Miércoles, 24 de abril de 2024

Religión en Libertad

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Deseo de no estar aislado.

por Juan del Carmelo

Nos guste a no nos guste, la realidad es que todos los seres humanos, estamos siempre solos en los momentos más transcendentales de nuestras vidas. Solos venimos al mundo y solos partiremos de él. Solos amamos, y solos sufrimos, nadie puede sufrir, ni nadie puede amar en lugar de nosotros y de la forma en que nosotros amamos o sufrimos. Ninguna otra persona sentirá completamente como nosotros, el amor o el sufrimiento. Cada uno de nosotros es una criatura única, y todos tenemos un carácter solitario que es una faceta de nuestro carácter único. La cuestión, es si dejamos que nuestro carácter solitario, se transforme en aislamiento o si dejamos que nos lleve a la soledad. Veamos. Tenemos que aprender a distinguir la soledad del aislamiento. El aislamiento es doloroso; la soledad es pacificadora. El aislamiento nos hace apegarnos a los demás con desesperación; la soledad nos permite respetar a los demás en su carácter único y crear comunidad. Dejar que nuestro carácter solitario se transforme en soledad y no en aislamiento, es una lucha que dura toda la vida. Hay que distinguir entre soledad y aislamiento. La soledad es algo muy positivo, sobre todo, si esta es buscada por el ser humano para unirse más íntimamente con su Creador, pues goza de un componente de orden espiritual. En la soledad siempre contamos con el amor del Señor, en el aislamiento no, porque si contásemos con Él, el aislamiento dejaría de serlo para transformarse en soledad. Hay personas que buscan denodadamente esa soledad fecunda, que nos facilita una perfecta unión con el Señor. Esa soledad y silencio que solo es posible encontrar en la paz del desierto espiritual, es la clase de soledad que algunos desean que también sea una soledad de orden material. Para ello van buscando una cartuja, un desierto, un yermo o simplemente un monasterio, para estar de por vida o en retiros y ejercicios espirituales. El miedo y el ansia o deseo que la persona tiene, no es el de no tener soledad, sino el de encontrarse aislada. El aislamiento a diferencia de la soledad, tiene un componente de orden material, el ser humano es eminentemente sociable, y unos más y otros menos, todos necesitamos el contacto humano. El deseo de no estar aislado, nos viene creado por Dios, cuando nos creo a su imagen y semejanza y a continuación dijo: “…, no es bueno que el hombre esté solo; voy hacerle una ayuda proporcionada a él”. (Gn 2,18). El aislamiento es la enfermedad más grande de los tiempos modernos. El aislamiento es hoy en día, una de las fuentes más extendidas del sufrimiento humano. Las raíces del aislamiento son muy profundas y no pueden ser modificadas, tal como se intenta por los medios de difusión, mediante anuncios optimistas, con imágenes de amor sustitutivas, ni tampoco por la solidaridad social gubernativa. El aislamiento humano, que muchos hermanos padecen, tiene sus últimas raíces en la vida de espaldas al Señor. Por esta razón, todos los que vivimos en gracia y amistad con el Señor, estamos obligados a vivir la caridad fraterna, estamos obligados, llevar el mensaje del Señor a todos los que se encuentran aislados. Porque todos formamos partes del Cuerpo místico de Cristo, y todos somos sarmientos unidos a una única vid que es el Señor. Y no debemos de olvidar aquello que se dice de que la gente se salva y se condena en racimos. Dada la actual estructuración de la familia y el proceso de disgregación que se ha originado en ella, se ha acentuado en nosotros aún más el deseo de no encontrarse aislado. Sobre todo en las grandes ciudades, donde la falta de contacto entre las personas es mucho mayor que en el medio rural. Este problema del aislamiento humano, es mayor entre las personas de más edad. Hoy en día, no es extraña la noticia de que un jubilado o una jubilada que vivía sola y solo han sido encontrado muerto en su casa, llevando fallecido varios días. Henry Nouwen, fue en vida un sacerdote holandés que ejerció una parte muy importante de su ministerio, en Norteamérica. Escribió bastantes libros haciendo referencia a los problemas actuales de nuestra sociedad y en uno de ellos, nos advierte contra la ilusión de creer, que quienes nos rodean pueden eliminar nuestra sensación de aislamiento. Cuando el deseo de eliminar nuestro aislamiento, nos aleja de nosotros y de nuestra soledad fecunda, arrojándonos en brazos de nuestros compañeros de vida, de hecho estamos lanzándonos a relaciones dolorosísimas, a amistades agotadoras, y a abrazos sofocantes. Ningún amigo ni amante, ningún marido ni esposa, ninguna comunidad ni comuna, podrán poner a descansar nuestras más profundas ansias de unidad y el complejo de aislamiento. Uno puede tener tantos amigos como estrellas hay en el firmamento y sentirse tan solo como el ser más desesperado de la creación. Cuando un ser humano está aislado, se esconde y se encierra tras los muros psicológicos, ya no se comunica; la vida ya no fluye en él. Todos tenemos necesidad de amigos. Estos son como una seguridad, todos nos sostenemos mutuamente con nuestros amigos. Con ellos podemos cambiar, arriesgarnos a vivir. Pero nunca olvidemos que nuestro mejor amigo y el único bálsamo para remedio de todos nuestros males es el Señor, Él nunca nos fallará. Tal como decía Santa Teresa en sus conocidos versos: Quien a Dios tiene nada le falta. Solo Dios basta. Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
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