Sábado, 20 de abril de 2024

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Sigue el Holocausto

por Juan García Inza

Acabo de llegar de Polonia, en donde he podido constatar la amarga experiencia vivida en aquella tierra con el histórico exterminio nazi en los campos de Auschwitz. Allí murieron cruelmente miles de judíos, gitanos y religiosos católicos, como el P. Kolve, Edith Stein y otros muchos sacerdotes. Cuando compruebas in situ el refinado programa de exterminio llevado a cabo por el nacional socialismo alemán, viene pronto a la mente la duda de si aquellos verdugos tenían o no corazón de carne, sentimientos humanos. ¿Cómo es posible que se llegue a tal grado de crueldad con hombres, mujeres y niños? Pero vuelvo a la realidad de España y te encuentras con la batalla por el aborto. El nuevo holocausto de seres humanos inocentes, llamados a la vida y privados cruelmente de ella. Y uno no puede menos de pensar si realmente todos los que defienden esta matanza de los nuevos tiempos tienen su mente debidamente organizada y el corazón en su sitio. Leo en la prensa frases como estas: “Se pretende calificar el aborto como un derecho que debe ser protegido por el Estado”. El holocausto nazi fue protegido e impulsado por el Estado. “Se establecen plazos de gestación y de presencia humana de los que no es posible dar razón suficiente”. Parece que es el Estado el que dictamina cuando un ser humano empieza a existir. En el programa nazi se establecían quien podría ser considerado como persona. Es volver a la cultura, o mejor incultura, de la esclavitud. “Todo el mundo tiene derecho a opinar. Los obispos tienen una responsabilidad muy grande, aunque dentro de su ámbito”. ¿Cuál es su ámbito? ¿Los templos, las sacristías, los claustros...? Los abortos se practican en las clínicas, los hombres están en las calles, los problemas están en la vida. Y la Verdad debe acompañar al hombre allí donde se encuentre. “La Conferencia Episcopal tiene que comprender que en el ámbito de lo público la única moral posible es la de la Constitución”. Esto se llama dogmatismo político y moral laicista. Los obispos no pueden defender la verdad y la vida. Los gobiernos tienen todo el derecho de programar la muerte, el bien y el mal. “La Iglesia no tiene ningún derecho a desmerecer o deslegitimizar las decisiones del Congreso”. ¿Todo lo que dice el Congreso es infalible? ¿Está en las Cortes la fuente de la Verdad? La Iglesia tiene el derecho a replicar desde su ámbito a todo lo que se ponga al margen del bien común, de lo legalmente ilícito desde punto de vista del Derecho Natural. Cuando recorría estos días los amplios recintos de los campos de concentración de Auschwitz, y contemplaba horrorizado las reliquias del exterminio: el pelo de las víctimas, los recuerdos de familia, los zapatos de los niños, los barracones donde malvivían los condenados a muerte, los hornos crematorios, las cenizas… Uno pensaba que todo aquello fue programado por un régimen elegido democráticamente. Y así murieron en aquel lugar un millón de víctimas, y diez millones en todo el mundo, sin contar otros genocidios de regímenes totalitarios que exterminaron, y aún siguen haciéndolo, a todos aquellos que les estorbaban. La Vicepresidenta de la Fundación Mujeres afirma: “La Conferencia Episcopal Española realizará intervenciones para acusarnos de cosas terroríficas a los que queremos mejorar la regulación del aborto”. ¿Y no es terrorífico regular la matanza de seres inocentes, dando toda clase de facilidades, gratuitamente y con la manipulación de las conciencias para asegurar que se está haciendo un bien a las “pobres” embarazadas contra su voluntad, pero habiendo puesto los medios para ello? Y se pretende que los mismos médicos, que están para salvar vidas, obren contra su conciencia siendo obligados a actuar cuando la voluntad de una abortista se lo exija. Como dice la Conferencia Episcopal: “Ningún procedimiento médico informado se realiza de modo tan frío e impersonal”. La Iglesia trata de apoyar a la mujer embarazada, y de defender el ser humano inocente en camino. Todos, incluidos los aún no nacidos, tenemos una dignidad que debe ser inviolable. Decir lo contrario es forzar los argumentos para intentar no ver lo evidente. Algún día esta sociedad nuestra será juzgada por el nuevo holocausto del aborto. Juan García Inza Doctor en Derecho Canónico

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