Jueves, 25 de abril de 2024

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Dos musulmanes entre las víctimas de los atentados islamistas de París

por En cuerpo y alma

 
 
            Ha pasado relativamente inadvertido: parecería incluso que entre las diecisiete víctimas de París todos fueran dibujantes de la revista Charlie Hebdo. Pero la triste realidad es que el victimario ha resultado de lo más variopinto: en el militan, para su desgracia, el director del medio en cuestión, Stéphane Charbonnier “Charb”; cuatro de sus dibujantes, Jean Cabut “Cabu”, Phillip Honoré, Bernard Verlhac “Tignous” y Georges Wolinsky, y otros periodistas de la publicación como Elsa Cayait y Bernard Maris.
 
            Pero junto a ellos, y en el mismo episodio del Charlie Hebdo, murieron también Michel Renaud, fundador del festival Rendez-vous du Carnet de Voyage, que visitaba ese día la redacción; Frederic Boisseau, empleado de mantenimiento a sueldo de la empresa Sodexo; y el policía nacional Frank Brinsolaro, escolta del director de la revista.
 
            En el posterior atentado perpetrado en el hipermercado judío Hyper Cacher, y tras haber tiroteado ya a la policía municipal Clarissa Jean Phillipe, el asesino Amedy Coulibaly masacraba a Phillipe Braham, informático; Yohan Cohen, empleado del supermercado; Yoav Hattab, hijo del gran rabino de Túnez; y François Michel Saada, todos ellos judíos.
 
            Judíos, cristianos, ¿es esto todo? Ni muchísimo menos. Junto a todos ellos, paradojas del destino -¿o no tanto?-, dos musulmanes. El primero Mustapha Ourrad, corrector del Charlie Hebdo, asesinado junto a sus compañeros. Originario de Argelia y padre de dos hijos, llegó a Francia con 20 años. Normalmente no tendría que haber estado en el escenario del crimen, pues los miércoles no trabajaba, pero ese día, fatalmente para él, se presentó en el semanario.

 

Moustapha Ourrad Ahmed Marabet

  
            El segundo Ahmed Merabet, policía nacional del barrio XI de París, originario de Livry-Gargan, soltero. Herido en el cumplimiento de su deber durante el tiroteo con los terroristas, fue fría, salvaje, cobarde, inhumanamente rematado en el suelo, en la última “proeza” de los asesinos Kouachi, en el modo en que hemos tenido ocasión de ver, espantados, por televisión.
 
            El terrorismo yihadista, como vemos, no hace distingos: hombres y mujeres; trabajadores, periodistas y policías; judíos, cristianos y musulmanes... Ningún terrorismo los hace, no los hagamos nosotros: las víctimas son las víctimas, y los terroristas son los terroristas. No hay víctimas malas ni terroristas buenos: tal es, tal debe ser, la regla de oro de la lucha contra el terrorismo, una regla que no siempre hemos respetado en España cuando otros asesinos, en nombre de otros “ideales”, realizaban carnicerías similares a las de la semana pasada en Francia y a tantos faltaba tiempo para “explicar” los atentados, o personas muy “respetables” hacían interesantes juegos de palabras con árboles y con nueces. Y eso, por no hablar de la vergüenza nacional acontecida el 11-M, una de las páginas más negras de la oscura historia del pesoísmo.
 
            Por otro lado, los atentados del pasado miércoles demuestran una vez más y como tantas otras, que las primeras víctimas del terrorismo islamista son los musulmanes. En este caso “apenas” dos de diecisiete. En Nigeria, en Irak, en Siria, en Pakistán, y en tantos otros lugares del mundo, a cientos, a millares.
 
            Lo ha dicho el Papa: las autoridades musulmanes, los grandes dirigentes del mundo islámico, tienen el deber moral ineludible de alzar la voz y realizar una condena tajante, sin paliativos, sin atenuante alguno de los atentados realizados en nombre del islam. No es necesario, es urgente.
 
            Que hagan Vds. mucho bien y no reciban menos. Hasta mañana.
 
 
            ©L.A.
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