del sentimiento de respeto, cercano a la devoción, por la obra paterna.
 
Los vasallos y los señores estaban unidos con estrechos vínculos de mutua dependencia y respeto. Si muere un vasallo, el señor protege a la viuda y cuida de los huérfanos, quienes encuentran en él un tutor. La nobleza campesina se encontraba ligada a la tierra como las viviendas mismas que ha edificado en ella, aseguraba la defensa del país, y tomaba a pecho la protección de sus vasallos manteniendo la paz. La industria y el comercio estaban prohibidos a la nobleza francesa, pues el carácter tradicional del A.R. perpetuaba en la familia las tradiciones y costumbres de la casa.


Fray Martín de Vizcaya, de Francisco de Zurbarán (1639)
 
El rey, considerado Jefe de las familias, figura eclesiástica, y justiciero, era consciente que su poder emanaba de Nuestro Señor Jesucristo y que debía adecuar su vida, actos y disposiciones a este Reinado Social de Jesucristo. Los Parlamentos, además de administrar justicia, se ocupaban de asuntos religiosos, por el carácter eclesiástico del rey, haciéndose defensores de la ortodoxia. Propiamente el Parlamento ocupaba el lugar del rey llegando a ocuparse de cuanto constituía la vida de los franceses. Los Tribunales estaban autorizados para dictar normas de administración y de policía.
 
Los campesinos eran dueños de casi todo su finage, cultivaban sus tierras y cuidaban sus animales. Además de las propiedades particulares cada aldea poseía bienes comunales que pertenecían a todos. La instrucción primaria ya bajo el reinado de Luis XVI estaba generalizada en la mayor parte de las parroquias. “A fines del Antiguo Régimen se puede afirmar que sabían leer dos tercios de los hombres y un tercio de las mujeres” (pág. 265).

Revisión crítica sobre la Revolución Francesa.
Con posterioridad a esta sobresaliente obra de Funck-Brentano, y ciñéndonos a la Revolución Francesa, alejándonos de las propagandistas, bucólicas y sectarias visiones jacobinas republicanas y también marxistas de lo qué fue la Revolución, uno de los mitos que sustenta hoy día la ideología liberal, un análisis sumamente ponderado es el libro La Révolution Française [Paris, Impr. Michels fils – Arthème Fayard et Cie, áditeurs, 1928, 448 págs., Édition revue et augmentée, Paris, A. Fayard (impr. de G. Lang), 1947, Nouvelle éd. Revue, suvui de l`indication des sources, de la bibliographie et de l`état de la recherche / établis avec la collaboration de Jean Tulard, Paris, Fayard, 1975, 474 págs.], escrito por Pierre Gaxotte, autor francés (18951982), miembro de Action Française, y editado por primera vez en España en 1938 [Madrid, Cultura Española, 1938, Madrid, Doncel, 1975, 393 págs, La Revolución Francesa ¿Libertad o masacre ? La verdad sin leyendas, Barcelona, Áltera, 2008]. El libro verifica el exterminio masivo llevado a cabo por los “libertadores” revolucionarios, muestra la desaparición de la visión comunitaria de la sociedad, dando paso al individualismo propio de la ideología liberal, y aporta también datos de la Francia del reinado de Luis XVI y de tres décadas después, referencias que constatan el aumento de la pobreza y del hambre. Más recientemente, el libro de François Furet, Penser la Rèvolution Française [Paris, Gallimard, 1978, Nouvelle éd. revue et corrigée, Paris, Gallimard, 1983, 259 págs., Paris, Gallimard, 1985, 315 págs.], conjuntamente con los libros de François Furet (19271997) y Denis Richet (19271989), La Rèvolution Française [Paris, Fayard, 1989, 544 págs, Paris, le Grand livre du mois, 2000, 544 págs.], profundo y riguroso estudio histórico, François Furet (dir.), L`Héritage de la Révolution française, Paris, Hachette, 1989, y François Furet y Mona Ozouf, Dictionnaire critique de la Révolution française [Paris, Flammarion, 1988, 1122 págs.], acaban de desmontar las patrañas revolucionarias mostrando la cruel realidad de los hechos, desnudos de interpretaciones apasionadas y holísticas. La magnífica obra colectiva, Le Livre Noir de la Révolution Française [Sous la direction de Renaud Escande, Paris, les Éd. du Cerf (61-Lonrai, Roto impr.), 882 págs.], no traducida del francés, es la última contribución crítica que ha aportado la historiografía francesa.

La toma de la Bastilla: uno de los muchos mitos sobre los que se ha construido la historiografía de la Revolución Francesa

Fuera l´Hexagone, las primeras visiones críticas más difundidas: Edmund Burke, Reflections on the revolution in France, The fifth Edition, London, J. Dodsley, 1790 [ 1ª edición del mismo año] [Stanford (Calif.), Stanford University Press, 2001]; Comte Joseph de Maistre, Considérations sur la France, Londres, 1797 [Considérations sur la France. Suivi de Essai sur le principe générateur des constitutions politiques,Présentation de Pierre Manent, Bruxelles, Éd. Complexe, 2006]; Augustin Barruel, Mémoires pour servir à l`histoire du Jacobinisme, Hambourg, P. Fauche, 17981799 [M. l`abbé Barruel, Abrégé des mémoires pour servir à l´histoire du jacobinisme,Londres, P. Le Boussonnier, 1798, Mémoires pour servir à l´histoire du jacobinisme, Nouvelle éd. Révisée, Chiré-en-Montreuil, Éd. de Chiré, 2005]; y Jacques Crétineu-Joly, L´église Romaine en face de la révolution, Paris, H. Plon, 1859 [Paris (3, B Saint-Martin, 75003), Cercle de la renaissance française, 1976].
 
Más tardaron en aparecer las visiones desmitificadoras en la televisión y el cine y derruir la idílica imagen forjada por los revolucionarios de redentores de los pobres y oprimidos. Tras el documental de François Furet, L`histoire de la Révolution française, Gaillon, Fil à film [ed.], 1989, 1h 44 min; el punto de inflexión en el cine, alejadas las películas irreales de la Pimpinela Escarlata, supone L`anglaise et le duc [La Inglesa y el Duque] (2001), dirigida por Éric Rohmer, magnífica obra maestra de reconstrucción histórica que muestra la verdadera cara de la Revolución Francesa.

José Martín Brocos Fernández
Profesor Universidad San Pablo-CEU (Madrid)
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