Jueves, 28 de marzo de 2024

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Toledo, 22 de julio de 1936. En las calles del Instituto y de Alfileritos

por Victor in vínculis

El 22 de julio sufrieron el martirio seis de los dieciséis carmelitas de la Comunidad de Toledo. Hoy presentamos a los tres primeros, a los que bien podemos calificar como los protomártires de este grupo.

En la calle del Instituto

BEATO EUSEBIO DEL NIÑO JESÚS (Ovidio Fernández Arenillas)

Ovidio nació en Castilfalé (León) el 21 de febrero de 1888. Hechos los estudios de Humanidades en el Seminario teresiano de Medina del Campo, pasó a Segovia, donde profesó en 1904. Estudios superiores de filosofía y teología en Toledo, Ávila y Salamanca, recibió la ordenación sacerdotal en Toledo en 1912. En 1914 nombrado profesor de Humanidades y subdirector en Medina del Campo. Llega a Cuba en agosto de 1917. Regresó a España en 1927, donde ocupó cargos de responsabilidad. Fue confesor y director espiritual muy buscado por la gente lo mismo en España que en Cuba.

Al ser elegido Prior de Toledo a últimos de mayo de 1936, después de algunas zozobras, aceptó el cargo, consciente de lo que esperaba. Ya había anunciado proféticamente que se avecinaban tiempos de martirio. Como superior de la comunidad se había preocupado de que, en caso de necesidad, cada uno de los religiosos pudiese refugiarse en casa amiga.

Habiéndose ocupado de que todos los demás fuesen a sus refugios respectivos, el día 22 de julio se dirigió él a casa de la familia Rodríguez Bolonio, el nº 19 de la calle del Instituto.

Allí estaba rezando, leyendo en su retiro. Una de las maestras jóvenes que se había refugiado también en la casa le pide que la confiese. Antes de hacerlo se pone en oración un momento y la atiende.

Recuerdo, dice la penitente, que tanto en la confesión que hice con él en los momentos antes del martirio, como después de la confesión, me animó mucho a estar dispuesta a sufrir el martirio, lo que me sirvió de aliento en aquellos momentos de peligro, haciendo participantes a otros de este aliento y optimismo, estando segura de que el siervo de Dios presentía su próximo martirio”.

Llaman a la puerta de la calle convulsamente, entran dos milicianos encañonado a quien les abre y diciendo:
Aquí hay un cura refugiado, si no dices dónde está, te mataremos”.

Eusebio que oye la amenaza desde su habitación, sale al paso, y se entrega voluntariamente, diciendo a los que le conducían que no hiciesen ningún daño a la familia, pues eran muy buenas personas. Ese gesto del beato Eusebio hace pensar en la escena del prendimiento de Jesús en Getsemaní, cuando dice a los que le buscan: -Si me buscáis a mí, dejad marchar a estos (Jn 18, 7). En ningún momento dio sensación de miedo y, cuando le prendieron demostró una serenidad no común, saliendo despacio, sin alterarse, con dominio de sí mismo.



Le sacan a empujones a la calle, camina con gran serenidad con los brazos en cruz y le fusilan a unos ocho o diez metros de la casa. Allí quedó tirado en el suelo. “...Allí estuvo dos días sin que se le cayesen las gafas que en vida usaba...”. Le mataron por ser fraile. ¡Este era su crimen!
 
En la calle Alfileritos, dos más

BEATO JOSÉ AGUSTÍN DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO (Tomás Mateos Sánchez)

Nació en Anaya de Alba (Salamanca) el 17 de septiembre de 1912. Gran escuela de santidad la de su hogar, en que aprendió la generosidad con los pobres y necesitados. Aplicado en la escuela del pueblo, con buen conocimiento de la gramática castellana y de todo lo que allí le enseñaban: leer, escribir, contar, la doctrina, etc., manifestó su deseo de hacerse fraile, como un hermano y un tío suyo.

Ingresó en el Colegio de Medina del Campo el 11 de septiembre de 1924. Concluidos sus estudios de Humanidades (19241927), partió para el noviciado de Segovia el 3 de agosto de 1927. Tomó el hábito el 23 de agosto, profesando el 23 de septiembre de 1928. Filosofía en Ávila. Terminados los tres años de estudios filosóficos pasó en 1932 a estudiar la teología en Toledo.
Tiene que interrumpir sus estudios para incorporarse a filas a primeros de noviembre de 1933. Queda incorporado al Centro de Transmisiones en Madrid. Terminado el servicio, vuelve a Toledo en noviembre de 1934. El curso teológico de 19351936 lo comenzó en Salamanca, estudiando allí la Apologética, pero lo terminó en Toledo, adonde volvió en febrero y emite su profesión solemne el día de San Pedro de 1936.

Hablando en carta a los suyos (5 de julio de 1936) de la profesión que había hecho, les dice: «Lo principal ya está hecho. ¡Qué consuelo se experimenta al pensar seriamente que se deja el mundo para siempre por seguir a Cristo Jesús, que es el Camino, la Verdad y la Vida, que lleva a la vida eterna! Trabajemos un poquito para ganar el cielo. Todo lo demás pasa en celeridad espantosa».

Al mes siguiente de este compromiso definitivo le espera poder cumplirlo, como ha profesado: «hasta la muerte».

