Viernes, 29 de marzo de 2024

Religión en Libertad

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El impacto de las religiones sobre la agenda social actual

por Wiederholen

 

 

 

 

EL IMPACTO DE LAS RELIGIONES SOBRE LA AGENDA SOCIAL ACTUAL.

 

La sociedad avanza a un ritmo nunca antes visto. Los logros científicos y tecnológicos harían creer que la vida del hombre va a ser cada vez más justa y mejor. Pero no es así, pues las carencias y desigualdades están a la orden del día. Bernardo Kliksberg, Director de la Iniciativa Interamericana de Capital Social, Etica y Desarrollo del BID, hace un análisis sobre el papel determinante de la religión en el desarrollo y la lucha por la igualdad de oportunidades.

 

Por Bernardo Kliksberg*

 

Un panorama inquietante

 

El Nuevo milenio se inicia con grandes contrastes. Por una parte avances incesantes en la ciencia y la tecnología que han multiplicado la capacidad de producción de bienes y servicios del genero humano. Las revoluciones en múltiples campos como la genética, la biotecnología, la ciencia de los materiales, la computación, la cibernética, la electrónica, las comunicaciones, y otros, han hecho que el planeta hoy este en condiciones potenciales de satisfacer las necesidades de casi el doble de su población actual. Ponen al alcance la prolongación significativa del lapso de vida útil, y de la esperanza de vida, la reducción a límites mínimos de la mortalidad infantil, y de la mortalidad materna, la posibilidad de dar acceso masivo a educación con apoyo en las nuevas tecnologías.

 

Sin embargo por otro lado, los datos recientes informan que 1.200 millones de personas se hallan en pobreza extrema viviendo con menos de un dólar diario, 3.000 millones están por debajo de la línea de la pobreza, ganando menos de dos dólares diarios, 800 millones padecen hambre, 1300 millones de personas carecen de agua potable, 3000 millones no tienen servicios de saneamiento, 2000 millones carecen de electricidad. Las consecuencias son cruentas. 30.000 niños mueren diariamente por causas evitables vinculadas a la pobreza, mientras que la esperanza de vida en los 26 países más ricos supera los 78 anos, en los 49 más pobres es de solo 53 anos, 1.700.000 personas mueren anualmente por enfermedades vinculadas al agua contaminada, la falta de higiene y la carencia de otras condiciones sanitarias básicas, Mientras solo 6 niños de cada mil mueren antes de cumplir un ano de edad en los países más ricos, son 100 en los más pobres. Mas de 500.000 madres anualmente al dar a luz, el 98% en los países en desarrollo. Las disparidades asimismo se han agudizado. El 20% de la población mundial que vive en los países ricos es dueño del 86% del producto bruto mundial, el 82% de las exportaciones, mas del 95% del crédito, y el 20% más pobre tiene solo el 1%.de todo ello. Las diferencias de ingreso entre unos y otros que eran de 30 a 1 en 1960, llegaban a 74 a1 en 1997, y siguen ascendiendo.

 

En ese marco de amplias oportunidades, y tan severas carencias y desigualdades ¿qué papel pueden cumplir las religiones para que el desarrollo llegue a los grandes sectores de la humanidad hoy excluidos?.

 

Más allá de cualquier hipótesis teórica al respecto, las religiones están actuando todos los días de modo muy concreto frente a estos problemas. Organizaciones de base católicas, evangélicas, protestantes, judías, musulmanas, y de todas las creencias trabajan a diario por los más desfavorecidos. En Argentina, por ejemplo, país en donde las políticas aplicadas, causaron que llevo en 12 anos la cifra de pobreza se elevara de un 33 a un 58% de la población, y buena parte de la clase media fuera destruida económicamente, Caritas la vigorosa organización de solidaridad de la Iglesia Católica esta dando protección a 3 millones de personas en base a 100.000 voluntarios, y la AMIA institución central de la comunidad judía ha desplegado una extensa red de protección social que ayuda a una de cada tres familias de esa comunidad de pequeña clase media destrozada por la crisis. En Benin dice el Banco Mundial (2000) "las entidades afiliadas a la Iglesia representan probablemente la más visible y extensa red de protección existente". Situaciones similares se repiten en todo el planeta.

