Viernes, 29 de marzo de 2024

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Celebrando y confesando el Misterio

por Corazón Eucarístico de Jesús

Durante el tiempo de Navidad, inaugurado el día del Nacimiento del Señor y que concluye con el Bautismo de Cristo en el Jordán, los formularios de las preces de Laudes son muy numerosos y variados y, por tanto, nos introducen muy adecuadamente en la celebración del Misterio, enriqueciendo nuestra comprensión teológica y favoreciendo la vivencia espiritual. Se supera así el sentimentalismo edulcorado que este tiempo ofrece –social y culturalmente-  para penetrar, humildes y adorantes, en el misterio del Dios-con-nosotros.
 
 

Los encabezamientos de las Preces
 
 
            Cuando se introducen las preces de Laudes, por parte de quien preside, en una frase breve se muestra algún aspecto del Misterio que se celebra para disponer a todos a la plegaria con una tonalidad específica.
 
            ¿Cuál es el Misterio? Que el Verbo de Dios ha asumido nuestra naturaleza humana haciéndose plenamente hombre para redimir al hombre: “Glorifiquemos a Cristo, Palabra eterna del Padre, engendrado antes de los siglos y nacido por nosotros en el tiempo” (25 dic). Su encarnación es plena: asume todo lo humano y entra en el mundo –virginalmente- mediante la estructura familiar: “Adoremos a Cristo, Hijo de Dios vivo, que quiso ser también hijo de una familia humana” (Sgda. Familia).
 
            Todas las promesas mesiánicas y lo anunciado por los profetas durante siglos, se ven cumplidos en Cristo: “Dios en su misericordia nos ha enviado a Cristo, príncipe de la paz” (29 dic). La tierra entera se goza por su venida, su Luz ilumina a todas las naciones, Dios ha hecho maravillas: “Cristo, Salvador enviado por Dios, a quien han contemplado los confines de la tierra” (7 ene), ya que “los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios” (Sal 97), como tantas veces se canta en la liturgia de este tiempo de Navidad.
 
 

            Cumpliendo las promesas, Dios obra una nuevo inicio: Cristo, hecho hombre, es la recapitulación de todas las cosas, la Cabeza absoluta y única de cielos y tierra, de lo visible y lo invisible, el punto de unión y “la síntesis de todo” (Col 3,11): “Cristo, el Señor, en quien el Padre ha querido recapitular todas las cosas” (30 dic). Esa recapitulación comienza ya, con su Nacimiento y Manifestación a toda la humanidad, derramando “gracia tras gracia” (Jn 1,16): “Cristo, cuya gracia ha aparecido a todos los hombres” (31 dic); es, pues, el Salvador universal, de todo hombre y de todos los hombres, ya que ha venido por todos y para todos.
 
Cristo es el Hombre nuevo y el verdadero Adán que nos introduce en la vida y nos saca de la muerte: “Cristo, el hombre celeste, nuevo Adán y espíritu que da vida” (2 ene), tomando estas palabras de san Pablo: “el primer hombre, Adán, se convirtió en ser viviente. El último Adán, en espíritu vivificante” (1Co 15,45); “honor y gloria a Cristo, que ha venido para crear un hombre nuevo de corazón y de espíritu” (11 ene).
 
            El Misterio ha sido desvelado plenamente: “Cristo, Palabra eterna del Padre, manifestado en la carne, contemplado por los ángeles y predicado a los paganos” (4 ene; cf. 1Tm 3,16).
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