El Calvario del beato José Agustín va a ser el siguiente: ya atardecido el 21 de julio, siguiendo las indicaciones del padre Eusebio, se refugió con otros tres compañeros de comunidad en la casa de don Julio Perezagua, en la calle Alfileritos, nº 5. Allí pasaron la noche y allí estuvieron hasta la tarde del día siguiente. Una refugiada en la misma casa declara: «La conducta que allí observaron fue ejemplar, no estaban asustados, y hablaban con tranquilidad del martirio, rezando todos los refugiados el santo rosario». Por delación de algunas personas anticlericales se presentan en la casa algunos milicianos. Mandan salir fuera a todos los allí refugiados, amenazando con abrir la puerta por la violencia. Se abre la puerta para evitar que irrumpan dentro y den con los frailes. Mientras tanto, José Agustín y sus compañeros, para evitar que la familia que los acoge sea exterminada, logran evadirse y se alejan.

Mientras nuestro estudiante camina por la calle Alfileritos le reconocen y cae abatido por una ráfaga de fusil. Suerte venturosa la de este mártir. Tenía que haber venido otro estudiante desde Salamanca, pero, al no poder hacerlo por motivos de salud, enviaron a José Agustín a Toledo para que hiciera de organista en el convento, muy en especial para las grandes fiestas de la Virgen del Carmen. Y así le encontró la muerte, y se enriqueció con el martirio.


 

BEATO CLEMENTE DE LOS SAGRADOS CORAZONES (Clemente López Yagüe)

Nació el 25 de noviembre de 1911 en Campo de San Pedro (Segovia). Desde muy pequeño cuando le decían: «tú qué vas a ser», respondía: «Yo seré cura». Y, abriendo los brazos decía: Dominus vobiscum.

Trabajó de pastor desde los once a los diecisiete años, más viendo que podría emplearse en trabajos más remunerativos para la casa, se presentó para trabajar en el ferrocarril Madrid-Burgos. Durante los meses de verano se iba de agostero. Llenando su tiempo en el trabajo del ferrocarril y de agostero en las faenas de las eras durante el estío, sobresalía por su espíritu de piedad sincera y de oración y dedicaba también sus horas a seguir algunas clases que le daba el párroco del pueblo. Por las cosas de la mili tuvo que ir varias veces a Segovia para que lo reconociesen. No dio la talla y lo destinaron a servicios auxiliares.

En una de estas idas a Segovia fue con su padre a ver a un pariente suyo que estaba de criado en el colegio de los Claretianos de la ciudad. Le cuenta sus deseos de ser religioso; le prepara una entrevista con el superior del Colegio. Pero no podían aportar la dote que se le requiere. Un sacerdote que había sido párroco en su pueblo les dice que vayan a los carmelitas descalzos que tienen su convento junto al santuario de nuestra Señora de la Fuencisla, patrona de Segovia. Se acercan al convento de los descalzos los primeros días de febrero de 1935. El prior los escuchó y atendió con gran delicadeza y comprensión. Y les dijo: -Bien, bien, admitiremos al joven, si ese es su gusto. Clemente tan contento se echó a reír y le dijo a su padre que ya se podía ir a casa que él allí se quedaba. Pasados unos días de huésped, se le admite a la comunidad; después de pasados los seis meses de postulantado recibió el hábito de la Orden. Su nombre nuevo será fray Clemente de los Sagrados Corazones. Entra para hermano donado; aquella su vieja aspiración de ser cura no podía realizarse. No le importa: ser religioso en el Carmelo le llena el alma de alegría.

Al poco tiempo de vestir el hábito, los superiores le enviaron a Toledo para que hiciese el primer año de noviciado. Y en Toledo se hallaba en 1936, haciendo también de cocinero del convento con el gran maestro de cocina, que era fray José María de la Dolorosa. Los dos, de la cocina al cielo.

Su camino hacia el martirio fue así: fray Clemente se refugió con otros dos hermanos de comunidad, en las últimas horas del día 21 de julio, en la casa de doña Cecilia Criado que vivía con su hijo sacerdote, el siervo de Dios Antonio Gutiérrez, capellán de la Armada, en el nº 8 de la calle Alfileritos. Se animaban mutuamente al martirio en sus diálogos de carmelitas.

Habiéndose pasado ya a la terraza de la familia Nodal, se encuentran con un nido de avispas que comienzan a acometerles. Fray Clemente, huyendo de las avispas, trató de pasarse al tejado de enfrente, por las varillas de hierro del toldo. Cedió una de éstas y cayó al patio «encima de la cuerda que servía para abrir la puerta desde el principal, con tan mala fortuna que al caer él encima de la cuerda, se abrió la puerta, en el momento crítico en que entraban unos milicianos». Uno de ellos dijo sin más: «Éste es un fraile», echándose el fusil a la cara para matarlo en el mismo patio. Los dueños de la casa les ruegan que no lo maten; lo conducen hasta el portal, le sacan a empujones de la casa y, a sangre fría, le quitan la vida con una descarga de fusil. Su crimen era ser fraile.

El cadáver de fray Clemente estuvo, boca abajo, con el pañuelo en la mano, dos días tirado en la acera del nº 4 de la calle de Alfileritos.
 
Los datos de los mártires carmelitas están publicados en:
http://www.martirescarmelitasdetoledo.com/
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