Viernes, 26 de abril de 2024

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Evangelizar no es igual a hacer evangelizacion

por Una iglesia provocativa

 

La sociedad de hoy tiene muchos defectos, pero si hay una virtud de la juventud postmoderna es que es tremendamente alérgica a todo aquello que no sea auténtico.


Y nada menos auténtico que un cristiano haciendo “evangelización” en vez de evangelizando a la gente con todo lo que significa.

Si preguntáramos por ahí en la Iglesia a cualquiera en qué consiste la Nueva Evangelización, ¿cuál sería la respuesta? Muchos tendrán la tentación de decir que evangelizar es salir afuera, es convencer haciendo apologética, hablar al areópago, soltar discursos, hacer apostolado.


Pero si queremos una respuesta seria y completa, necesariamente tendremos que formular una verdad que por más teológica que sea, la tenemos muy olvidada: evangelizar es dejar al Espíritu Santo hacer su obra.


Me explico... es algo profundamente humano y profundamente teológico. Es ser cauce para que la obra de Jesucristo suceda en las personas y esto es lo que hace el Espíritu Santo.


¿Cómo lo viene a hacer el Espíritu Santo? Primero nos convence de nuestro pecado, después da testimonio en nuestros corazones acerca de Jesucristo, y cuando somos bautizados y lo recibimos nos hace hijos de Dios actualizando en nosotros la obra de la redención.


Eso es la evangelización, que el Evangelio llegue a las personas, que la vida de Dios Padre se manifieste a ellas, que conozcan a Jesucristo y que por el Espíritu Santo le reciban.


Pero en la mentalidad católica de la que venimos, evangelizar se ha reducido a hacer algo: venimos de “hacer apostolado” y hemos acabado “haciendo Nueva Evangelización”.


Pero la evangelización tiene una característica y es que no se hace, sino que nace. Es algo que sale del carácter de Dios y por reflejo  también debe salir del carácter de los cristianos.

Donde hay fe, hay evangelización... porque la misma brota de la fe de la Iglesia y como se nos decía en la preparación del Sínodo, el éxito de la Nueva Evangelización pasa por la capacidad de la Iglesia de generar una masa de fe en ella misma capaz de llegar al mundo.


Todo pasa por el carácter de los evangelizadores... y consiste en actuar según el carácter de Dios.


Esto significa que si queremos hacer lo que hizo Jesús como él nos conminó a hacer, no bastan palabras pues Él predicaba con gestos y palabras. Dicho de otra manera no bastan programas pastorales vacuos, iniciativas pías de niños buenos, impulsos voluntaristas con tufillo a pelagiano... parole, parole al fin y al cabo. Todo eso son cosas que se pueden hacer, pero la verdadera evangelización nace del ser de la Iglesia (la Iglesia existe para evangelizar) y pasa a través de la persona de los evangelizadores (Vosotros sois piedras vivas edificadas sobre el cimiento de los apostoles. 1 Pe 2,5)


Por eso critico a la gente que de partida te dice que van a “hacer evangelización”.


Mucho me temo que últimamente apenas llegamos a esbozar una caricatura de lo que realmente es la evangelización. Veo con preocupación como personas no discipuladas (que aún no son discípulos por lo que no pueden ser misioneros si atendemos a lo que nos dice el papa Francisco) se dedican a hacer actos y actividades de Nueva Evangelización que no convierten, pero que llenan los programas de encuentros, los planes pastorales de folios y las veladas de evangelización de titulares para los periódicos digitales católicos.


La prueba del algodón es preguntarles qué están haciendo, qué esperan que Dios haga, y a dónde se va desde ahí una vez que Dios haga lo que hace.

En el fondo no tienen muy claro lo que tiene que pasar, esperan que la gente llene las iglesias o sus grupos y no tienen un plan de acompañamiento-catecumenado- discipulado para el caso de que alguien se convierta.


El hecho de salir a evangelizar sin un plan de contingencia para el infrecuente caso de que la gente se convierta es muy revelador, te habla de gente que quiere hacer cosas, no iniciar procesos.


Y ojo, no digo que se haga por afán de colgarse una medallita sino que se hace de la manera que se les ha enseñado, por puro desconocimiento.


Por eso es una evangelización precipitada, que es más un hacer que un ser, en la que las cosas no están claras de partida y por ende, no llegan claras a los evangelizados.


Si a estos grupos se les pide estadística no la tienen... hacemos evangelización, el resto depende de Dios y eso es lo que hacen los malos administradores y las vírgenes insensatas, no los que tienen fruto que saben lo que tienen en el inventario y lo que necesitarán para seguir llenándolo.