 

Las religiones no sólo están presentes en la vida cotidiana de los pobres, sino que en diversos casos se han incorporado activamente a la discusión mundial sobre la globalización, y sus impactos económicos y sociales y sobre el modelo de desarrollo deseable.

 

El Papa Paulo VI (1971) ha planteado que " es un error decir que la economía y la ética son diferentes y extrañas una a la otra, que la primera no depende de algún modo de la segunda" y el Papa Juan Pablo II (2000) ha convocado a una "nueva y más profunda reflexión sobre la naturaleza de la economía y su propósito". El mismo reclamo ha surgido del Arzobispo de Canterbury George Carey, del Presidente del Consejo Directivo del Congreso Judío Mundial Rabino Israel Singer, y de prominentes personalidades espirituales mundiales.

 

De donde surge este nuevo impulso hacia un rol activo en el desarrollo de diversas religiones de gran influencia?. ¿Qué se puede esperar de él?.

 

El presente trabajo abordará esta temática, recorriendo tres etapas sucesivas. En primero y segundo lugar se concentrará en lo que considera las importantes raíces que tiene este compromiso con el desarrollo en dos de las religiones más influyentes, el judaísmo y el cristianismo. Para ello examinará la posición que tiene el judaísmo frente a la agenda de problemas claves del desarrollo, concentrándose para ello en la visión del Antiguo Testamento, y revisara la doctrina social de la iglesia, enfocando fundamentalmente sus expresiones actuales. En tercer lugar, el trabajo abordará la propuesta que surge de ambas religiones en relación al mundo de la globalización, y al desarrollo. Dados los límites muy acotados de este trabajo no se pretende más que presentar exploratoriamente estos temas. Asimismo desde ya un análisis más extenso debería abarcar la visión sobre estos problemas de otras religiones de enorme significación.

 

Es imprescindible que estos temas se profundicen cada vez más. Las grandes visiones religiosas movilizan a gran parte de la población mundial, y son decisivas en las decisiones diarias de millones y millones de personas y familias. Los valores espirituales son un componente esencial del capital social de una sociedad, y al mismo tiempo un fin en sí mismo.

 

La visión social de la Biblia

 

El Antiguo Testamento, la Torah (instrucción) base del judaísmo, y texto fundante reconocido por el cristianismo y otras religiones, se ocupa activamente de los grandes temas económicos y sociales del género humano. Ubica en el centro de su atención cuestiones como la pobreza, la exclusión social, las desigualdades, las responsabilidades de la sociedad frente a estos temas, las del individuo, y las acciones moralmente correctas. La preocupación se materializa en claros principios rectores, y orientaciones de conducta. Pero el texto bíblico no se limita a ello, va aun mucho mas allá, establece detalladas normas destinadas a asegurar en los hechos la fidelidad a los principios proclamados. Se convierte así en una fuente densa y riquísima de doctrina, y legislación económica y social. Por otra parte, la Divinidad expresa su voluntad y la trascendencia que asigna a esta visión, a través de figuras humanas concretas, los Profetas, que en medio de las circunstancias más adversas, con enorme coraje y total integridad, llaman la atención a los poderosos, y al mismo pueblo sobre la imprescindibilidad de cumplir las normas éticas prescritas por la Divinidad, y los males que acaecerán en caso contrario. Moisés, Isaías, Jeremías, Amos, Óseas, Ezequiel, y muchos otros acompañaron la transmisión de la idea, con la entrega de sus propias vidas por ella, y se convirtieron en referencias centrales de su tiempo, y de gran parte del genero humano.

 

Entre las visiones fundamentales que plantea el texto bíblico al género humano, se hayan las siguientes:

 

1. La idea de la responsabilidad del uno por el otro

 

Los seres humanos tienen la obligación ética de velar por sus semejantes. La solidaridad no es una opción sino un mandato. En el Levítico la divinidad prescribe "Y amaras a tu prójimo como a ti mismo"(19:18). Hacerlo así cotidianamente no merece reconocimientos especiales, es ser humano. Un prominente pensador judío contemporáneo el Rabino Abraham Y. Heschel (1987) dice que es simplemente "la manera de vivir correcto".

