Jueves, 28 de marzo de 2024

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Consolar al Triste

por Creo, Señor, aumenta mi fe

Triste es quien por una situación actual, se siente con el ánimo deprimido y con ganas de echarse a llorar.
   La causa de la tristeza y depresión son variadas. Un tercio de los chicas/os de los Estados Unidos de 13 años tienen síntomas de depresión. El 1% de los nacidos antes del 1905 fueron depresivos. Hoy el 6%. Hemos pasado de alcanzar metas luchando, a <>. Muchas veces la depresión está relacionada con la droga, el sexo, etc. Hemos perdido, en gran parte el aliciente de ideales valiosos: Dios, nación, familia y deber…
   En la Palabra de Dios descubrimos dos aspectos con relación a esta obra de Misericordia. Primero el hecho de la consolación. Segundo la invitación a la alegría y a la esperanza. Ello nos indica que la tristeza y la desesperación nos acechan desde siempre.
   Israel, Jerusalén tienen la sensación de estar abandonadas por el Señor. En las lamentaciones y en los salmos se percibe frecuentemente. “Llamé a mis amantes, pero me han traicionado; mis sacerdotes y mis ancianos murieron en la ciudad, mientras buscaban alimento para recobrar las fuerzas”. (Lam 1, 19) “Sión decía: Me ha abandonado el Señor, mi dueño me ha olvidado”. (Is 49, 14) Sin embargo, su fidelidad  a la alianza, le hace ser fiel Consolador: “Consolad, consolad a mi pueblo dice vuestro Dios; Hablad al corazón de Jerusalén, gritadle que se ha cumplido su servicio y que está pagado su crimen”. (Is 40, 1) Consuela con la bondad de un pastor: “Como un pastor que apacienta el rebaño, reúne con su brazo los corderos y los lleva junto a su pecho;  cuida el mismo de las ovejas que crían”. (Is 40, 11)
    Jesús es anunciado como Consuelo de Israel: “Había entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel”. (Lc 2, 25) Proclama la bienaventuranza: “Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados” (Mt 5, 5) Da coraje  en los pecados y la enfermedad: “¡Ánimo, hijo!, tus pecados te son perdonados. (Mt 9, 2) “¡Animo, hija!, tu fe te ha salvado! (Mt 9, 23) Llora por su amigo: “Jesús se echó a llorar” (Jn 11, 35) Ofrece alivio a los cansados y agobiados: “Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré”. (Mt 11, 28) “Bendito sea Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de todo consuelo”. (2  Cor,1, 3) La última acción del Dios misericordioso será: “Y Dios enjugará las lágrimas de sus ojos”. “Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni duelo, ni llanto ni dolor, porque lo primero ha desaparecido.” (Ap 7,17; 21, 4)
   La vida pastoral nos muestra el sufrimiento de las personas más allá de los medios de comunicación. La tristeza del alma más o tan fuerte como la del cuerpo.
   Consolar a tantas personas tristes es una obra de misericordia preciosa. Permanecer junto a ellas es un amor exquisito. Consolar, frecuentemente es acompañar. Nos corresponde estar con cariño. A veces, llorar con amor.
   En los momentos duros de las personas no es el tiempo de acusar o de mostrar nuestros enfados. Hemos recibido el Espíritu Consolador, dejémosle actuar para bien de nuestros hermanos. Jesús fue confortado en la hora triste de Getsemaní. “Y se le apareció un ángel del cielo que lo confortaba”. (Lc 22, 43)
   La tristeza de las personas abunda. Ser ángeles del consuelo es importante para nuestros hermanos.
 
 
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