Jueves, 28 de marzo de 2024

Religión en Libertad

Blog

El rito de la paz, el osculum pacis y el martirio

por Javier Sánchez Martínez

El rito de la paz en la celebración eucarística (privativo, por cierto, de la liturgia eucarística y no extensible a la Liturgia de las Horas u otras celebraciones, como se puede ver en el esquema de la liturgia del Viernes Santo, por ejemplo) posee un contenido profundo, anclado en la Tradición de la Iglesia.

1. El significado

El rito de la paz se realiza con el intercambio de un beso entre los miembros de la Iglesia para expresar la Comunión de la Iglesia. Quien da y recibe el beso de paz está en la Comunión de la Iglesia, y quien no lo puede dar y recibir (como los penitentes o los catecúmenos, que salen antes de la liturgia eucarística) deberán esperar a ser reconciliados por la Penitencia para volver a la Pax Ecclesiae, a la Paz y Comunión de la Iglesia. Este rito de la paz -ya sea en el rito hispano-mozárabe después de los Dípticos y antes de la anáfora, ya sea en el rito romano después del Padrenuestro según la modificación de san Gregorio Magno- se expresa con un signo (un beso) y remite a la Comunión fraterna.

 

Una profunda visión espiritual y eclesial reviste el beso de la paz. Tal vez lo hemos perdido, convirtiéndolo en un simple gesto afectivo y afectuoso de saludo, algo revoltoso... pero su verdad es la verdad de la Comunión de la Iglesia; tal vez, en una visión espiritualista de la vida cristiana y de la liturgia, todo se mide en una relación vertical de intimismo entre Dios y la persona, y se prefiere omitir el beso de la paz, o interpretarlo sólo como un gesto íntimo de pedir a Dios la paz para no romper la propia devoción personal. Esta interpretación (sorprendente) minimiza el alcance y el significado del osculum pacis, lo ve un estorbo al recogimiento, innecesario, superficial. Algunos han llegado a escribir en el blog:

"Quizá el problema proceda, a mi entender procede de ahí precisamnte, de haber introducido un rito de la paz gestual (¿no basta a caso con la oración?) y de haber minimizado el tiempo que los fieles están de rodillas" o también "¿Que mejor momento que la Santa Misa para estar de rodillas ante el Cordero de Dios? Se pone mas empeño y proclamar la paz y dar el beso, que en adorar a Dios. El beso y la paz están muy bien.... pero con la cabeza agachadita delante de Dios y las rodilla dobladitas en SU PRESENCIA... que es lo que se ha olvidado". El colmo ya es afirmar "por eso también se da "fraternalmente la paz"; no la paz que viene de Cristo, sino la paz entre los hombres independientemente (fraternidad masónica)".

¡Sorprendente! El beso de la paz es gestual: es evidente, ¿si no por qué se llama beso/osculum? En todas las familias litúrgicas existe vinculado al sacrificio eucarístico. En las Constituciones apostólicas y los documentos que dependen de ella, en sermones patrísticos, en todos los Ordines romanos se señala el beso de la paz, eso sí, ordenado: obispo a obispos y sacerdotes; los sacerdotes entre sí; los varones con los varones, las mujeres entre las mujeres... Todos -desde siempre- han expresado así la caridad común, la Comunión y la Pax Ecclesiae.

Si acudimos a la eucología, veremos el sentido que tiene el beso de la paz.

En el rito romano hoy se reza una oración (que antes era privada, secreta, del sacerdote), donde se pide, por pura gracia, que "conforme a tu palabra concédele [a la Iglesia] la paz y la unidad". Este rito no es la manifestación de una fraternidad universal, cósmica, y de la paz horizontal... sino de la paz que viene del Señor resucitado (que no nos la da como la da el mundo) y de la unidad de la Iglesia.

Las fórmulas diaconales revelan el sentido litúrgico de la paz:

"Daos fraternalmente la paz" 

"Como hijos de Dios, intercambiad ahora un signo de comunión fraterna

"En Cristo, que nos ha hecho hermanos con su Cruz, daos la paz como signo de reconciliación" (especialmente aconsejable cada día de la Cuaresma) 

"En el espíritu de Cristo Resucitado, daos fraternalmente la paz" (especialmente para cada día de la cincuentena pascual y los domingos).

En el rito hispano-mozárabe, con un canto propio, el rito de la paz antes de la plegaria eucarística posee una oración propia de cada Misa.

Maravillosa la oratio ad pacem del día de la Natividad del Señor:

Dios excelso y a la vez hombre humilde, oh Jesucristo,
profundamente inclinados te suplicamos
que concedas, aumentes, perfecciones y guardes aquella paz
que, en el momento de tu ascensión,
recomendaste como señal distintiva de los tuyos.
Gracias a tu poder, sea tal la paz dentro de tus muros
y la abundancia en tus casas,
que los abrazos no encubran ningún veneno oculto;
la paz que ofreciste a los hombres de buena voluntad,
tal como dice el canto de los ángeles,
nos haga mensajeros e hijos de la paz en este día de tu nacimiento.

R/. Amén.

O la del domingo I de Cotidiano:

Dios todopoderoso,
tú nos enseñaste que todo puede ser mantenido
con el bien de la humildad y la práctica de la caridad,
vuelve tus ojos hacia los miembros de tu Iglesia,
y cuanto puede haber sido dañado
por la rivalidad o por la indignación
renuévalo y disponlo en tu paz.

R/. Amén.

