Martes, 23 de abril de 2024

Religión en Libertad

PADRE RAFAEL HERNÁNDEZ URIGÜEN

Un sacerdote dedica un libro a la ética y el crecimiento personal de los asistentes de dirección

Ser secretario es algo serio..., y ético, y benéfico para la empresa, explica en su nuevo libro sobre asistencia de dirección y crecimiento personal el capellán de la Escuela de Asistentes de Dirección de la UNAV en San Sebastián, Rafael Hernández Urigüen.

Miriam Díez i Bosch/Zenit

El padre Rafael Hernández
El padre Rafael Hernández
El padre Hernández es profesor y capellán en la escuela ISSA (School of Management Assistants) (Escuela de Asistentes de Dirección), centro situado en San Sebastián, perteneciente a la Universidad de Navarra. Han pasado por ella 3.000 graduados al cabo de los años en el campo de los negocios y la asistencia de dirección.
 
Las páginas del libro «Asistentes de Dirección: crecimiento personal/ excelencia corporativa» (Editorial EIUNSA, Madrid, 2009), desvelan como la ética penetra la vida del secretario o de la secretaria de dirección, piezas clave de confianza de las cúpulas dirigentes. En un momento de corrupción y crisis, la obra apuesta por dar realce a la realidad del secretariado de dirección, una función que con virtudes puede cambiar la misma empresa.

El leitmotiv es claro: no se puede hacer el bien sin trabajar bien.

- Siempre me lo decía mi padre: los secretarios son los que cortan el bacalao. Su libro lo corrobora...
- Su padre conocía muy bien el funcionamiento de la empresa. En el libro se  muestran con más de cien testimonio s las amplias competencias y facultades que desde hace años disponen los profesionales del management assistance y en general las secretarias y secretarios de Dirección, ya que como se afirma en sus páginas, en la actualidad no son ya  meros «ejecutores» de órdenes  e indicaciones, sino más bien «ejecutivos» colaboradores muy estrechos del equipo directivo.

Al ser personas de confianza, tanto personal como corporativa gozan cada vez de mayor autonomía y se fomenta en ellos la proactividad. Importa mucho, por tanto que  no «corten el bacalao» «por libre» o según caprichos arbitrarios, sino disponiendo de un buen bagaje de virtudes y valores éticos.

- Y en momentos de crisis, ¿por qué reviste tanta importancia la figura del secretariado de dirección?
- Ante la  actual crisis económica, ocasionada  en gran parte por acciones antiéticas y por malas decisiones financieras y económicas,  ha vuelto  a ponerse de manifiesto la prioridad de la formación y el reciclaje ético en todos los estamentos, y de manera muy particular en los ámbitos empresariales.

El «bacalao» habrá que cortarlo con justicia, equidad y solidariamente, pensando en el bien de la empresa y en el bien común, no para el propio beneficio personal, o para los amigos más cercanos.

Quien tiene temple ético trabaja siempre «pensando global» (en el bien común, la dignidad de la persona humana, los objetivos justos de la empresa y organización) y «actuando local»: trabajando bien,  guardando el secreto profesional, favoreciendo la buena comunicación con la veracidad, la lealtad. El compañerismo…

- ¿Qué es lo que constituye la «excelencia personal» como usted sugiere?
- Sin duda, la tesis de «Asistentes de Dirección…», que sigue siendo el primer libro de ética específico para secretarios,  se resumiría así: «Crece en valores y virtudes y alcanzarás la excelencia humana». Un equipo de mujeres y hombres que trabajen «virtuosamente» generan un concentrado de sinergias que terminan configurando empresas y organizaciones hasta convertirlas en excelentes.

La imagen corporativa de la empresa es la suma de la calidad personal de quienes trabajan en ella. Aún recuerdo lo que me marcó durante mi infancia el lema de la empresa de mi padre: «Una empresa vale lo que valen sus hombres». En las páginas  de «Asistentes de Dirección…» se ejemplifican los rasgos de esa «excelencia personal» sobre tres pilares que señaló hace años Arantza Larraz,  una de las más recordadas profesoras de ISSA: «Competencia profesional, nivel cultural y categoría humana». Esos tres pilares de la excelencia sustentas virtudes y valores.