 

2. La pobreza debe ser erradicada

 

Para la Biblia la pobreza no es inevitable. No se halla en el designio divino.

 

Todo lo contrario. El designio es que el ser humano tenga plenas posibilidades de realización. El texto dice "Bien que no debe haber en medio de ti menesteroso alguno"(Deuteronomio 15-4). Yeshahahu Leibowicz (1998) eminente analista bíblico resalta que "no debe entenderse como una promesa divina, sino como una exigencia impuesta al hombre. Nosotros debemos evitar crear una realidad en la que habrá indigentes entre nosotros". En general subraya los Profetas no son oráculos, no dicen lo que va a suceder, sino lo que debería suceder.

 

3. La dignidad del pobre debe ser preservada por todos los medios

 

Para el texto bíblico los pobres son seres humanos iguales que todos. La pobreza no reduce un ápice su carácter de criaturas creadas por la Divinidad, a su imagen y semejanza. Frente a la tendencia usual en las sociedades actuales a desvalorizar al pobre, el mensaje bíblico es opuesto. Subraya incluso que aquellos que se aprovechen de los huérfanos, las viudas, los extranjeros, y los pobres, las figuras de la exclusión en la Antigüedad, tendrán que enfrentarse con la Divinidad misma. Ella protege especialmente a los pobres.

 

Es tan vigorosa la defensa de la dignidad humana del pobre, que se le impone incluso una obligación a primera vista incomprensible. Los textos dicen que aquel que es muy pobre igual debe ayudar a alguien que es más pobre que él. La pregunta es porque, estando en esa condición difícil se le exige ayude a otros. La respuesta es que no se quiere privar al pobre, de una obligación que es central para la idea de dignidad humana, la de la solidaridad con sus semejantes.

 

4. Evitar las grandes desigualdades

 

La idea de igualdad es esencial al texto bíblico. Ante todo los seres humanos son iguales en lo más importante. El monoteísmo bíblico plantea que hay una sola Divinidad. No existen divinidades superiores e inferiores según el grupo de seres humanos. Hay una sola común a todos, y ante ella no hay diferencias, ni posibilidad alguna de influirla en un sentido u otro. Las grandes desigualdades han sido generadas por las sociedades, no están en el designio divino. Tratando de prevenirlas la Biblia establece una detallada legislación que cubre diversos aspectos. Entre sus disposiciones se hallan la condonación de las deudas cada siete anos, el ano sabático de la tierra en donde su propiedad se suspende y los pobres pueden acceder a sus frutos, la protección del que trabaja a través de múltiples instituciones (el pago del sueldo en tiempo, las previsiones de retiro, el descanso sabático y otras), y el jubileo. Según este ultimo cada cincuenta anos el bien más importante de la Antigüedad, la tierra, debía volver a su distribución original, efectuada en tiempos de Moisés, donde la tierra fue repartida entre las tribus, y familias, según el numero de miembros de cada familia. La idea de que la tierra ha sido dada para compartirla tiene gran fuerza en el texto bíblico. Así el Levítico (25:23) dice: "La tierra, pues, no podrá venderse a perpetuidad, porque mía es la tierra, pues que vosotros sois extranjeros y forasteros para conmigo".

 

5. La sociedad debe organizarse para combatir la pobreza y abrir oportunidades

 

La idea de política publica, de la acción colectiva de la comunidad frente a los problemas económicos y sociales es central en el texto bíblico. Indica orientaciones para la organización social muchas de las cuales intentan evitar las arbitrariedades, asegurar un buen gobierno, y al mismo tiempo efectúa prescripciones detalladas en campos básicos. Entre ellos establece uno de los primeros sistemas fiscales de la historia a través del diezmo, el 10% de la producción destinado al sustento de los sacerdotes, los huérfanos, la viuda y el extranjero, regulaciones del mercado que tratan de asegurar el justo precio, la buena calidad de los productos, la imposibilidad de prácticas corruptas, reglas para respecto del mercado de trabajo que son precursoras del derecho del trabajo, y normas para asegurar que el funcionamiento de la justicia sea equitativo y los derechos de los más débiles sean protegidos.

