Sábado, 20 de abril de 2024

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El político, ¿depositario de la confianza?

por Un obispo opina

El político ha de empezar exigiéndose a sí mismo ser justo. Y ello porque ha recibido en depósito los bienes sociales para administrarlos.

Hay quien se cree propietario del Estado o de la organización que preside. Hay quien derrocha los bienes públicos, sin importarle lo más mínimo el bien común, sino las ventajas personales que el cargo le puede reportar, desde luego, cuidándose muy bien de que no se sepan las cosas innobles que hace en este campo. Y esto, a niveles de Estado, de partido y de municipio. Hay quien es capaz de cualquier felonía con tal de aprovecharse de lo que es patrimonio común, como si los bienes del Estado fuesen algo de lo que pudiese apropiarse el más avispado.

Lo que todos deben ver en la actuación política, es lo que debieran ver siempre en todo cristiano actúe donde actúe, y que no siempre se ve: la honradez. Todos deben ver en el político una persona de la que pueden fiarse, estén o no de acuerdo con tus posturas. La fiabilidad es una de las grandes cualidades del político.

El político debiera ser llamado por el pueblo. Pero aunque no haya sido llamado, sé que muchos van a la política con rectitud, con honradez y con deseo de ser fiel a sus principios, y si son cristianos, mejor. Hay que intentar servir, no triunfar. Esta debe ser la suprema ley del político.
 
¿PODER O SERVICIO?
La política no puede concebirse como una lucha por el poder. Podríamos preguntarnos: ¿para qué quiere el poder? El poder está en función de algo; ¿es para dominar, o para servir? ¿es para aprovecharse, o para estar al servicio de todos? ¿es para medrar personalmente o para hacer valer los derechos de los ciudadanos, especialmente de aquellos que no son capaces de defenderse por sí mismos?

El político auténtico debiera estar dispuesto a dedicar su vida al bien del pueblo. Se necesita mucha altura moral para ello. Son muchas las tentaciones y las ocasiones que tiene, tanto por la realidad de las posibilidades de aprovecharse del cargo, como por la cantidad de amigos y familiares que le piden prebendas y situaciones ventajosas.

No sé si este espíritu de servicio está en primer plano en muchas actuaciones de los políticos; no sé si muchos de ellos pierden conscientemente parte de sus bienes por meterse en política; no sé si cuando acaban su mandato salen con su patrimonio personal aumentado o disminuido. No sé si su intención al entrar en la política es porque quieren que el pueblo esté mejor servido.
           
Si hay que tener alguna preferencia en la actuación política, que sea defender los intereses del pueblo sencillo, pobre y humilde. ¿Por qué? porque los grandes de este mundo ya saben y pueden defenderse por sí mismos. Lógicamente, esas preferencias no deben suponer faltar a la justicia, ni con los grandes ni con los pequeños. Pero hay un estilo de actuación de cara al bien común por el que, sin faltar a la justicia, se promociona y apoya a los más necesitados, que es una de las maneras privilegiadas de trabajar por el bien común y, en el caso de los cristianos, de practicar nuestra gran virtud que es la caridad.
           
La defensa de los derechos del pobre y la defensa de la justicia suelen estar muy unidas, porque es el pobre quien, por no tener medios para defender sus derechos y sus intereses, es quien más sufre la injusticia. No es rentable defender a los pobres. Por eso Jesús nos insiste en esta tarea, prioritaria para los que creemos en Él.
 
LIBERTAD DE INFORMACION
Uno de los aspectos a tener en cuenta para un correcto funcionamiento de la vida social, es que se dé, de hecho, la libertad de información.
           
Con frecuencia, los políticos intentan manipular los medios de comunicación, especialmente la televisión, por la incidencia que tienen en la opinión pública. Lo cual va contra el derecho de los ciudadanos a conocer la verdad.
           
Si no hay libertad de información o la información que se da a la sociedad es una información instrumentalizada y sesgada, no se le está siendo fiel, pues la sociedad ha depositado su confianza en los gobernantes y quiere saber cómo se la están mereciendo.
           
Quienes detentan el poder no son dueños de los bienes sociales sino servidores de los ciudadanos; y mienten a la sociedad cuando manipulan la información. No olvides que mentir es considerado en la democracia como el gran pecado, porque supone infidelidad a aquellos que han delegado la autoridad y el poder. Hay que jugar con mucha limpieza en esto.
           
La causa de la manipulación es el miedo; miedo a perder crédito; miedo a que el pueblo sepa lo que realmente está pasando. Por estos miedos, hay quienes, cuando consiguen el poder, intentan hacer callar a quienes no piensan como ellos.
           
No hace falta decir que no se debe instrumentalizar a los medios. Los valores que estás propugnando tienen fuerza por sí mismos y, a la corta o a la larga, se imponen. No hay que tener miedo a los periodistas aunque algunos no actúen con nobleza. Hay de todo en todas partes; pero son muchos los periodistas que buscan el bien común y que son amigos de la verdad.

Y lo que han de plantearse los políticos es que es uno no se explica la cantidad de corrupción que hay en nuestra sociedad y a gran escala, entre los partidos políticos. Personalmente no me cabe en la cabeza la cantidad de millones que se meten en el bolsillo importantes miembros de partidos, los exagerados sueldos y jubilaciones que tienen algunos, la lentitud de los tribunales en hacer justicia. Y me pregunto con pena: ¿Ubinam gentium sumus? ¿No debería reestructurarse nuestra sociedad desde sus cimientos? Para mí, sin duda. No debemos seguir así. Ahí es donde queremos grandes políticos.
 
José Gea
 
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