Jueves, 18 de abril de 2024

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De cercanos a empalagosos

De cercanos a empalagosos

por Duc in altum!

  En los años posteriores al Concilio Vaticano II, se dieron pasos muy importantes en lo que se refiere a la cercanía del enfoque pastoral. Es decir, evitar la frialdad y la rigidez en el trato, pasando de “paredón” a “hospital de campaña”; sin embargo, hay que reconocer que en algunos casos se nos ha pasado la mano, confundiendo la cercanía, el interés por el otro, con ser empalagosos, pesados en las palabras y en los gestos. A veces, se tiene la impresión de que los serios son distantes, indiferentes al dolor de los demás. ¿La “razón”? No dan muchos besos y/o abrazos, pero esto corresponde a un estereotipo injusto, porque cuando tenemos un problema, lo que menos queremos es encontrarnos con alguien tan empalagoso que sea incapaz de escucharnos. Necesitamos darnos cuenta que lo que el mundo nos pide, es comprensión en lugar de exageración en las muestras de afecto. Para interesarnos por lo que alguien se encuentra viviendo en su casa o trabajo, no hace falta mirarlo sin parpadear, sino estar al pendiente, escucharlo, acompañarlo. La clave para no pasarse de la raya, es respetar su espacio vital. En otras palabras, dejarlo respirar.

   Por ejemplo, el papa emérito Benedicto XVI, fue criticado por ser muy formal en su trato. Una valoración injusta, porque cuando le planteaban alguna pregunta relacionada con el sufrimiento, mostraba una atención significativa, cálida, especial. Conectaba siendo él mismo, porque ¿quién dijo que para estar cerca del ser humano hay que llenarlo de frases cursis? Una cosa es cuidar el buen modo y otra, totalmente distinta, incomodar con gestos exagerados o empalagosos.

 Algo similar podemos decir de los encuentros, celebraciones y audiencias con el papa. A cualquiera nos daría gusto encontrarnos con Francisco, pero por mucho que lo apreciemos, no estaría bien que saltáramos encima de su comitiva. Se trata de un papa cercano, amable, pero hay que ponerse a pensar el caos que se genera cuando alguien decide pasarse y jalonearlo. Si es posible saludarlo, ¡adelante! Pero llenarlo de abrazos puede complicarle su paso en medio de tantas personas. Hay que ser prudentes.

  Volviendo al punto principal, nos toca estar abiertos a las necesidades de los demás. Esto es, compartir su suerte, pero siempre con naturalidad. Las personas nos esperan y, aunque no hay que tener miedo a la ternura, es importante saber respetar los momentos y los espacios. Dejémonos interpelar por la realidad de nuestro tiempo sin estereotipos.
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