 

A todo ello se suman instituciones para garantizar que los enfermos tengan protección, que los niños tengan acceso a educación, que los ancianos sean asistidos, y hasta enérgicas políticas de promoción de los prestamos a los pobres, pioneras del micro crédito y la asistencia a la pequeña y mediana empresa estrategias claves actualmente en desarrollo social. Interpretando la Biblia uno de sus mayores exegetas, el gran sabio Maimonides estableció en el siglo XI una jerarquía de la ayuda al otro de ocho niveles, según el grado de genuinidad, anonimato, y efectividad de la ayuda. El mas elevado de todos "es ayudar al otro de modo tal que después no necesite ayuda, entrando en sociedad con él, o dándole un préstamo". El acceso real al crédito, el préstamo para actividades productivas aparece en la Biblia como un mandato moral imperativo.

 

6. El voluntariado es una obligación ética

 

Junto a una acción comunitaria sistemática el texto bíblico prescribe la necesidad de una conducta individual solidaria en el día a día. No da posibilidad de delegar en el Estado o en el mercado la resolución de los problemas sociales, cada persona debe hacer su aporte. Pregona el voluntariado como hoy se lo llama como forma de vida. En el Talmud interpretación de siglos de la Biblia, se considera que la tzedaka, la acción solidaria, es "igual en importancia a todos los otros mandamientos combinados"(Bava Bathra, 9ª, Talmud Babilónico) Los comentadores talmúdicos señalan (Jinuj 478) "Si tú eres capaz de ayudar a alguien que es pobre y te descuidas de hacerlo, estas transgrediendo una prohibición de la Biblia".

 

El concepto bíblico no sólo pena la acción que causa perjuicios al otro, va mucho mas allá. Reclama el voluntariado, la conducta activa de ayuda, y considera que es un error grave la omisión, no actuar cuando se pudo hacerlo. Cierra las puertas a todas las formas de insensibilidad tanto las activas, como las pasivas. Frente al sufrimiento del otro se debe actuar. El Levítico enseña (19:16) "no desatiendas la sangre de tu prójimo".

 

De las visiones anteriores y otras muchas añadibles surge un mensaje que a pesar de su antigüedad tiene plena vigencia para los problemas de nuestro tiempo. Este potente mensaje espiritual y ético, ha sido y sigue siendo reinterpretado a lo largo de generaciones por el pueblo judío y por hombres y mujeres de múltiples religiones, y se ha convertido en un faro orientador para amplios sectores del genero humano. Frente a la agenda de los grandes contrastes de nuestro tiempo, ha sido enarbolado con toda frecuencia en defensa de los excluidos, los discriminados, los niños, las mujeres, las familias, la protección del medio ambiente y de los derechos humanos, y las grandes causas universales. Ante las ambigüedades e injusticias que permean la realidad contemporánea resuena con fuerza la exigencia de los Salmos cuando dicen (Samo de Aspah, SalmoLXXXII:.3) "Haced justicia al pobre y al huérfano, juzgad con equidad al afligido y al menesteroso. Liberad al afligido y al necesitado".

 

La iglesia ante el desarrollo y la globalización

 

Inspirada en las enseñanzas de Jesús y sus discípulos y en el Antiguo y el Nuevo Testamento, la Iglesia Católica ha desarrollado un vigoroso pensamiento frente a los grandes temas económicos y sociales de nuestro tiempo, En décadas cercanas las encíclicas pioneras del Papa Juan XXIII realizaron un riguroso análisis de la realidad internacional, y formularon principios orientadores respecto a los candentes temas sociales que tuvieron gran impacto universal. La Iglesia adopto crecientemente en las últimas décadas lo que llamo la "opción preferencial por los pobres". El Papa Juan Pablo II coloco a los temas sociales en el centro de su predica cotidiana, y con persistencia, y combatividad puso a foco a foco desde la mirada espiritual y teológica casi todos los dramas de exclusión de nuestro tiempo. Sus encíclicas sobre la materia se convirtieron en pilares del pensamiento social contemporáneo. La actitud de la Iglesia impulso hacia el centro del escenario internacional el debate sobre las relaciones entre ética y economía, los impactos de la globalización, el tipo de desarrollo deseable, y otras áreas fundamentales. Asimismo en forma cada vez más activa la Iglesia generó a partir de su reflexión orientaciones que puso a consideración colectiva y tuvieron enorme resonancia sobre reglas justas en las relaciones económicas entre el Norte y el Sur.

