Martes, 23 de abril de 2024

Religión en Libertad

La influencia soviética en la Guerra de España (IV)

Angel Maestro

Otro enviado especial de Stalin a España, pero que sorprendentemente sobreviviría, fue Ilya Grigórievich Ehrenburg (18911967). Ehrenburg durante la Guerra  Civil Ehrenburg, escritor y periodista figura entre los “intelectuales” escogidos por el encargado de Stalin para las Artes, Andréi Zhdánov, en la formación del aparato directivo de la Unión de Escritores, y organizar el Congreso de Escritores de la Unión Soviética. Ehrenburg anteriormente beneficiado por Zinoviev y Kamenev, no vacila en calificarlos como traidores cuando Stalin les condena en el que puede calificarse de primero de los celebres procesos de Moscú. Junto con Shólojov y Alexéi Tolstoi firman una de las múltiples peticiones exigiendo: «Muerte a los perros rabiosos».

La opinión “progresista” de Occidente silencia e ignora todo aquello que pudiera molestar a Stalin, aún conociendo ciertamente que los comunistas ejecutados no eran ni mucho menos agentes del fascismo, espías imperialistas, etc. sino tan comunistas como Stalin. Aquí adquiere pleno relieve una frase de uno de los individuos más miserables y repugnantes del teatro moderno, Bertold Brecht, tan elogiado hoy no sólo por la “progresía”, sino por algunos componentes del “extremo centro”. Brecht, al tener noticia de las ejecuciones de Moscú responde a un amigo: «Cuando más inocentes sean, más merecen morir».

 
Volviendo a Ehrenburg, este junto con otros escritores como Sholojov, Fedin, Fadaiev era recibido por Stalin en el Kremlin o en una de sus dachas. Eherenburg, oficialmente, era el corresponsal de “Izvestia” en Francia, puesto combinado con la representación especial, fuera de los cauces diplomáticos, de la Unión Soviética en Europa Occidental, despachando personalmente con Stalin en sus regresos a Moscú, también al margen del PCUS y de la Internacional.



Ehrenburg recibe el encargo especial de Stalin de información sobre la guerra de España con misiones similares a las de Koltsov, y en las conversaciones con el líder supremo expone su bajo concepto de los dirigentes de la República española, y en lo relativo al PCE confirma la necesidad de proseguir y aún aumentar el control de los Togliatti, Gerö, etc, sobre el buró político del PCE.

A su vez Eherenburg asiente fielmente a la paranoia estaliniana de eliminar acusados de trotskysmo al embajador Marcel Rosenberg, y al cónsul general en Barcelona, y figura de la revolución de octubre, Antonov- Ovseenko, y lejos de dudar siquiera de su pretendida actividad trotskysta, confirma lo que Stalin quiere oír. También confirma la justeza de la purga de hombres de la NKVD en España, como Spieglass, Slutsky, Stachevsky, o de militares cual Kurik, Goriev, Smutkievich.


Un miembro de las Brigadas Internacionales


Ehrenburg comunica directamente a Stalin los problemas surgidos en la guerra, las derrotas, la desmoralización, cuando ya Stalin comienza a pensar en abandonar a la República a pesar de la propaganda de la ayuda fraterna del país de los soviets a la España republicana. Los intereses de mayor altura, del posible entendimiento en el futuro con la Alemania nacional-socialista, empiezan a prevalecer sobre la ayuda fraterna a los “heroicos luchadores antifascistas españoles”.

Pero cuando Koltsov es detenido y sometido a los habituales procedimientos de la Lubianka y a las confesiones convenientemente preparadas que tan perfectamente conocía, sufre las mismas en su propia persona. Y entre los conspiradores anti-estalinianos acusados de agentes fascistas, nazis, imperialistas, trotskystas, etc. señala también a Ehrenburg. Este a su regreso a Moscú está a punto de ser liquidado, salvándose casi por verdadero milagro, pues de las “confesiones” de Koltsov serán detenidos y ejecutados otros periodistas, escritores, etc. sospechosos como todos que hubieran desempeñado cualquier papel en España. Pero a Stalin, le cae en gracia Ehrenburg, le considera además de adulador y servil, buen escritor, y sobrevive.

En el periodo final de la II Guerra Mundial, cuando el Ejército Rojo invade y destruye Alemania, incita en furiosas intervenciones periodísticas y radiofónicas a la destrucción, a las violaciones, al exterminio del pueblo alemán, terminando sus alegatos : «¡Muerte a los alemanes
».

En abril de 1945 el propio Stalin le llamaría al orden, “invitándole” a poner sordina a sus violentos ataques de odio contra el pueblo alemán, y “corrigiéndole” en “Pravda”, queriendo separar al pueblo alemán de los nacional socialistas. Stalin, malvado al límite, pero insistimos enormemente inteligente hace saber al Politburó que esas llamadas de odio y de venganza no haría sino llevar al máximo la resistencia del pueblo alemán. En 1950 Eherenburg sería nombrado vicepresidente de un organismo títere, el Consejo Mundial para la Paz.

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