Viernes, 19 de abril de 2024

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Adviento: ¡Dios te ama sin medida! Benedicto XVI

Adviento: ¡Dios te ama sin medida! Benedicto XVI

por La divina proporción

El evangelio de hoy nos muestra a Juan el Bautista que predica en el desierto: “Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos”. ¿Qué prediga? La Esperanza que parte del amor incondicional de Dios. Esperanza que nos hace gritar de júbilo, porque sabemos que el Señor nos ama infinitamente. Esperanza que se sostiene en la sólida roca de la fe. Dios nos ama, con tal fuerza, que envió a su propio Hijo a morir por nosotros. 

Es más, Dios ha revelado que su amor hacia el hombre, hacia cada uno de nosotros, es sin medida: en la Cruz, Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios hecho hombre, nos muestra en el modo más luminoso hasta qué punto llega este amor, hasta el don de sí mismo, hasta el sacrificio total. Con el misterio de la muerte y resurrección de Cristo, Dios desciende hasta el fondo de nuestra humanidad para volver a llevarla a Él, para elevarla a su alteza. La fe es creer en este amor de Dios que no decae frente a la maldad del hombre, frente al mal y la muerte, sino que es capaz de transformar toda forma de esclavitud, donando la posibilidad de la salvación. Tener fe, entonces, es encontrar a este «Tú», Dios, que me sostiene y me concede la promesa de un amor indestructible que no sólo aspira a la eternidad, sino que la dona; es confiarme a Dios con la actitud del niño, quien sabe bien que todas sus dificultades, todos sus problemas están asegurados en el «tú» de la madre. Y esta posibilidad de salvación a través de la fe es un don que Dios ofrece a todos los hombres. (Benedicto XVI. Audiencia general. 24 de octubre de 2012) 

El viernes, en una reunión de matrimonios católicos, nos preguntamos por la razón de la desesperanza que existe en el mundo. ¿Por qué hay tantas personas que viven la Navidad con tristeza? La respuesta tiene que ver con los seres queridos que han muerto y no tenemos esperanza de volver a ver. 

¿Cómo vamos a vivir la Navidad si no esperamos en que la muerte es tan sólo un tránsito hacia la vida eterna? ¿Cómo vamos a tener esperanza si pensamos que Dios no nos amar infinitamente a cada uno de nosotros. Dios nos ama con un amor diferente, que se adapta a cada uno de nosotros. Cristo espera de todos nosotros la santidad, por lo que su amor no puede medirse de ninguna forma, ya que no tiene medida. Dios espera de cada uno de nosotros el Sí que permite que su Gracia nos transforme y nos vaya acercando más y más a El: “Dios, que me sostiene y me concede la promesa de un amor indestructible que no sólo aspira a la eternidad, sino que la dona”. 

¿Quiénes somos para medir el amor de Dios? ¿Cómo medir lo que no tiene medida? ¿Quiénes somos para medir a Dios mismo, que es Amor? No podemos decir que el amor de Dios sea mayor hacia unas personas u otras, ya que es el primer paso hacia la desesperanza luterana. La predestinación que esconde la soberbia de quienes se sienten salvados y santos de forma predeterminada. El amor de Dios es sobreabundante y desbordante, nunca cicatero y determinista: “Dios ha revelado que su amor hacia el hombre, hacia cada uno de nosotros, es sin medida”. 

Quien se atreve a medir a Dios tiene al enemigo detrás. La serpiente midió el amor de Dios y le dijo a Eva que la razón de reservar el árbol de conocimiento del bien y del mal, es que no quería que fuesen como dioses. Según la serpiente, Dios no amaba suficientemente a Adán y a Eva. En las tentaciones de Cristo se puede ver que todas ellas buscan crear desconfianza en el amor de Dios. Quien cree poder medir el amor de Dios crea envidia y separación entre el Señor y nosotros. Quien tiene verdadera Fe en Dios sabe que el mal nunca mide la ausencia de amor de Dios, sino nuestro pecado: “La fe es creer en este amor de Dios que no decae frente a la maldad del hombre, frente al mal y la muerte, sino que es capaz de transformar toda forma de esclavitud, donando la posibilidad de la salvación 

No levantemos muros que quieran separar y contener la Gracia del Señor. Tenemos la esperanza del Amor infinito de Dios y por eso allanamos los caminos para su próxima venida. Caminos por los que la Gracia de Dios inunda al mundo y lo transforma. Tengamos esperanza, Cristo va a nacer por cada uno de nosotros. Miremos los signos que aparecen en toda la creación y vayamos confiados a encontrarnos con Él. Abramos los caminos a la Gracia de Dios, porque Dios no ama sin medida.

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