 

A continuación se indican de modo sintético algunos de las principales posiciones adoptadas por la Iglesia en relación a los temas del desarrollo y la globalización recurriendo principalmente a la voz de su conductor el Papa Juan Pablo II:

 

1. La economía debe estar al servicio de los seres humanos

 

La Iglesia propugna no perder de vista que la economía no es un fin en si misma sino un medio de la más alta relevancia, pero medio, que debe estar al servicio de fines superiores como el desarrollo del hombre. Juan Pablo (2000) ha invitado a "los economistas y profesionales financieros así como a los líderes políticos a reconocer la urgencia de asegurar que las practicas económicas y que las políticas vinculadas tengan como su meta el bien de cada persona, y de la totalidad de la persona". Ha señalado asimismo que "una economía que no tenga en cuenta esta dimensión ética no puede realmente llamarse asimismo una economía, en el sentido de un uso racional y constructivo de la riqueza material".

 

La realidad se halla muy distante para la Iglesia, de la situación deseable. El Concilio Vaticano (1965) segundo la retrato de este modo en expresión que tiene plena vigencia a la luz de las tendencias observables: "Jamás el género humano tuvo a su disposición tantas riquezas, tantas posibilidades, tanto poder económico. Y sin embargo una gran parte de la humanidad sufre hambre y miseria, y son muchedumbres que no saben leer ni escribir".

 

2. Aplicar los principios rectores

 

Para el Cristianismo todos los seres humanos son hermanos y hermanas por su filiación divina, y la humanidad debe considerarse una gran familia global. Las relaciones deben estar regidas por tanto por la solidaridad, la misericordia, y el amor todos ellos atributos de la Divinidad, a cuya imagen y semejanza fue creado el ser humano.

 

Por ello como subraya Juan Pablo II en Centesimus Anus es totalmente legítima la exigencia de los pobres de "tener el derecho de participar y gozar de los bienes materiales y de hacer fructificar su capacidad de trabajo". Esa posibilidad debe verse como una gran oportunidad espiritual y económica para la humanidad entera. El Papa resalta que "La promoción de los pobres es una gran ocasión para el crecimiento moral, cultural e incluso económico de la humanidad entera". La ética distributiva a la que se refirió en detalle Santo Tomas de Aquino (Summa Theologica II-II Q 66 A 7) recordando que "el pan que retienes le pertenece al hambriento" debería tener fuerte peso en el funcionamiento económico. Los altísimos niveles de desigualdad incluso en Continentes contradicen abiertamente esa ética. Tal es el caso por ejemplo de América Latina que el Obispo Irizar (1994) caracteriza señalando "que para nuestro propio escándalo es la vez, el Continente más desigual y el mas católico".

 

3. Existen riesgos muy importantes en el funcionamiento actual de la economía mundial

 

La situación actual aparece plena de oportunidades entre otros aspectos por el acelerado avance del conocimiento científico-tecnológico y las posibilidades de integraciones económicas regionales, pero al mismo tiempo es portadora de riesgos de gran envergadura. Entre ellos las disparidades abrumadoras entre el norte y el sur, la "financialización" un desarrollo vertiginoso donde la especulación y las maniobras financieras reemplazan al trabajo como fuente productora de riqueza con graves consecuencias regresivas, la visión reduccionista del ser humano como homus economicus, la idealización del mercado. Sobre este ultimo previene el Papa (Centesimus Annus 1991) que "muchas necesidades humanas no tienen lugar en el mercado" y advierte que "cuando al hombre se lo ve mas como un productor o un consumidor de bienes que como un sujeto que produce y consume para vivir, entonces la libertad económica pierde su relación necesaria con la persona humana y termina enajenándola y oprimiéndola".

