Viernes, 26 de abril de 2024

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Admirar la realidad y ser humildes. Clemente de Alejandría

Admirar la realidad y ser humildes. Clemente de Alejandría

por La divina proporción

 ¿Cómo movernos por la postmodernidad sin caer en sus innumerables trampas? ¿Cómo encontrar la vara que sirva para entender lo que nos rodea y a nosotros mismos y hacerlo sin juzgar a las personas? 

Clemente de Alejandría, allá por el siglo II-III, se encontró con estas mismas preguntas y buscó una respuesta que estuviese en línea con la Tradición Apostólica y la razón. 

Por tanto, ¿Es necesario repetir que las virtudes están mutuamente implicadas unas con otras, como se ha demostrado ya que la fe se basa en el arrepentimiento y en la esperanza, la circunspección en la fe, y la experiencia y la perseverancia en esas virtudes, unidas al estudio disciplinado, se completan en el amor y éste se perfecciona con el conocimiento? 

Además, se ha visto que sólo lo divino es necesario concebirlo como sabio por naturaleza; por eso la sabiduría es poder de Dios, que es el que nos enseña la verdad. Ciertamente, aquí se encuentra la perfección del conocimiento. 

El filósofo ama y estima la verdad; por eso ha traído él la reputación de ser auténtico amigo en virtud del amor. El comienzo de esto reside en admirar las realidades, como dice Platón en el “Teeteto” y Matías en las “Tradiciones”, donde exhorta: Admira lo presente, y lo pone como fundamento del conocimiento transcendente. 

En el Evangelio según los Hebreos está escrito: Quien admire reinará, y el que reine tendrá descanso. Por tanto, es imposible que una persona sin principios de enseñanza, sea filósofa permaneciendo en la ignorancia, puesto que no posee todavía el concepto de sabiduría, mientras que la filosofía es la aspiración a lo que existe en realidad y a los aprendizajes que tienden a ello. 

Y aún cuando se esté ya ejercitado, según algunos, para practicar el bien, también es necesario esforzarse por conocer cómo nos comportamos y actuamos, para así hacerse uno semejante a Dios, me refiero al Dios Salvador, dando culto al Dios del universo mediante el Logos, sumo sacerdote, por el que se pueden ver las realidades bellas y justas conforme a la verdad. La piedad... es un actuar que sigue y acompaña a Dios. (Clemente de Alejandría, Stromata II,9) 

En este fragmento de las Stromata nos encontramos con un tema de importancia dentro del cristianismo: “Admirad lo que tenéis enfrente”. Este tema se repite en diversidad de pasajes evangélicos, como en Mt 10:26-33 y aparece también en otros textos como en el evangelio apócrifo de Tomás y el texto que el propio Clemente cita: el evangelio de los hebreos, perdido hasta la fecha. 

Quien admire reinará y el que reine tendrá descanso” es la segunda parte del la sentencia atribuida a Cristo. En suma, lo que se nos propone no es algo secundario, ya que se indica que delante de nosotros tenemos la creación como revelación de Dios mismo y que no debemos despreciar la creación natural como algo maligno o ilusorio. Todo lo contrario. Por ejemplo en la realidad cotidiana se cimientan las parábolas que sirven a Cristo para explicar por similitud cuestiones trascendentales… como el Reino de Dios o la manera en que Dios nos llama, entre muchas otras. 

Nos damos cuenta de que precisamente esto es lo que ocurre en nuestra sociedad actual, donde las creencias se proponen como algo privado y privativo. La religión es innecesaria o en todo caso, todas ellas resultan equivalentes. Dios se propone como una realidad personal e inaccesible más allá de nosotros mismos. De ahí solo un paso nos separa del frecuente agnosticismo cristiano. 

Por esta razón Clemente incide en la necesidad del conocimiento como complemento ideal a la Fe, ya que este nos da claridad de ideas para no perdernos en las aparentes similitudes espirituales de las diferentes religiones y la ofertas de espiritualidades alternativas. Este conocimiento no nos debe llevar a una postura inquisitorial y excluyente. Conociendo las religiones podemos respetarlas, diferenciarlas y valorarlas en su justa medida. Además, tendremos razones para defender al cristianismo frente a las demás. Conociendo nuestra Fe, podremos discernir y comprender las sensibilidades que luchan y se enfrentan constantemente dentro de la Iglesia. 

Termina Clemente indicándonos que la virtud de la piedad “es un actuar que sigue y acompaña a Dios.” Por eso podemos pedir misericordia y esperar que Dios nos ilumine en nuestro caminar. Caminar que implica discernimiento y conocimiento. “Quien admire reinará, y el que reine tendrá descanso 

Quien no discierne, no diferencia y quien no diferencia no es capaz de valorar. Quien no es capaz de valorar, no es capaz de entender las razones que llevan a su hermano a intentar imponer su carisma o sensibilidad a los demás. Quien no da valor a la imagen de Dios que llevamos todos impresa, no puede amar a su hermano, por encima de las diferencias que puedan existir. 

La pregunta inicial del texto es maravillosa: ¿Es necesario repetir que las virtudes están mutuamente implicadas unas con otras, como se ha demostrado ya que la fe se basa en el arrepentimiento y en la esperanza, la circunspección en la fe, y la experiencia y la perseverancia en esas virtudes, unidas al estudio disciplinado, se completan en el amor y éste se perfecciona con el conocimiento? 

Me temo que es necesario repetirlo cien millones de veces. Las virtudes se han visto desplazadas por lo valores. Es decir, las causas hay sido sustituidas por los efectos, sin que nos hayamos dado cuenta. 

Cómo vamos a aceptar hoy en día que “la Fe se basa en el arrepentimiento y en la esperanza”. El arrepentimiento ha sido borrado de nuestro vocabulario porque no aceptamos que exista culpa. Si la causa del mal no existe, no hay nada que haya que corregir. ¿Cómo tener Fe si no tenemos de qué arrepentirnos? Partimos de considerarnos salvados, como ocurre en la actualidad. Parece que no necesitáramos a Cristo para lavar nuestros pecados y sacar fuerzas para llevar la cruz detrás de Él. 

Quien no siente arrepentimiento no puede disfrutar de la Gracia del perdón. Quien no recibe la Gracia de Dios, busca en las apariencias sociales la salvación que no es capaz de aceptar de Dios. Busca aparecer como digno y relevante ante los demás, no como el publicano, que se daba golpes de pecho donde sólo Dios le veía. 

Todos tendemos a ser como el fariseo, buscando razones para dar gracias al Señor de lo maravillosos que somos. Buscamos estar delante, ser considerados, no encontrar problemas para integrarnos en la comunidad. Creemos merecerlo todo. Nos sienta mal buscar la sombra para pedir perdón a Dios, porque pensamos que tenemos derecho a todo.

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