Viernes, 19 de abril de 2024

Religión en Libertad

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Carta abierta al sacrílego de Pamplona

por No tengáis miedo

No sé qué pretendías exactamente con tu “obra”. Si era provocación, ruido mediático, darte a conocer… lo has conseguido. Si era denunciar públicamente los pecados de la Iglesia, no hacía falta todo esto. Si era alimentar el fuego de la confrontación y el odio, has errado.
 
Hace tiempo que la Iglesia condena y persigue la execrable abominación de la pederastia. Con dolor la ha sufrido, y con valentía la ha denunciado y persigue. Identificar a toda la Iglesia, a sus millones de fieles, a sus miles de honestos y entregados religiosos, como pederastas, es muy falaz e injusto. Ya puestos, podríamos ir a la puerta de una escuela infantil, sacar los juguetes de los peques, y escribir “pederastas” delante de la escuela con dichos juguetes, dados los numerosos casos de pederastia entre los profesores. O hacerlo delante de una casa cualquiera, pues es entre los padres donde se produce el mayor número de abusos a los niños.
 
Pero es que además, toda denuncia, toda protesta, o esto que pretendes llamar “arte”, pierde su sentido cuando se crea usando como medio la ofensa a otros. Tú denuncias el abuso sexual de los niños, en su cuerpo, en su alma, en su inocencia. Y para ello has abusado de otro cuerpo, el de Jesucristo, humillándolo. De otras almas, las de los millones de católicos, que sufren viendo el sacrilegio a nuestro Señor. Y de otras inocencias, las de los niños católicos (quizás a estos no quieras protegerlos, no sé), escandalizados también por tu acción. No me importa que tú no creas que ahí está Cristo. Lo creo yo; para mí es sagrado, como la infancia de un niño, como toda vida humana. Debería bastarte.
 
Y no, no vas a tener mi odio. Ni mis represalias. Nuestro Señor ya fue humillado hasta el extremo, hasta morir, por todos nosotros. También por ti, aunque pases toda tu existencia sin creerlo o importarte. En este sentido no has inventado nada nuevo. Hay un símbolo mayor que tu palabra formada por formas consagradas; y no incluye sólo a la pederastia, sino tu orgullo y soberbia, y el mío, y toda obra de maldad cometida por cualquier hombre a lo largo de la historia, pasada, presente o futura. Es precisamente la cruz de Cristo. Ella denuncia todo pecado, y ella a su vez lo sana, lo redime. Ella sí es digna de exposiciones, y es más bella que la más increíble creación artística. Si clamas por justicia, por Verdad, no tendrás la respuesta insultando, ridiculizando o humillando a los católicos. La tendrás abrazando esta cruz. Ojalá lo descubras algún día, antes de que llegue tu hora.
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