 

4. Debe haber reglas éticas para la globalización

 

La nueva economía mundial aparece con un gran potencial de progreso, y puede mejorar sustancialmente las capacidades productivas del género humano. Pero también puede acentuar las abismales desigualdades actuales, y dejar fuera a buena parte del genero humano. Enfrentando el problema, la Iglesia ha lanzado al inicio del nuevo milenio el movimiento del jubileo. Retomando la institución bíblica así llamada que contiene múltiples normas destinadas a proteger la equidad, ha abogado enérgicamente por una ética para la globalización. Reclama (1998a) lo que ha llamado "una justicia social a nivel global". Entre sus componentes se hallan la condenación parcial o total de la deuda externa de los países más pobres condenados de otro modo por generaciones a sufrimientos enormes para la mayoría de sus poblaciones, la reducción de las fuertes barreras proteccionistas y las políticas discriminatorias que impiden que los países en desarrollos puedan exportar sus productos a los países ricos, el reforzamiento de la ayuda internacional hoy en su punto mas bajo en décadas. El Papa Juan Pablo II pide insistentemente "globalizar la solidaridad". Reclama que "para prevenir que la globalización de la economía produzca los dañinos resultados de una expansión incontrolada de intereses privados o de grupo es necesario que esté acompañada de una cultura global de solidaridad atenta a las necesidades de los más débiles".

 

5. Proteger los derechos económicos y sociales

 

La dignidad del ser humano, exige tenga derechos plenos al trabajo, acceso a protección de su salud, a educación, protección de la familia, y otros derechos económicos y sociales básicos. Poner en duda la legitimidad de dichos derechos, o regatearlos, vulnera esta dignidad indesconocible. El Papa (1998b) pide que haya una posición activa al respecto: "es importante rechazar cualquier intento de negar a estos derechos verdadera condición jurídica. Debe repetirse igualmente que es necesario involucrar la responsabilidad común de todas las partes-autoridades públicas, sector empresarial, y sociedad civil-para lograr la aplicación total y efectiva de los mismos".

 

6. Los pobres deben ser la prioridad

 

Una de las oraciones básicas de la fe cristiana, enseñada por Jesucristo dirige a la Divinidad este pedido" el pan nuestro de cada día, dánoslo hoy". La Divinidad puso a disposición de los seres humanos todo lo necesario para que ello fuera así. Sin embargo, casi la mitad del género humano carece de lo más imprescindible. Los danos que produce la pobreza son extremos. De modo realista el Papa (1999a) previene que "El problema de la pobreza es algo urgente que no puede dejarse para mañana". Efectivamente muchos de los efectos que genera son irreversibles después como los que provienen de la desnutrición infantil, la desarticulación de familias, las enfermedades de la miseria, la desocupación prolongada. Como resalta el Obispo Diarmuid Martin (2000) la pobreza hace imposible que los seres humanos puedan ser "esa imagen de Dios en cuya semejanza fueron creados". Por ello destaca "las situaciones de pobreza extrema constituyen una ofensa a la dignidad de la persona humana" y también a la Divinidad.

 

La gran pregunta formulada por el Papa hace mas de una década (1990) sigue resonando y es cada vez más actual: "Cuándo se trata de la negociación de la deuda externa, de la regulación de los mercados o de los proyectos de ajuste, ¿se presta suficiente atención al bienestar de los más pobres que deberían ser la verdadera prioridad?".

 

La doctrina social de la Iglesia se ha actualizado plenamente para los nuevos tiempos. Las direcciones bíblicas, y el mensaje de Jesús, fueron desarrollados para contestar a un mundo de fuertes contradicciones. El énfasis social se acentuó cada vez mas respondiendo al clamor de vastos sectores excluidos del derecho al desarrollo. El mensaje es denunciante, pone en el centro del debate mundial las formas múltiples de la exclusión social, pero al mismo tiempo ha adquirido contenidos cada vez mas propositivos. Sugiere grandes orientaciones para construir una economía internacional que responda a reglas éticas, y economías nacionales de perfil humano. Se trata en definitiva como lo expresara Juan Pablo II (1999b) al renovar la idea del Jubileo de impulsar "una nueva cultura de solidaridad internacional y cooperación, donde todos, particularmente las naciones ricas y el sector privado acepten responsabilidad por un modelo económico que sirva a todos". Esa visión la de un modelo para todos totalmente incluyente, y puesta al servicio de todos los seres humanos y de cada uno de ellos en su integridad, constituye una formidable contribución al futuro del genero humano.

