Martes, 16 de abril de 2024

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«Prepárate para la prueba»

«Prepárate para la prueba»

por Duc in altum!

  ¿Para qué sirven las pruebas? Últimamente, no hay día en el que la palabra «crisis» se quede fuera de los grandes titulares, pues abarca muchos aspectos: económicos, políticos, religiosos, sociales, institucionales y personales. Nadie puede decirse libre de problemas y dificultades; sin embargo, hay otro tipo de pruebas más complejas, aquellas que son tomadas como oportunidades para el cambio. ¿A quiénes les pasa esto? A las y los que -valientemente- se arriesgan por hacer algo que valga la pena con sus vidas. Por ejemplo, quienes no tienen miedo de casarse y morir al lado de la persona a la que le dijeron que «si» el día de su boda o, en su caso, los maestros y las maestras que viendo la falta de cultura que pesa sobre nuestro tiempo, madrugan y tienen todo listo para una clase significativa. Todos, en mayor o menor medida, somos probados, pero es un hecho que los que -por decirlo de alguna manera- «vuelan» más alto, viven una serie de luchas interiores -y a veces, exteriores, ligadas a las resistencias de los demás- lo suficientemente intensas como para preguntarse qué hay detrás de tantos retos y desafíos. Nos dice Chesterton (18741936): «En todo aquello que vale la pena de tener, incluso en el placer, hay un punto de dolor o de tedio que ha de ser sobrevivido para que el placer pueda revivir y resistir». En otras palabras, las pruebas son tan tediosas como necesarias para poder despertar y ser felices, aunque esto implique dejarse «golpear» por la realidad -pecados propios, incluidos-, pero en vez de ser un golpe que nos vuelva amargados, se trata de una experiencia que nos ayuda a tomar conciencia y, mediante la voluntad que sabe confiar y esperar, ser capaces de construir la felicidad sin renunciar a levantarnos de cada caída. Para los que tenemos fe, la prueba adquiere un significado bastante claro: «Hijo, si te decides a servir al Señor, prepara tu alma para la prueba. Endereza tu corazón, sé firme, y no te inquietes en el momento de la desgracia. Únete al Señor y no te separes, para que al final de tus días seas enaltecido. Acepta de buen grado todo lo que te suceda, y sé paciente en las vicisitudes de tu humillación. Porque el oro se purifica en el fuego, y los que agradan a Dios, en el crisol de la humillación. Confía en él, y él vendrá en tu ayuda, endereza tus caminos y espera en él. Los que temen al Señor, esperen su misericordia, y no se desvíen, para no caer. Los que temen al Señor, tengan confianza en él, y no les faltará su recompensa. Los que temen al Señor, esperen sus beneficios, el gozo duradero y la misericordia» (Sir 2, 1-6). Entonces, ¿la fe es evasión? ¡Nada de eso! Al contrario, significa enfrentarse a la realidad, a la lucha interior por ser alguien congruente, pero con paz. El cristianismo, lejos de ser una propuesta “cursi” o “light” como a veces nos la pintan, implica el esfuerzo de toda una vida para ir alcanzando metas que vayan en la línea de la verdad. Por ejemplo, saber tomarse con calma los retos que implica encontrar una buena novia y no decimos perfecta, pero sí con la que podamos compartir el tiempo y la vida. Esa búsqueda, si se quiere algo serio -que no por serio, significa aburrido- exige paciencia y tal implicación puede ser una prueba necesaria porque ese tiempo capacita para lo que próximamente se irá dando. Lo mismo cuando una vez iniciado el noviazgo, surgen momentos de tensión. Si bien es cierto que no hay una obligación de por vida, pues eso solamente aplica al tratarse del matrimonio, no es menos cierto que siempre queda la vía del diálogo y de la reconciliación, pero ambas cosas cuestan, duelen y eso es parte de toda prueba tendiente a una vida bien cimentada.

  ¿Cuál es la mayor de las tentaciones al pasar por una o varias pruebas? Claudicar, rendirse o, en palabras coloquiales, “tirar la toalla”. Eso es justo lo que hay que evitar, porque nadie llega al cielo sin antes haber despegado y todo despegue es difícil; sobre todo, cuando las condiciones del clima son relativamente adversas. Hoy está de moda huir, dejar de intentarlo; sin embargo, ¿quién deja el timón justo al momento de hacer las maniobras de emergencia? Solamente una tripulación cobarde, dispuesta a morir sin luchar. Las crisis, tomadas con fe, adquieren otro significado. Nada les quita su buena dosis de tedio y dificultad, pero tarde o temprano se asegura el triunfo, el culmen, la meta.

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