Jueves, 18 de abril de 2024

Religión en Libertad

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Inicio del Año Santo Sacerdotal

por Juan García Inza

El próximo viernes, 19 de Junio, fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, se inicia el Año Santo Sacerdotal convocado por el Papa Benedicto XVI con motivo del 150 aniversario de la muerte de Santo Cura de Ars, Juan María Vianney. Es una gran oportunidad para que los sacerdotes podamos profundizar en nuestra vocación y en la Gracia de nuestro Ministerio, y para que los laicos recen a Dios para que nos libre de todo mal y seamos realmente santos. No son tiempo fáciles para la Iglesia, pero de un modo especial para esta parte visible que somos los sacerdotes. Pero en realidad nunca lo ha sido. Para el Santo de Ars tampoco. Lo encuadramos en su contexto histórico. La revolución francesa surge en 1789. En 1791 entra en vigor la Constitución civil en la comarca de Lyon, pero en 1973 esta ciudad se alza contra la Convención, levantamiento que lleva a las tropas de la república Francesa a asediar la ciudad de Lyon durante dos meses. La represión es terrible, la guillotina funciona sin parar; la sangre corre y llegan a morir alrededor de veinte mil lyoneses. El ejército de la Convención pasa sin cesar por Dardilly, pueblecito a las afueras de Lyon, donde el niño Juan María Vianney vive este clima de terror a sus siete años. La Convención exige a los sacerdotes que juren la nueva Constitución, separándose de la Iglesia Católica. Los sacerdotes que no juraban eran encarcelados y ejecutados en veinticuatro horas; para evitarlo, se ocultan o esconden; quien delate o descubra a un sacerdote no juramentado recibirá cien libras de recompensa. En la casa de los Vianney se refugian muchos sacerdotes. El cura de Dardilly presta juramento, pero en 1794 la persecución religiosa se endurece y es cerrada la iglesia del pueblo. Los cristianos viven su fe en la clandestinidad. Juan María hace su primera confesión con uno de los sacerdotes escondidos. Sus padres le envían a Ecully –a seis kilómetros- a prepararse para la primera comunión con unas monjitas que, en secreto, enseñan a los niños. A los trece años recibe la primera comunión con otros catorce niños a escondidas: en la ventana ponen una carreta cargada de heno que les oculta. Les da la comunión el sacerdote Groboz, que va de aldea en aldea, jugándose la vida, impartiendo los sacramentos. Con toda esta experiencia, Juan María ve el mundo dividido en dos: el bien y el mal, la fuerza del bien y la fuerza del mal. Ve personas que hacen el bien, y personas que hacen el mal. Las primeras crean y transmiten felicidad, amor, paz… Las segundas, lo contrario. Tiene la clara visión de que la bondad está en Dios y en quien vive con Dios; su bondad le lleva a desear, para él y para todos, el vivir con Dios; desea que todos capten que Dios les ama, que todos sean buenos cristianos, que todos cuiden la buena vida del alma. Vivir con Dios o vivir para el mundo: esa es la decisión. Y… ¡qué suerte vivir con Dios! Juan María llegó con dificultad a ser sacerdote. No era muy apto para los estudios de Filosofía y teología. Pero por la Gracia de Dios se ordenó sacerdote. Fue nombrado párroco de un pequeñísimo pueblo que, sin pretenderlo y sin salir de allí en toda su vida, alcanzó una notable fama en toda Francia. No escribió nada: con dificultad, y con bastantes años, aprende a leer y a escribir. Llegan a echarle del seminario por suspender en los estudios. Pero al cabo de los años personas importantes de toda Francia irán a Ars para escuchar su consejo; y el Emperador de Francia le da el prestigioso título de Caballero de la Legión de Honor. Toda su fama le vino de su actividad, pero toda ella la desempeñó en un sencillo altar de una vieja iglesia, y encerrado en un “caja” de madera carcomida que era su confesionario. Los penitentes que llegaban de toda Francia ya no cabían en el pueblo. Las conversiones cada vez eran más frecuentes. Dios le concedió el don de sabiduría para decir en cada momento lo que era más conveniente, y el don de discernimiento para conocer a las almas que venían a confesarse con él, antes de que le dijeran nada (Cfr. “Orar con el Cura de Ars”, D. de Brouwer, es un sencillo instrumento de bolsillo para hacer oración con la vida y doctrina del Santo Cura de Ars). El cardenal Prefecto de la Congregación para el Clero dice: “Deberá ser un año positivo y propositivo en el que la Iglesia quiere decir, sobre todo a los sacerdotes, pero también a todos los cristianos, a la sociedad mundial, mediante los mass media globales, que está orgullosa de sus sacerdotes, que los ama y que los venera, que los admira y que reconoce con gratitud su trabajo pastoral y su testimonio de vida”. En este Año Santo Sacerdotal que comenzamos pedimos a todos perdón por nuestro fallos, y una oración para que seamos fieles a nuestra vocación de ministros del Señor y pastores de almas. Juan García Inza
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