Martes, 16 de abril de 2024

Religión en Libertad

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Nacho Uriarte, Ignacio Uriarte

De un muchacho que iba muy de prisa y se la pegó

por Luis Antequera

 

            Lo de menos es que fuera pescado con una tasa de alcoholemia el doble de lo permitido, por lo cual, todos estamos de acuerdo, pagará la multa que le corresponde, abultadita, se le retirarán los puntos correspondientes o hasta el carnet de conducir entero, y arreando que es gerundio. Por lo demás, bastante tiene el chico con el susto y con los costes a afrontar como consecuencia del accidente: reparación del coche, responsabilidad civil, etc. Me refiero, ya lo habrán adivinado Vds. al diputado del Partido Popular Ignacio Uriarte, que el pasado martes a las 6:00 de la mañana y en estado de ebriedad, se pegó una torta en coche mientras circulaba por la calle Serrano de Madrid.

 

            Lo de más es que los españoles estamos hartos ya del comportamiento de nuestros políticos. Estamos hartos de la vida nada edificante que se dan. Estamos hartos de sus prebendas. Estamos hartos de que lo único que sepan hacer muchos de ellos es poner zancadillas en las sedes de sus partidos y nunca hayan hecho otra cosa ni acumulen otra experiencia. Estamos hartos de su escasísima formación y de las pocas cosas que muchos de ellos saben hacer. Estamos hartos de que un número creciente de ellos ni siquiera hayan pasado por la universidad. Estamos hartos de que se expresen como patanes y de que no estén capacitados ni para un comentario de texto de Caperucita Roja. Estamos hartos de los coches oficiales con los que se pavonean y de las dietas que se hacen pagar. Estamos hartos del absentismo al que se entregan. Estamos hartos de sus vacaciones inacabables. Estamos hartos de que paguen menos impuestos que los demás y a cambio de ello, reciban mejores prestaciones del Estado. Y si no se lo creen.... ¡consulten, consulten Vds. las últimas encuestas del CIS! donde Sus Señorías han pasado a ser el segundo o tercer problema de los españoles, por delante incluso del terrorismo.

 

            Estamos hartos, señores, estamos hartos y probablemente, le va a tocar pagarlo a este muchacho que, a lo que parece, ni la carrera tiene terminada a su treinta años. Y eso que por tratarse de un partido de derechas, al menos sus votantes –que no sus compañeros, según vemos- son los primeros en reclamarle que dé un paso al frente y se vaya a casa. Porque si en su lugar, el muchacho fuera miembro de esa máquina de esquilmar el estado que se llama PSOE, sus compañeros todos, sus votantes muchos, le estarían riendo la gracia; puede que al igual que hace el Sr. Rubalcaba con una desvergüenza que dibuja al personaje, hasta rechazara dar explicaciones.

 

            Pero Sr. Uriarte, a Vd. le ha tocado. Lo siento, son las reglas: en política, a lo que se ve, se puede hacer lo que a uno se le antoja, se vive guay, no es necesaria formación, las prebendas son muchas... Pero si te pescan, te pescaron... Y a Vd., Sr. Uriarte, le han pescado. Se tiene Vd. que ir a su casa. Culpa, convengamos, no tiene mucha: si en vez de haber ocurrido su borrachera un martes hubiera ocurrido un viernes, a lo mejor se lo habíamos perdonado mejor; si en vez de ser un mal estudiante hubiera terminado Vd. su carrera, puede que también; si en vez de no haber hecho Vd. nada en la vida salvo pertenecer a un partido político, no le quepa duda, habríamos sido más comprensivos. Pero reúne Vd., Sr. Uriarte, el perfecto perfil de lo que los españoles no aguantamos más. No es Vd. el único. Son muchos los que con Vd. tendrían que irse. Pero de momento, le ha tocado a Vd..

 

 

 

          Post Scriptum. No quiero dejar de señalar mi admiración por dos clases de políticos que, por fortuna, aún se pueden otear en el paisaje político español si se va bien armado de catalejos y otros instrumentos de telescópica: aquéllos que después de un dilatado proceso de formación personal y profesional entran en la política con la deliberada intención de mejorar la sociedad, a veces en detrimento de sus patrimonios y de sus ingresos; y aquéllos en la base de la pirámide política que, a menudo, ni tiempo han tenido para formarse, pero que después de una dilatada vida de trabajo, aún encuentran, sobre todo en los pequeños pueblos españoles, tiempo de su propiedad para entregarlo en servicio del de su comunidad.

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