Jueves, 25 de abril de 2024

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Creyente pero no practicante

por Juan del Carmelo

Es frecuente encontrarse con personas, que bien en declaraciones públicas o en el ámbito privado manifiestan: “soy creyente pero no practicante”. Personalmente, a mi esta afirmación me chirria, entre otras razones, porque encierra en sí un contrasentido. Pienso que el que así se manifiesta o no cree, o es un tonto. Para el que así habla, más lógica encontraría si de verdad cree, la afirmación de que: "soy creyente y trato de practicar", "o me cuesta practicar". Todos tratamos de practicar y todos caemos, precisamente ahí está nuestra grandeza, en que a pesar de nuestras caídas, nos levantamos y tratamos de seguir adelante. No se sabe de ningún santo que jamás haya pecado nunca a lo largo de su vida. Se habla de San Luis Gonzaga, pero vaya Vd. a saber, porque la vida íntima de cada uno en sus relaciones con el Señor, solo el Señor las conoce y por otro lado, dudo mucho de que ningún santo vaya por ahí alardeando de su pureza y pulcritud en sus relaciones íntimas con Dios. La gente es muy fantasiosa con las cualidades o defectos de los demás y muy posiblemente ya en vida se le debió de etiquetar de santidad inmaculada a este santo, pero ya se sabe lo dice el refrán: "De dinero y santidad la mitad de la mitad". Y con esto no quiero atentar ni poner en duda un dogma de la iglesia, cual es el de considerar santo canonizado a San Luis Gonzaga,sino simplemente poner de manifiesto que todos nacemos con la tara de la concupiscencia y que de la lucha ascética, todos conservamos cicatrices. Lo que es un contra sentido, es afirmar que se cree y no se practica, porque la persona que esto afirma, no es ni puede ser cristiana, ni mucho menos católica, ya que, el que de verdad cree, no puede dejar por menos de practicar. En cualquier ámbito de la vida,es imposible creer de verdad y no tratar de poner en práctica lo que se cree, a menos que sea un retrasado mental o un ateo encubierto que por razones sociales no quiere confesar su ateísmo en determinados círculos, donde esto estaría mal visto autodefinirse como ateo y entonces utiliza la frase: “creo pero no practico”. El fondo de la cuestión, es que esta clase de personas, realmente carecen de fe. Siempre se actúa en relación con lo que se piensa. Si uno cree que tirándose por un acantilado se va a matar, desde luego que no se tira. Si uno cree de verdad, que le va a tocar la lotería porque soñó con un número determinado y tiene fe en sus sueños, estoy seguro que buscará denodadamente ese número para comprarlo. Todos actuamos de acuerdo con lo que pensamos y en lo que creemos. El fondo de la cuestión de lo que aquí tratamos, es que en la medida en que va avanzando la descristianización que estamos sufriendo, la fuerza de la fe se va debilitando en la sociedad y en algunos individuos, apenas quedan rastros de la fe que tuvieron sus padres y que de pequeño le enseñaron. La fe en contra de lo que algunos creen, no es una categoría absoluta que no admite grados. La fe admite y tiene una infinidad de grados y va desde su más ínfima presencia en la generalidad de muchos, hasta la fe de aquellos elegidos del Señor, que por su forma de comportarse y dar testimonio de su amor a Dios, se podría pensar de ellos, que más que fe, lo que tienen es evidencia en la existencia de Dios, porque de esta clase de personas se puede asegurar de ellas, que han visto ya a Dios, no con los ojos de su cara sino con los ojos de su alma. El Señor nos dijo que si tuviésemos fe, le ordenaríamos a un árbol que se trasplantase y él lo haría, pero que sepamos, nadie conoce a alguien que tenga o haya tenido una fe de ese tamaño. La fe, que es el fundamento de toda la vida espiritual de los que estamos aquí abajo, es un don, un regalo que Dios da al que se lo pide, pero como todo don o regalo, Dios no lo distribuye como si estuviésemos en una tómbola. Él es más bien parco en sus dádivas y no las derrocha, pero eso sí, es muy generoso con la entrega de estas, a aquellos que se las piden y Él ve que las van a aprovechar, y a una gracia otorgada si es aprovechada por un alma, esta puede estar segura, de que las demás gracias le vendrán en cascada. Por el contrario una gracia recibida y no aprovechada, es una oportunidad que pasó y difícilmente esta volverá otra vez. Por lo dicho pues, dudo mucho que Dios se vuelque en regalar fe a los “creyentes no practicantes” que van por ahí alardeando de no practicar aquello en lo que dicen creer. Para los que se encuentran ya allá arriba, de las tres virtudes teologales, solo les perdura la caridad, el amor, que es la más importante de las tres. La fe habrá desaparecido convertida en evidencia, y la esperanza habrá concluido, ya no tendremos que esperar a recibir lo que ya habremos recibido. Pero para los que estamos aquí abajo, mientras estemos peregrinando en este mundo, la fe es nuestra piedra angular, donde se cimienta todo el edificio de nuestra relación con el Dios, sobre el que manifestamos creer en su existencia. Tan importante es la fe, no solo para el que en pequeño o gran tamaño la tiene, que no es extraño que a los que disfrutamos de ella, algunos de los que no la tienen y sobre todo cuando surge el tema de la muerte y del más allá, le digan a uno en un arranque de sinceridad: yo a ti te envidio, ¡ojalá yo pudiese tener tu fe! La contestación a esta exclamación es bien sencilla: Pídeselo a Dios y estate seguro que Él te dará la fe que deseas. Es más se puede asegurar que el que de verdad pide la fe, aunque incipientemente, el ya la posee, pues el mero hecho de solicitarla al Señor, es reconocer su existencia. Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
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