 

El impacto del llamado de alerta de las religiones

 

El Antiguo y el Nuevo Testamento, el judaísmo y el cristianismo, tienen una visión de la realidad que pone en primer lugar la necesidad de enfrentar el sufrimiento cotidiano de grandes sectores de la humanidad, en un mundo en donde la posibilidad de bienestar parece hallarse al alcance de la mano. Ese sufrimiento tiene dimensiones enormes. Se estima (Pogge 2002) que 18 millones de personas mueren anualmente prematuramente por razones vinculadas a la pobreza. Son nada menos que la tercera parte de todas las muertes anuales. 50.000 muertes gratuitas por día, entre ellas 30.000 niños menores de cinco anos de edad. Por otra parte la disparidad de ingresos de unos y otros ha alcanzado niveles que las Naciones Unidas (1999) califican de "grotescos". Los activos combinados de las tres personas más ricas del mundo son superiores al Producto Nacional Bruto sumado de los 48 países menos adelantados.

 

¿Cuál es el impacto que frente a estas situaciones puede tener la visión religiosa?  ¿En qué medida puede contribuir de modo concreto a mejorar estas realidades?

 

En primer lugar, como se menciono, la visión del judaísmo y el cristianismo, y lo mismo sucede con otras religiones, liga integralmente la visión con la acción. La vivencia religiosa integral conduce naturalmente a la necesidad interna de ayudar al otro. De ser coherente con el mensaje de amor transmitido por la Divinidad. Movilizados por es compromiso interno, millones y millones de personas practican la solidaridad activa, desde sus convicciones religiosas, incorporándose a organizaciones voluntarias ligadas a su fe, y de todo orden. El mundo de la actividad social voluntaria vinculadas a las religiones ha crecido aceleradamente. Desempeña un papel significativo en la gran expansión del movimiento voluntario en el mundo que lo ha llevado según los estimados a generar mas del 5% del Producto Bruto en diversos países desarrollados, y a cumplir un rol muy relevante en muchos países en desarrollo.

 

Ese es un impacto directo. La movilización de amplios sectores, mediante la entrega de horas de trabajo, el aporte de sus conocimientos, la recolección de recursos, y muchas otras modalidades para ayudar a seres humanos concretos. Ello no modifica los problemas estructurales de pobreza, pero salva vidas a diario. Tiene por tanto un valor inestimable, y además envía un mensaje poderoso.. El texto talmúdico señala así que "Quien salva una vida es como si salvara a toda la humanidad"(Talmud Ierushalmi, Sanhedrin, cap.4, 22ª.).

 

Ello bastaría para concluir que las religiones tienen un impacto humanitario de primer orden. Pero hay otro conjunto de implicancias muy especiales en la posición que las religiones han adoptado en materia social. Amplios sectores de ellas se han convertido en abogados de hecho de la causa de los pobres. La "opción preferencial por los pobres" de la Iglesia católica, y la concepción de justicia social de los Profetas, hebreos, se alzan para representar a quienes son casi invisibles, y no tienen voz mayor en las grandes decisiones.

 

En primer lugar la visión social de las religiones plantea que es necesario recuperar en lo cotidiano los valores éticos que son los inicios que dan sentido a la vida personal, familiar, y a la historia. Dichos valores no son una imposición, se hallan en la naturaleza de la criatura humana, y su promoción es la que permite a los seres humanos alcanzar la armonía interior, y la plenitud. Entre ellos se hallan el amor, la solidaridad, la justicia, la rectitud, la superación de las discriminaciones de etnia, genero, color, un otra índole, el respeto a los ancianos, la protección de los niños, el fortalecimiento de la familia, la eliminación de la corrupción, la integridad, la autenticidad, la verdad, la humildad. Su ejercicio es relacional, y pueden llevar a lo que Martín Buber (2000) llamaba "Encuentros entre un yo y un tu", que son los espacios en donde la plenitud parece hallarse cercana.

