Jueves, 28 de marzo de 2024

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El amor verdadero

El amor verdadero

por Un alma para el mundo

 

                Los primeros tres años de la vida matrimonial son generalmente los años más difíciles en el desarrollo de la vida mutua de una pareja. Hay tres áreas básicas donde tiene que haber una adaptación si los cónyuges van a crear una relación feliz y armoniosa. Estas 3 áreas son mentales, físicas, y espirituales. Las tres son interrelacionadas y si hay falta de armonía conjugal en una, las tres estarán afectadas. La esfera espiritual es sin duda la más importante siendo que ésta mejorará dramáticamente la adaptación en las otras. Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley . . . Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu (Gál. 5:22,23, 25).

                Para tener algo hay que regalárselo al otro. Si quiere amor, no lo busque, delo. La Biblia nos dice que cosecharemos lo que sembramos. Si uno muestra amor constante, volverá a recibir amor. Una pareja que da y recibe el fruto espiritual mencionado en Gálatas probablemente tendrá un matrimonio contentísimo y satisfaciente. Todos somos vulnerables al egoísmo porque somos por naturaleza pecadores.

                Una vida espiritual sana ha de mejorar las adaptaciones mentales que son esenciales para una buena adaptación física. Trabajan juntas estas tres en los individuos que se han juntado en una sóla carne. Reacciones egoístas indican la necesidad de la gracia de Dios en la vida. Si mi cónyuge dice algo mordaz o desconsiderado y respondo igual con palabras poco amables, yo he pecado. Mi cónyuge también ha pecado pero yo no soy responsable a Dios por su pecado; soy responsable solamente por el mío. Como con cualquier pecado tengo que confesarlo a Dios y 5luego a la persona ofendida.

                No es mi responsabilidad cambiar a mi cónyuge. No lo puedo. Sólo Dios puede cambiar el corazón de una persona. No se ha casado con una persona perfecta; ni tampoco lo ha hecho su cónyuge. Por lo tanto los dos tendrán que perdonarse el uno al otro por los pecados, el egoísmo, falta de consideración y errores. Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas (Mt. 6:14,15). Su manual de Dios acerca del comportamiento humano, la Biblia, nos da consejos excelentes en cuanto a la vida matrimonial.

                La garantía que abarca todo para la felicidad en el matrimonio es la abnegación. Todos nacemos completamente egoístas. Las criaturas y los niñitos son por naturaleza egoístas y no se preocupan del bienestar de los demás. Mientras que van creciendo, con disciplina e instrucción adecuada, aprenden a considerar los deseos y las necesidades de otros. Esto es una parte de la madurez. La falta de madurez en el matrimonio es un problema serio y destructivo. La etapa de adaptación en el matrimonio, (generalmente unos tres años), naturalmente produce conflictos de interés. Las personas egoístas toman decisiones solamente basadas en lo que quieren o en lo que les beneficia.

                Cuanto más inmaduros los cónyuges, más áreas de conflicto se esperan. Sin embargo, los desacuerdos son inevitables en el matrimonio y la pareja tiene que buscar la forma de solucionar los problemas. Si encaran sus mutuas frustraciones, las conversan y buscan resolverlas en una manera positiva, pueden terminar los desacuerdos. Dos personas maduras, mostrando el fruto del Espíritu, pueden encarar sus áreas de conflicto con comunicación abierta y en una forma amigable resolver el problema. La persona que insiste en “su propia manera” está desarrollando un proceso destructivo que producirá un matrimonio infeliz. Si quiere que su cónyuge le trate con cortesía, con 6consideración, y sin egoísmo, hay que tener suficiente madurez para tratarlo de esa misma manera . Individuos maduros, mostrando amor bíblico verdadero, no entran en el matrimonio con el fin de aprovechar algo para sí, sino más bien, para dar lo que puedan a su compañero.

                 Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superior a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros (Fil.2:3,4). La llave que garantiza un matrimonio feliz es el amor bíblico. La mayoría de la gente de hoy no entienden lo que es el amor. Confunden la atracción física, lujuria, deseo personal, compasión, o lástima con el amor. La Palabra de Dios dice que el amor de un hombre para su esposa debe igualar su amor para sí mismo. Dice también que el hombre debe amar a su esposa así como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella (la Iglesia). Ese amor es un amor sobrenatural. No es natural amar a otros como nos amamos ni amar como ama Dios. Sin embargo, Dios nunca nos manda hacer algo sin darnos el poder para hacerlo. Si le pedimos, El nos proveerá ese amor sobrenatural. Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama es nacido de Dios y conoce a Dios (1 Jn.4:7).

                 El amor es benigno. Muchas parejas, después de un tiempo de estar casadas, olvidan mostrar benignidad. Se ponen cáusticos, sarcásticos, y mordaces en su hablar o practican el trato de silencio. Después de cada conversación, cada cónyuge debe preguntarse, “¿Fui benigno/a?” Si no, deben pedir perdón y buscar la ayuda de Dios para practicar la benignidad. Todos necesitamos aceptación, especialmente de parte de aquellos a quienes amamos. Para tener un compañero contento tenemos que mostrar nuestro amor por alabarle con frecuencia y por agradecerle tanto públicamente como en privado. La desaprobación es una manera de 7castigar a una persona y daña la relación. El elogio de lo bueno siempre da mejores resultados que la condenación.

                 La comunicación abierta es esencial para una relación feliz en el matrimonio. Mientras que la pareja puede mantener la comunicación abierta y expresar sus sentimientos libremente el uno al otro, las dificultades pueden resolverse. La mayoría de los problemas en el matrimonio nacen de la incapacidad de comunicarse acerca de las tensiones. Hay unidad en el amor pero también tiene que haber libertad para que cada uno mantenga su propia personalidad e identidad. Cada cónyuge tiene que respetar los derechos y privilegios del otro. Un buen ejercicio al aconsejar a un matrimonio perturbado es pedir que cada uno prepare una lista de las cosas que aprecia en el otro y luego leerla a su cónyuge, la misma hará que recuerden por qué se casaron. Después cada  uno debe hacer una lista de las cosas que le irritan en el otro y otra vez leérsela. Generalmente las dos listas serán una revelación para los dos cónyuges.

                Comprobarán que no hubo comunicación de estas verdades entre sí y por consiguiente se encuentran con problemas. La mayoría no podemos leer la mente de otros y es preciso comunicar, o por palabras o por escrito. Muchas parejas utilizan el silencio como arma para expresar desaprobación o para defenderse al estar atacados. El silencio no trae una resolución amigable al conflicto porque frena la comunicación y, por ende, la capacidad de resolver el problema. El camino a la paz es hablar con tranquilidad y así llegar a una solución razonable con madurez. La falta de armonía en la interrelación matrimonial con toda seguridad afectará el aspecto físico y el placer de la satisfacción en el acto sexual. Los seres humanos son mucho más complejos que los animales y su vida sexual es mucho más que el impulso de apareamiento. Es una compleja experiencia emocional. Si sus relaciones sexuales no están basadas en el mutuo amor verdadero y no son el resultado de cariño y consideración, terminarán en frustración para uno o los dos cónyuges.

 Profesor Donald R. Bond

               

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