El libro sostiene que  aunque nadie confunda bien útil con bien moral, es indudable que no se puede hacer el bien sin trabajar bien. El bien merece ser bien realizado.

En la Filosofía clásica no sólo se pedía hacer el bien, sino realizarlo con belleza y llegaba a considerarse la ética como el arte de vivir. El trabajo es una de las dimensiones constitutivas del hombre y al igual que la inteligencia, la voluntad, el ser libre y la capacidad de establecer comunión con los otros.

- ¿«Crecer como persona» siendo secretario en qué es distinto de hacerlo siendo un jefe?
- Siendo asistentes, secretarios ejecutivos, etc.,  la laboriosidad,  la discreción, la lealtad y las demás virtudes y valores humanos, se encuadran en  el marco de quien es colaborador o colaboradora muy estrecha de los directivos.

Por tanto, la disciplina, la docilidad, la flexibilidad y otras cualidades humanas se concretan para personas que «obedecen» y al mismo tiempo, sin servilismo,  toman muchas iniciativas que aportan creatividad a las tareas, objetivos y trabajos.

Las virtudes y valores humanos coinciden con los de los «jefes», respondiendo a su pregunta. Pero el modo concreto como esos valores se realizan presenta características propias y diferentes a las de quienes dispongan de la definitiva capacidad de decisión: un ayudante de dirección, una secretaria o secretario ejecutivo no tiene las competencias de un Consejo de Administración. O de la Directora o Director General de una empresa.

- Ahora todo es intercultural. Usted habla de «empresa intercultural». ¿Qué implica, la ética empresarial en un entorno intercultural?
- Efectivamente en la cuarta  parte de «Asistentes de dirección…» se abordan los problemas  y las posibilidades de la empresa intercultural,  por primera vez, desde la perspectiva del secretario ejecutivo o el ayudante de dirección.

En el primer libro de ética  editado en el mundo para management assistants, no podía faltar esta referencia. La movilidad geográfica, la globalización, y los distintos estilos de trabajar personas de diferentes civilizaciones  definen el mundo empresarial en el que vivimos.
 
La dimensión ética, que es el motivo de todo este libro, tendrá en cuenta el mundo de los valores personales, sociales y culturales mirándolos como algo positivo, esto es, y perdón por la redundancia, valorándolos.

Una tradición religiosa o civilizatoria que no respete los derechos humanos, la ley natural, por expresarlo en términos más precisos, no ha de intentar imponer sus contravalores como «riquezas» en pro de la diversidad.

Un contravalor, o un antivalor, por su misma índole carece en absoluto de voz o derecho a imponerse en el conjunto de la multiculturalidad con pretensiones de integración hacia una pretendida interculturalidad.

Integrarse en un conjunto de encuentro y armonía con prácticas de eliminación del otro, o de disminuir su dignidad, no es verdadera integración, sino parasitismo que explota su situación de impunidad –se trata de una tradición que el estado de derecho respeta- para eliminar, o disminuir al otro, indefenso.
 
Las tesis que defiende el libro coinciden con muchas de las ideas que después he encontrado en un magnífico y reciente documento del Papa: «Caritas in veritate». Pienso que esta encíclica de Benedicto XVI aporta ideas y líneas de fuerza que pueden servir para cualquier profesional de buena voluntad, sea cristiano o no, a replantearse sus actitudes éticas en el mundo de la empresa y organizaciones. Las líneas de fuerza que  pivotan sobre  la justicia y el amor como fuentes nativas de cualquier proyecto, la perspectiva constante del bien común, y la innovación inspiradas en una gratuidad solidaria, sin duda terminarán transformando el mundo empresarial.

La lectura de este documento me impulsó a abrir un foro gratuito de consulta y coaching ético para que puedan intervenir asistentes y secretarios de todo el mundo, aportando también sus testimonios y experiencias:
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