Jueves, 25 de abril de 2024

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Magisterio sobre la evangelización (XII)

por Corazón Eucarístico de Jesús

Una vez más, e intentando ser exhaustivo con el Magisterio, un Mensaje de Benedicto XVI afronta el reto de la nueva evangelización, esta vez con un clarísimo tono personal.
 
La preocupación por vincular fe y razón en diálogo, sin oposición ni enfrentamiento ni rivalidad, induce a Benedicto XVI a tratar los nuevos areópagos de cara a la evangelización.
 
 
Para esto hace falta amplitud de miras. Reducida nuestra mirada al ámbito del campanario, poco entenderíamos. Pensaríamos que evangelizar es hacer lo que siempre se ha hecho aquí y que lo demás o es absurdo o es una pérdida de tiempo. Sin embargo, esos nuevos areópagos que han surgido son los que fraguan una cultura y una mentalidad, un estilo de vivir, que llega de forma poderosa a todas partes, incluso al "campanario" más perdido y remoto. De la pastoral (y mentalidad) de "campanario" hemos de pasar a tener una visión más global y amplia de la acción evangelizadora. A lo mejor en una pequeña aldea la evangelización de una parroquia será más limitada, pero eso no justificaría que se desprecie o minusvalore otros campos de evangelización (cultura, universidad, internet).

A lo mejor estoy ya hablando de "areópagos" sin definirlo. Pongamos en claro el concepto. El Areópago de Atenas era el lugar de encuentro de filósofos y pensadores, donde iban, hablaban, exponían sus teorías, se entraba en diálogo. Allí acudió san Pablo con escaso éxito al hablar de la resurrección de la carne. Y ese es el método: surgen nuevos areópagos, lugares de encuentro, intercambio, difusión de ideas, y la Iglesia que evangeliza no puede sustraerse a esos ámbitos para encerrarse temerosa y reticente de todo.

"El tema que afrontáis en este encuentro —"San Pablo y los nuevos areópagos"—, también a la luz del Año paulino que acaba de concluir, ayuda a revivir la experiencia del Apóstol de los gentiles en Atenas, quien, después de predicar en numerosos lugares, acudió al areópago y allí anunció el Evangelio usando un lenguaje que hoy podríamos definir "inculturado" (cf. Hch 17, 22-31). Ese areópago, que entonces representaba el centro de la cultura del docto pueblo ateniense, hoy —como dijo mi venerado predecesor Juan Pablo II— "puede ser tomado como símbolo de los nuevos ambientes donde debe proclamarse el Evangelio" (Redemptoris missio, 37). Efectivamente, la referencia a ese acontecimiento constituye una apremiante invitación a saber valorar los "areópagos" de hoy, donde se afrontan los grandes desafíos de la evangelización. Vosotros queréis analizar este tema con realismo, teniendo en cuenta los numerosos cambios sociales que se han producido. Un realismo sostenido por el espíritu de fe, que ve la historia a la luz del Evangelio, y con la certeza que tenía san Pablo de la presencia de Cristo resucitado. También para nosotros son consoladoras las palabras que Jesús le dirigió en Corinto:  "No tengas miedo, sigue hablando y no calles, porque yo estoy contigo y nadie te pondrá la mano encima para hacerte mal" (Hch 18, 910). El siervo de Dios Pablo VI dijo con eficacia que no se trata sólo de predicar el Evangelio, sino de "alcanzar y transformar con la fuerza del Evangelio los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad, que están en contraste con la Palabra de Dios y con el designio de salvación" (Evangelii nuntiandi, 19)" (Benedicto XVI, Mensaje a la plenaria de la Cong. para la evangelización, 13-noviembre-2009).

Estos son los areópagos y por tanto los lugares donde también la Iglesia -en cada uno de sus miembros- debe hacerse presente.

"Hay que mirar a los "nuevos areópagos" con este espíritu; en la globalización actual algunos de ellos son comunes, mientras que otros siguen siendo específicos de algunos continentes, como hemos visto también en la reciente Asamblea especial para África del Sínodo de los obispos. Por lo tanto, hay que orientar la actividad misionera de la Iglesia hacia estos centros neurálgicos de la sociedad del tercer milenio. Tampoco hay que subestimar la influencia de una cultura relativista generalizada, que la mayoría de las veces carece de valores y que entra en el santuario de la familia, se infiltra en el campo de la educación y en otros ámbitos de la sociedad y los contamina, manipulando las conciencias, especialmente las de los jóvenes" (ibíd.).

Sorprende la decisión con que Benedicto afronta la situación: orientar la actividad misionera de la Iglesia "hacia estos centros neurálgicos de la sociedad del tercer milenio". La dispersión de fuerzas y en muchísimas ocasiones la cerrazón de una pastoral muy limitada a pequeñas cositas, reuniones y hacer lo de siempre, nos hacen perder la perspectiva. Hoy el lugar de la Iglesia son los nuevos areópagos. ¿Cuáles? Recordemos algunos: el mundo del pensamiento, la cultura, la Universidad, los medios de comunicación social, el cine, Internet.

"Al mismo tiempo, sin embargo, a pesar de estas insidias, la Iglesia sabe que el Espíritu Santo actúa siempre. Se abren nuevas puertas al Evangelio y se va extendiendo en el mundo el anhelo de una auténtica renovación espiritual y apostólica. Como en otras épocas de cambio, la prioridad pastoral es mostrar el verdadero rostro de Cristo, Señor de la historia y único Redentor del hombre. Esto exige que cada comunidad cristiana y la Iglesia en su conjunto den un testimonio de fidelidad a Cristo, construyendo pacientemente la unidad que él deseaba e invocaba para todos sus discípulos. La unidad de los cristianos hará más fácil la evangelización y la confrontación con los desafíos culturales, sociales y religiosos de nuestro tiempo" (ibíd.). 

Al estar en esos areópagos, lo haremos como Iglesia si mostramos el verdadero rostro de Cristo, siendo fieles a Él, con unidad eclesial. 
 
Quienes puedan, por profesión, vocación, capacidad, deberán estar en esos areópagos. Ahí se juega el futuro de la cultura, de la vida de esta sociedad. Ahí habremos de evangelizar. ¿O nos quedaremos tranquilos todos -hasta los más capaces que pueden rendir en otros ámbitos- encerrados en la sacristía para charlar y para reunirnos una y otra vez?
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