Sábado, 20 de abril de 2024

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De la sociedad de la mentira

por Luis Antequera

            ¿No les ha pasado a Vds. como me pasa a mí, que ya no confían en casi nadie y que les da la impresión de que todo el mundo miente y lo hace sin que se le mueva el bigote? Creo que si existiera el índice que midiera la cantidad de mentiras emitidas cada día en nuestra sociedad, éste se habría multiplicado por cien en los últimos años. Da la impresión de que la verdad fuera no sólo innecesaria, sino hasta inconveniente, y que el lenguaje hubiera perdido esa finalidad originaria llamada veracidad, sustituída por una nueva llamada confort y buen rollito. Ya no importa estar enfermo o no, importa que el médico no nos lo diga para que podamos continuar viviendo como si estuviéramos sanos.
 
            No descubro nada si afirmo que en todos los grupos humanos, la influencia mayor la ejerce siempre el que gobierna, el cual no sólo determina lo que hay que hacer y lo que no, sino que se convierte en espejo de comportamientos y conductas que los gobernados terminan por copiar. Por eso, no es casual en todo esto que nuestro Gobierno haya mentido tanto como lo ha hecho.
 
            El proceso es grave y la mentira se ha instalado en modo tal entre nosotros, que nos hallamos ya en la segunda fase del mismo, aquélla en la que el engañado, para aceptarla, sólo pide que la mentira sea de calidad, esto es, difícilmente desenmascarable. Y eso, si no hemos superado también la fase y nos hallamos ya en la tercera, aquélla en la que ni siquiera importa que la mentira sea de calidad si nos da confort y salva el buen rollito.
 
            ¿Se pueden Vds, creer, sólo a modo de ejemplo de cuanto ocurre, que en la manifestación del pasado sábado, el Gran Wyoming se presentara como... ¡¡¡la víctima de la paliza que le dieron a Hermann Terscht!!! mientras hablaba de la persecución a la que se le estaba sometiendo... ¡¡¡a él!!!? Lo malo no es que el argumento fuera tan falaz como desenmascarable, lo peor es que todos le apludieran la ocurrencia y nadie le recordara que quien estaba en el hospital... ¡¡¡era Terscht y no él!!! ¿Se acuerdan Vds. de aquel conductor que atropelló a un niño y le pedía a los padres indemnización por el perjuicio que el atropello le causó en el coche?
 
            Si alguna vez no lo entendí, entiendo ahora porqué la mentira es el pecado tan grave que es, como entiendo el verdadero alcance de aquella afirmación según la cual, sobre la mentira no es posible construir. Mi deseo es que la mentira vuelva a ser pecado, como siempre lo fue, y que, de una vez, deje de serlo la verdad, aunque los médicos tengan que volver a decirnos que estamos enfermos como único medio de, a partir de ahí, procurar nuestra curación.
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