Si rascamos un poco vemos que su evangelización no parte del ser de una comunidad cristiana, sino que son individuos que se juntan para hacer evangelización y a eso lo llaman Nueva Evangelización.


Son, sin quererlo, ciegos dando palos de ciego en una sociedad postmoderna tremendamente alérgica a todo lo que no sea auténtico... y nada menos auténtico que un cristiano haciendo “evangelización” en vez de evangelizando a la gente con todo lo que significa.

Por eso se cae en errores tan de bulto como pretender convertir a la gente convenciéndola de venir a lo nuestro, se habla más que se escucha y se practica las condescendencia de corazón... y nada de eso atrae.


No hay nada de malo en invitar a la gente a la iglesia... pero hay algo previo, algo fundamental, que nos dejamos en el camino. Es el primer paso de fe, la experiencia de encuentro con Jesucristo que sólo ocurre por medio del Espíritu Santo.


Y esto, que en teoría todos saben que tiene que pasar, no tiene una concreción, es una idea etérea.


El esquema que reclamaban los Lineamenta pasaba por una pregunta lanzada a toda la Iglesia: ¿qué propuestas explícitas de primer anuncio de la persona de Jesucristo se llevan a cabo en vuestras comunidades?


Una propuesta explícita de adhesión a Jesucristo… ¿qué es eso?


Predicar el pecado, la salvación y el amor de Dios y la respuesta que Dios espera de tí a través de la respuesta a Jesucristo que llama, y orar al Espíritu Santo para que posibilite la respuesta porque no solo abre el entendimiento sino que además de Él depende el querer y el obrar.


Yo no espero de un evangelizado que rece... sino que llegue al convencimiento de que como yo es pecador, se arrepienta, se abra a la acción de Dios y se entregue a Jesucristo.


Y esto, que es una verdad teológica, tiene que tener una práctica pastoral aparejada... porque si no, se vuelve una entelequia, una teoría que sabemos que está ahí pero que no se actualiza, no se hace gesto… y no deja al Espíritu Santo actuar.


Y del evangelizador solo espero que anuncie (hasta ahí va el mandato de Cristo): lo demás depende de la acción de Dios y la libertad de la persona... pero cuántas veces caemos en un lenguaje y una actitud de corazón condescendiente que trata de convertir en vez de anunciar. Y encima nos pasa lo que decía el P. Emiliano Tardiff: “Pedro con un discurso convirtió a tres mil, nosotros con tres mil discursos no convertimos a uno”.


Porque en el fondo al hacer evangelización en vez de evangelizar, caemos en hacer discursos en vez de ser medios del obrar de Dios. Y el discurso no convierte, por más que sea acertado y verdadero. Convierte la persona de Jesucristo por medio del Espíritu Santo.


Hacer evangelización así, es como el título de aquella película: ¿por qué lo llaman evangelización cuando quiere decir proselitismo? (sic ¿por qué lo llaman amor cuando quiere decir sexo?) Porque si queremos ir por ahí hablando de Jesucristo sin un plan de contingencia detrás, somos como aquel playboy espiritual que quiere engendrar hijos en la fe, pero que los deja en la calle recién nacidos.


Un plan de contingencia significa empezar la evangelización no desde el hacer sino desde el ser de la comunidad cristiana. Pensar más en el post-Alpha que en el Alpha (pensar más en la comunidad cristiana, que en el acto puntual de salir a evangelizar que solo es una puerta de entrada). Pensar más en el proceso que en la acción puntual. No querer tomar atajos, ni calmar conciencias, ni caer en la autosatisfacción de la autorreferencialidadad con formulaciones tipo “yo he salido a hacer evangelización”, en vez de “los cojos andan, los ciegos ven... el Evangelio ha sucedido en estas personas”.


Teología pura... pero vida pura también... como los Hechos de los Apóstoles que son una explosión de teología vivida y por eso más que discursos son hechos… donde el Espíritu Santo actúa.


Decía el clásico que obras son amores y no buenas razones.


El amor, como la caridad, es mucho más fino que ir a un “alejado” a soltarle un discurso para que venga a lo nuestro y tristemente, cuando la gente percibe eso de nosotros y lo ridiculiza, es porque hay algo de verdad.


A la gente se le habla de Jesucristo si, pero perciben ideología, palabrería y no amor… ¿no será señal de la falta de autenticidad de una acción evangelizadora que no está enraizada en el ser de unos discípulos evangelizadores que actúan desde la comunidad de la Iglesia? ¿no será falta de parresía de la buena?


Hacer versus ser, esa es la clave y el signo que hemos de buscar para discernir lo que tiene posibilidades de fruto de vida eterna y por lo que debemos apostar como comunidades cristianas si queremos interiorizar la llamada de la Iglesia a una Nueva Evangelización.
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