Viernes, 29 de marzo de 2024

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Nuevo libro de Teología

por Contemplata aliis tradere

Acabo de publicar un libro sobre la Teología de la Renovación carismática. 

He escrito antes otros doce sobre cuestiones semejantes. ¿Qué interés puede tener escribir sobre este tema? ¿Le interesa a mucha gente?

Desde mi entrada en esta corriente de gracia, a finales de 1976, treinta y ocho años, me percaté de la hondura teológica que hay en ella.

En apariencia nada lo haría sospechar ya que se presenta como un grupo de gente que destaca por su ruido, sus cantos, su alabanza, sus gestos desenfadados.

El clima interior es muy cálido e invita a la amistad fácil que, desde fuera, se percibe como poco profunda.

Lo mismo sucede con la gracia, se habla mucho de ella y de su gratuidad, pero desde fuera no se distingue de una gracia barata y sin consistencia.

Mi entrada en la Renovación no hizo feliz a nadie.

Además, en aquel momento, era prior de un convento de dominicos de más de cien frailes. La incomprensión y las críticas me vinieron desde todos los rumbos de la rosa de los vientos.

Algunos frailes amigos me decían: “Pero, ¿cómo has hecho eso? ¡Con el carrerón que llevabas… vas a perder todo el crédito”! En efecto, lo perdí; se truncó mi carrerón.

De todos los que me criticaban nadie sabía qué era eso de la Renovación carismática, no tenían ni idea.

Habían oído leves campanas de que se trataba de unos grupos, cercanos a lo sectario, con un tinte emocionalista y poco serio.

Algunas películas americanas de protestantes pentecostales y evangélicos, puras caricaturas, en las que sólo se veían demonios y exorcismos, acabaron de formar su opinión.

Yo también, al principio me dejé mecer, por la calidez del nuevo grupo y de la nueva gente. Iba con mi forma de ser.

En ninguna parte había sido recibido con tanto cariño y tantos abrazos; nunca había oído contar testimonios tan desde dentro; la sinceridad me desbordaba y, lo mejor, es que la intimidad no se me hacía sospechosa, podías entregarte a ella sin entrar en la casuística.

Los nuevos amigos me decían: “no tengas miedo, aquí todo lo lleva el Espíritu Santo. La comunidad que se forma aquí se parece mucho a la de las primitivas comunidades de la Iglesia. Tu libro de cabecera va a ser por mucho tiempo el libro de los Hechos de los Apóstoles”.

En efecto, pronto me di cuenta de que allí todo había que elevarlo de nivel.

Don de piedad.
El clima de calidez tan chocante y, a la vez, tan reconfortante era parte de un don del Espíritu. Nunca había experimentado que el Espíritu Santo pudiera ser tan protagonista. Lo sabía en la cabeza pero no en la realidad.

En un primer momento la acogida y el cariño que yo experimenté lo interpreté humanamente pero con el paso del tiempo pude darme cuenta de que se trataba de un don: el de piedad.

En efecto, donde se acoge al Espíritu Santo todo es elevado al nivel de los dones. Ya no estás guiado por los sentimientos o la razón sino por lo dones del Espíritu.

El don de piedad consiste en estar a gusto con las cosas de Dios. En este caso yo estaba a gusto con una gente que hablaba de Dios, que disfrutaba de la alabanza, que compartía largos ratos esos temas, que necesitaba orar, juntarse y sentirse comunidad los unos con los otros.

A lo largo de treinta y ocho años he experimentado desde la comunidad muchos dones que me han hecho vivir un cristianismo nuevo. Noté que se habla muy poco del pecado, del infierno, de la salvación eterna. No se actúa desde el miedo.

Lo que siempre me habían presentado como temor de Dios resulta que en el nuevo nivel había cambiado. Ya no era miedo a condenarte sino a perder a Dios. Cualquier cosa menos alejarme y volver a la insustancialidad de antes.

Lo mismo me sucede si hablo de la fortaleza. ¿Qué fortaleza tenía yo antes? La que me venía le la ley, de mis propósitos, de mi vigilancia. Lo que yo vivía como fortaleza contra el pecado y la imperfección ahora se me da gratuitamente.

En efecto, el Espíritu me ha ido descubriendo que mi vida espiritual no es una conquista mía. Al contrario debo relajarme y creer seriamente.