 

En segundo lugar postula que hay una contradicción muy fuerte entre el discurso acerca de esos valores que es casi consensual. Todos aceptan su importancia, y la necesidad de practicarlos, y los hechos diarios que los vulneran con toda frecuencia. Así entre otros casos, en el discurso los niños deben ser lo primero, les corresponde la máxima protección, y el acceso a un marco familiar cálido, educación y salud. Las cifras indican que son el sector más pobre del mundo. Sus promedios de pobreza superan los promedios generales. Sus familias son desarticuladas en muchos casos ante el embate de la pobreza.

 

Existe una gigante población de niños que se ven obligados a trabajar," esclavitud forzada" lo llama la Organización Internacional del Trabajo... Aumentan los niños abandonados que viven en las calles de numerosas ciudades de los países en desarrollo, condenados a una muerte temprana. Grandes contingentes no tienen acceso a protecciones básicas de salud, y muchos no completan los primeros anos de la escuela por falta de condiciones mínimas para hacerlo. En vastas zonas del planeta, los niños no son los primeros sino los últimos. La visión social de las religiones analizadas marca con fuerza contracciones de ese orden entres los valores éticos declamados y las practicas concretas.

 

En tercer lugar, judaísmo y cristianismo comparten una concepción muy definida respecto a la propiedad de los bienes materiales. La Divinidad ha concedido a los seres humanos riquezas naturales incontables, y plenas posibilidades para explotarlas y desarrollarlas. Pero el mandato es que esos bienes que en definitiva pertenecen a la Divinidad, deben ser compartidos. En la medida en que los utilicen en beneficio colectivo serán buenos administradores de los bienes entregados por la Divinidad, y ellos se verán multiplicados. Una reconocida autoridad talmúdica Steinzaltz (1985) plantea que si en cambio, no los comparten, y no hacen solidaridad, porque se creen arrogantemente quienes los han originado en forma exclusiva, caen de hecho en idolatría, están desconociendo a la Divinidad, al colocarse a sí mismos como el origen de todo. La doctrina católica que como la judía reconoce la propiedad privada la ve como señala Martín (2000) en situación de dialogo con el principios del destino universal de los bienes creados. La propiedad privada de hecho se encuentra bajo una hipoteca social, lo que significa que tiene una función intrínsecamente social". Por ello el Papa Juan Pablo II (1999c) ha resaltado por ejemplo que los derechos privados en el ámbito de la propiedad intelectual deben estar acotados por consideraciones de bien común. Ha dicho que "no puede aplicarse únicamente la ley del beneficio económico a aquello que resulta esencial para luchar contra el hambre. La enfermedad y la pobreza".

 

En cuarto termino, desde estas y otras bases, dichas visiones hacen un llamado a la acción transformadora. Consideran que la mayor amenaza es la insensibilidad. Las injusticias actuales nos conciernen a todos. No son problemas personales de los pobres. Son problemas colectivos, que relevan profundas fallas éticas en nuestras sociedades. El Papa Juan Pablo II (1990) habla "de que las causas de las exclusiones no son naturales, sino mortales. Señala que: no se puede pasar por el papel misterioso del pecado de los hombres en los atentados a la solidaridad que padece una parte grande de la humanidad". La pasividad, o la inacción forman parte de esos pecados. La coherencia exigida pasa por actuar.

 

Estos llamados a poner en el centro aquello que siempre debió estarlo, los valores éticos, a transparentar las hipocresías cotidianas, que muestran una gran brecha ética entre los valores y las prácticas, y a actuar, son mensajes en el vacío sin posibilidad de consecuencias prácticas.

 

La realidad parece indicar lo contrario. Las demandas que de ellos surgen se hallan perfectamente al alcance si hubiera una voluntad ética firme.

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