Jueves, 28 de marzo de 2024

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El dia que encontramos los restos de un cura martir.

El dia que encontramos los restos de un cura martir.

por Juan García Inza

 
 En la fiesta de San José, día del Seminario y de los sacerdotes, me ha venido a la memoria el emotivo momento en que pudimos recuperar los restos mortales de un sacerdote mártir de la guerra civil española. Cuando llegué a tomar posesión de la Parroquia de san Pedro de Espinardo (Murcia-España), me hablaron de que un hijo sacerdote de aquella comunidad fue vilmente asesinado durante la persecución contra la Iglesia Católica en España en los años treinta del siglo XX. Comenzamos a indagar sobre el paradero de sus restos mortales, y por fin dimos con ellos. 

            El sacerdote se llamaba José Valera Caravaca. Había nacido en este Barrio de la Ciudad de Murcia en el año 1892. A los trece años ingresó en el Seminario de San Fulgencio de Murcia. Fue ordenado sacerdote el 14 de junio de 1919. Ejerció su ministerio en varios pueblos de Albacete y Murcia. Tenía otro hermano sacerdote, menor que él. En el año 1936 estaba en la Parroquia de San Diego y San José de la Ciudad de Lorca. Y el 15 de agosto, festividad de la Asunción de la Virgen María, fue asesinado de un tiro en la cabeza por su fe y su condición de sacerdote.
            Con el paso del tiempo su hermano, Párroco de un pueblecito de la Huerta murciana, hizo el traslado de sus restos al cementerio de su Parroquia de La Rivera de Molina. Esta pedanía, de apenas mil quinientos habitantes, ha dado a la Iglesia más de trescientas vocaciones de sacerdotes, religiosos y religiosas.
            El hermano de D. José ya hacía tiempo que había muerto, y prácticamente no quedaba nadie de la familia. Pero dimos con el paradero de los restos. Una mañana temprano, acompañados del Párroco del lugar, nos presentamos en el Cementerio un seminarista llamado Miguel, alma de esta aventura, un grupo de jóvenes y yo. Nos esperaba el sepulturero. Delante de nosotros abrió la fosa y aparecieron varias urnas de madera. ¿Cuál sería la de D. José, el mártir? Empezamos a revisar una por una, hasta que en una de ella había una etiqueta que decía: D. José Valera Caravaca, asesinado el año 1936. Indudablemente habíamos dado con aquellos preciados huesos. Además, en la calavera estaba perfectamente localizado el orificio que en su día hizo la bala asesina que lo mató. Con gran recogimiento y alegría dimos gracias a Dios, y llevamos la urna funeraria a mi coche.
            Decidimos llevarlo en primer lugar al Santuario de la Virgen de la Fuensanta, Patrona de Murcia, de la que él era muy devoto. Colocamos la urna a los pies del altar y  cantamos la Salve. Pasamos por el Convento de las Madres Carmelitas para que ellas se unieran a nuestra oración y nuestro gozo. Fuimos todo el tiempo rezando el Santo Rosario, hasta que llegamos a la Parroquia. Fue realmente emocionante hacer entrar en aquel templo, de donde él había salido muchos años antes, sus restos mortales, y colocarlo al pié del altar mayor, en donde él había celebrado su primera Misa. Rezamos de nuevo. Lo depositamos provisionalmente en el Camarín del Santo Patrón, hasta preparar su lugar de descanso definitivo.
            Hoy los restos de D. José Valera Caravaca reposan en un mausoleo ubicado en una capilla, bajo un Cristo crucificado que lo acoge y bendice. Es lugar obligado de oración de los feligreses y visitantes de la Parroquia.
         Sirva esto como homenaje a un sacerdote mártir, que en este día de San José celebra su santo. Y como memoria histórica de lo que les ocurrió a miles de hombres y mujeres de Dios, que fueron condenados a muerte por el solo delito de ser lo que eran: apóstoles de Cristo, consagrados al Señor. Solo lo recordamos para que sirva de testimonio y estímulo a muchos jóvenes que desean hacer de su vida una entrega heroica en el sacerdocio. La sangre de los mártires es semilla de cristianos. Que no olvidemos la lección, y seamos más tolerantes y respetuosos con la fe y las convicciones de los demás. El odio no es nunca el camino para una convivencia democrática en paz. Los atentados contra la libertad se pagan muy caros. Las personas sensatas y de buen corazón saben tratar a los demás como merece su dignidad.
            Pido una oración por todos los sacerdotes, y por los que Dios llama a este camino de entrega y servicio. Será un bien para todos.

Juan García Inza
juan.garciainza@gmail.com
 
 
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