Jueves, 25 de abril de 2024

Religión en Libertad

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Ofrecer la centralidad del cristianismo

por Corazón Eucarístico de Jesús

A veces la dispersión a la hora de predicar, catequizar o enseñar, logran que el cristianismo parezca una selva de normas, leyes y preceptos superpuestos, sin distinguir lo central de lo accesorio.
 
 
Tal vez, muchas veces empezamos la casa por el tejado y pretendemos una conversión únicamente en el plano moral, presentando los mandamientos y la ley moral que, sin sustentarse en el encuentro con Cristo, se vuelven una carga insoportable y difícil de entender. Más que ofrecer y facilitar el encuentro con la Persona del Señor, vamos hacia la periferia de lo que sería siempre una consecuencia del encuentro con Cristo.
 
Por otra parte, un riesgo diferente hay que superar: recortar el cristianismo, adaptar el lenguaje y el contenido, únicamente a aquello que los oídos están dispuestos a escuchar. A veces hemos desdibujado el cristianismo presentándolo como una oferta ética o un mensaje sentimental, apto para lo "políticamente correcto", aquello que no provocaría ni conversión ni adhesión ni rechazo. Es decir, hemos secularizado el cristianismo para moldearlo según los criterios secularistas del mundo. Y así, definitivamente, se traiciona al Señor.
 
""No he omitido por miedo nada de cuanto os pudiera aprovechar, predicando y enseñando" (v. 20). San Pablo, después de algunas frases, vuelve sobre este aspecto y afirma: "No tuve miedo de anunciaros enteramente el plan de Dios" (v. 27). Esto es importante: el Apóstol no predica un cristianismo "a la carta", según sus gustos; no predica un Evangelio según sus ideas teológicas preferidas; no se sustrae al compromiso de anunciar toda la voluntad de Dios, también la voluntad incómoda, incluidos los temas que personalmente no le agradan tanto. Nuestra misión es anunciar toda la voluntad de Dios, en su totalidad y sencillez última. Pero es importante el hecho de que debemos predicar y enseñar -como dice san Pablo-, y proponer realmente toda la voluntad de Dios. Y pienso que si el mundo de hoy tiene curiosidad de conocer todo, mucho más nosotros deberemos tener la curiosidad de conocer la voluntad de Dios: ¿qué podría ser más interesante, más importante, más esencial para nosotros que conocer lo que Dios quiere, conocer la voluntad de Dios, el rostro de Dios? Esta curiosidad interior debería ser también nuestra curiosidad por conocer mejor, de modo más completo, la voluntad de Dios. Debemos responder y despertar esta curiosidad en los demás, curiosidad por conocer verdaderamente toda la voluntad de Dios, y así conocer cómo podemos y cómo debemos vivir, cuál es el camino de nuestra vida. Así pues, deberíamos dar a conocer y comprender -en la medida de lo posible- el contenido del Credo de la Iglesia, desde la creación hasta la vuelta del Señor, hasta el mundo nuevo. La doctrina, la liturgia, la moral y la oración -las cuatro partes del Catecismo de la Iglesia católica- indican esta totalidad de la voluntad de Dios.
 
También es importante no perdernos en los detalles, no dar la idea de que el cristianismo es un paquete inmenso de cosas por aprender. En resumidas cuentas, es algo sencillo: Dios se ha revelado en Cristo. Pero entrar en esta sencillez -creo en Dios que se revela en Cristo y quiero ver y realizar su voluntad- tiene contenidos y, según las situaciones, entramos en detalles o no, pero es esencial hacer comprender por una parte la sencillez última de la fe. Creer en Dios como se ha revelado en Cristo es también la riqueza interior de esta fe, las respuestas que da a nuestras preguntas, también las respuestas que en un primer momento no nos gustan y que, sin embargo, son el camino de la vida, el verdadero camino; en cuanto afrontamos estas cosas, aunque no nos resulten tan agradables, podemos comprender, comenzamos a comprender lo que es realmente la verdad. Y la verdad es bella. La voluntad de Dios es buena, es la bondad misma" (Benedicto XVI, Lectio con el clero de Roma, 10-marzo-2011).
 
Las palabras del Papa ayudan a todos a centrarnos. Es, recordémoslo, situarnos en la perspectiva de sus encíclicas "Deus caritas est" y "Spe salvi", considerando lo central, yendo a lo principal.
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