El Espíritu Santo en la Renovación tiene una tarea insoslayable, la de mostrarnos a Cristo, Dios y hombre, pero sobre todo al hombre Jesús, mediador entre Dios y los hombres, camino, verdad y vida.

En cuarenta años el Espíritu me ha dicho que ese hombre Jesús, elegido del Padre, ha muerto por mí. Me redimió en su cuerpo de carne. El que se crea esto y lo proclame está ya salvado. Gratuitamente salvado.

Si tú en tu oficina das la cara por esta fe sin meterte con nadie pero sin esconderte y a la vez proclamas que ha sido resucitado y que en él se encuentra la explicación y la plenitud del universo entero das la mayor gloria a Dios posible.

Hasta ahora has hecho de la salvación una cuestión de obras, de ser bueno y portarte bien. No, hermano, la obra que Dios quiere es que proclames a Jesucristo. Eso es lo que hace feliz a Dios

¿Qué te parece mejor, proclamar a Jesucristo en una sociedad atea como la nuestra o hacer actos buenos para salvarte? ¿Puedes hacer algo mejor que creer en Jesucristo y proclamarlo?

Si algún día en el lugar donde trabajes todos se ponen en contra de ti y te desprecian por seguir a Jesús, ese día entenderás por qué esa acción salva.

Actos buenos se hacen en todas las religiones. Lo específico de la nuestra es Jesucristo. Amarle, quererle, identificarse con él y proclamarle es la esencia del cristianismo. La fe viene por el mensaje y el mensaje consiste en hablar de Jesucristo (Rm 10, 17).

Por eso este libro te va a hablar de Jesucristo, de la gracia que te lleva hacia él, de su gratuidad, de cómo se le proclama en el kerigma, de cómo se vive al nivel de los dones, de cómo él es nuestra justicia y nuestra superación del pecado, de cómo si crees en él has superado todos los juicios.

A lo mejor tu religión está muerta, como la de los judíos en tiempos de San Pablo y a lo mejor estás a punto de perderla. ¿Por qué la perdieron los judíos? Porque ellos querían agradar a Dios no por medio de la fe, sino por medio de las obras (Rm 10, 32). Algunos al leer esto estarán diciendo: “Ya estamos con el protestantismo”.

Claro que son necesarias las obras buenas. Siempre deben estar ahí, pero no las que arbitramos nosotros para salvarnos sino las que, una vez salvados gratuitamente por la sangre de Cristo y por su gracia, suceden en nosotros para gloria de Dios y mérito de nuestra propia vida.

No hay mayor placer en este mundo que entender a Jesucristo, sentirnos salvados por su gracia gratuita, experimentar su cercanía y saber que en él lo tenemos todo. Es difícil formular estos temas. A mí me ha costado mucho. Por eso aunque haya desgastado muchas neuronas y lo haya pasado mal al escribirlo, lo cierto es que he sido feliz haciéndolo.

Hasta ahora había escrito sobre temas ahora ya lo hago sobre un sistema, es decir, un compuesto de varios temas relacionados.

Vemos a la Renovación carismática tan crecida que la creemos capacitada para dar una respuesta global a todos los interrogantes y dificultades que en tus relaciones con Dios puedan surgir.

Esto ya es una teología. Hasta ahora no me había atrevido a poner este nombre en ninguno de mis escritos. Ahora ya sí. Ahora ya hay un conjunto de temas bien experimentados que forman ese sistema global que nos une con Dios. Queda más, naturalmente mucho más, pero ya hay unas bases insoslayables sobre las que apoyar la vivencia carismática.

Y ahora respondiendo a las dos preguntas iniciales te digo, lector: ¿Qué interés puede tener el escribir sobre estos temas? La vida, simplemente la vida.

Hay una nube de testigos, cientos de millones, en todas las iglesias del mundo incluidas las protestantes y ortodoxas, que necesitan este alimento para vivir.

La otra pregunta es si aquí en España hay mucha gente interesada por este libro. Lo único que se puede decir es que hay suficientes para poder seguir publicando estos libros. Las editoriales son muy exigentes. No publican nada si pierden dinero.

Te presento la ficha.

Teología de la Renovación carismática
Voz de Papel,
calle de la Playa de Riazor,
1228042, Madrid, 2014. 286 páginas
91 59409 22
OcioHispano
www.libroslibres.com 
correo@libroslibres.com 

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