2. En los relatos martiriales

Como los mártires y la literatura martirial cristiana han interpretado el martirio vinculado al sacrificio eucarístico, como una oblación unida a la Oblación de Cristo, muchos mártires revestían su camino al martirio de palabras de la liturgia ("Amén", "Demos gracias a Dios", u oraciones de sabor eucológico) o con gestos rituales (el intercambio del beso de la paz). Los mártires se daban el beso santo sellando así antes del martirio su Comunión con la Iglesia como tantas veces habrían hecho antes en la celebración eucarística. Habían comprendido bien los mártires qué significaba el rito de la paz en la Eucaristía, hasta el punto de haberlo interiorizado, hecho suyo y emplearlo ritualmente en el momento supremo del martirio.

Algunos textos martiriales nos pueden ilustrar.

Así, en comunión con la Iglesia, en la pax Ecclesiae, ofrecen su vida como la oblata eucarística, para ser consumida:

“Ellos se levantaron y se colocaron allí donde el pueblo quería, y se besaron unos a otros para sellar el martirio con el rito solemne de la paz” (Historia del martirio de los santos mártires cartagineses, cap. 20).

“Así, después que hubo confirmado a todos los hermanos y dado a cada uno la paz, salió...” (Actas del martirio de Montano, Lucio y compañeros, XXIII).

O san Julio que, en la persecución de Diocleciano, se despide con el osculum pacis del cristiano Isiquio: “Julio, por su parte, habiendo besado a Isiquio, le dijo...” (Actas de san Julio).

Rodrigo, sacerdote, y Salomón, seglar, en las persecuciones en Córdoba en el s. IX, antes de sellar la fe con el martirio, intercambian el beso de la paz con los otros presos cristianos señalando, no el afecto humano de la despedida, sino la Comunión, como destaca san Eulogio al narrarlo:

“Antes de salir en público, se echaron a los pies de sus compañeros de prisión y les rogaron que les auxiliasen con continuas plegarias para no volverse atrás arrastrados por la tentación de los hombres, ni ser hechos vacilar en su propósito de recibir el estandarte de la victoria. Así, reconciliados con el beso de la paz quienes nunca se habían separado por una disputa, lloraron todos de alegría y suplicaron verse protegidos por los favores de los santos” (Apologético, n. 27).

El mártir Aurelio con su esposa, en la Córdoba musulmana, se despide de sus dos hijas pequeñas, antes de salir para el martirio con el beso de la paz: “Tras esto se marchó el señor Aurelio a ver a sus hijas y, luego de despedirse de ellas con el beso de la paz, se apresuró al combate armado de un valor celestial” (Memorial de los Santos, II, X, 27). Y también se despide de su padre espiritual, san Eulogio, con el beso de la paz, según narra el propio Eulogio: “Fue a vernos a casa para despedirse, pidió que rogásemos por él al Señor y suplicó que nuestro fraternal cariño se convirtiese por nosotros en protector de su combate. Allí nos encomendamos a él, allí le besamos las manos y le imploramos su protección por nosotros y por toda la Iglesia. Tras esto nos dimos mutuos besos y nos separamos en paz” (Memorial de los santos, II, X, 28).

 

3. El desarrollo ritual 

Habiendo tantos abusos hoy (por exceso o por defecto), releamos la Introducción General del Misal Romano. Así evitaremos la frialdad en el gesto de quienes ni se giran a la persona que está al lado como el exceso de querer dar el saludo de paz a todos, incluso abandonando el presbiterio el sacerdote u Obispo, o haciendo que suban los niños o en las primeras comuniones, haciendo que los niños den besitos a sus padres y abuelos.

Dice el Misal:

Sigue el rito de la paz, con el que la Iglesia implora la paz y la unidad para sí misma y para toda la familia humana, y con el que los fieles se expresan la comunión eclesial y la mutua caridad, antes de la comunión sacramental. En cuanto al signo mismo para dar la paz, establezca la Conferencia de Obispos el modo, según la idiosincrasia y las costumbres de los pueblos. Conviene, sin embargo, que cada uno exprese la paz sobriamente sólo a los más cercanos a él (IGMR 82).

O sea, su valor (la paz y la unidad de la Iglesia, la comunión eclesial y la mutua caridad) y su forma (sobriamente, sólo a los más cercanos").

El sacerdote puede dar la paz a los ministros, pero permaneciendo siempre dentro del presbiterio para que la celebración no se perturbe. Haga del mismo modo si por alguna causa razonable desea dar la paz a unos pocos fieles. Todos, empero, según lo determinado por la Conferencia de Obispos, se expresan unos a otros la paz, la comunión y la caridad. Mientras se da la paz, se puede decir: La paz del Señor esté siempre contigo, a lo cual se responde: Amén

(IGMR 154).

A este respecto es muy elocuente la fórmula diaconal latina del rito hispano-mozárabe: "Quomodo astatis, pacem facite", es decir, tal como estáis, en el orden en que estáis de pie, realizad el signo de la paz.

La moderación debe regir la realización ritual del signo de la paz, que, por otra parte, debe tenérsele en alta estima según su valor eclesial y los ejemplos que en la Tradición hemos visto.

Comentarios
5€ Tu donativo es vital para mantener Religión en Libertad
10€ Gracias a tu donativo habrá personas que podrán conocer a Dios
50€ Con tu ayuda podremos llevar esperanza a las periferias digitales
Otra cantidad Tu donativo es vital para mantener Religión en Libertad
Tu donativo es vital para mantener Religión en Libertad
Si prefieres, contacta con nosotros en el 680 30 39 15 de lunes a viernes de 9:00h a 15:30h
Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter

¡No te pierdas las mejores historias de hoy!

Suscríbete GRATIS a nuestra newsletter diaria

REL te recomienda