Martes, 16 de abril de 2024

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Del acta que levantó Pilatos sobre la crucifixión de Jesús

por En cuerpo y alma


 
            Cuando hablamos de las “Actas de Pilato” que el procurador de Judea habría redactado sobre los hechos que probablemente en el año 30 culminaron con la crucifixiión de un galileo en Jerusalén, hablamos en realidad de todo un género dentro de lo que es la literatura del protocristianismo, el cual abarca varios subgéneros diferentes, tres para ser exactos, y de muy diferente intencionalidad.
 
            El primero de esos subgéneros mencionados está relacionado con la posibilidad histórica de que efectivamente Pilatos hubiera escrito una relación sobre los hechos que culminaron en la crucifixión de Jesús al final del primer tercio del s. I en Palestina. Pues bien, existen menciones claras sobre el tema, la más antigua de las cuales le debemos a San Justino, uno de los grandes escritores del protocristianismo, nacido hacia el año 100 y muerto hacia el año 165, que lo hace en sus “Apologías”, concretamente en la primera de las dos que dirige al Emperador Antonino Pío, en estos términos:
 
            “Que todas estas cosas pasaron podéis corroborarlo en las Actas de Poncio Pilatos” (ApJust. 1, 35, 9).
 
            “Y que él [Jesús] hizo todas estas cosas, lo podéis constatar en las Actas de Poncio Pilatos” (Ap. 1, 48)
 
            El hecho de que Justino viviera en Roma ha hecho pensar a muchos comentaristas que, efectivamente, Justino tuvo ese acta en sus manos y la pudo leer él mismo.
 
            Tertuliano, que nace justo cuando Justino muere hacia el año 160, y fallece hacia el 220, también cita la existencia de esas actas en su libro titulado igual, “Apología”, y lo hace en estos términos.
 
            “Tuvo carta de Siria Palestina, en que le avisaban cómo se había manifestado la divinidad de Cristo en Judea” (ApTert. 5)
 
            “De los prodigios de la vida y muerte de Cristo escribió a Tiberio César el presidente Pilatos” (ApTert. 21)
 
            Ni que decir tiene que este acta del que hablan Justino y Tertuliano no ha sido encontrada.
 
            Un tercer testimonio de este primer subgénero es el que aporta Eusebio de Cesarea en su “Historia eclesiástica”, escrita hacia el año 325, cuando dice:
 
            “Pilato pues dio parte al Emperador Tiberio de todo lo que corría de boca en boca por toda Palestina referente a la resurrección de Nuestro Salvador Jesús de entre los muertos” (HistEc. 2, 2, 1)
 
            Está claro que Eusebio no tiene conocimiento de los testimonios de Justino y Tertuliano que, de haber conocido, prolijo como es en la especificación de sus fuentes, habría mencionado aquí.
  
            Al propio Eusebio debemos la segunda expresión del género, cuyos contenido e intencionalidad, de tipo propagandístico y denigratorias, son en consecuencia, muy otros. Nos dice Eusebio:
 
            “Y el mismo Josefo en el libro 18 de sus Antigüedades declara que en el año 12 del Imperio de Tiberio (pues éste fue el sucesor en el Imperio tras los cincuenta y siete años de reinado de Augusto) Poncio Pilato obtuvo el gobierno de Judea, en el que se mantuvo diez años completos, casi hasta la muerte de Tiberio.
            Por lo tanto, claramente queda refutada la patraña de los que ahora últimamente han divulgado unas “Memorias” contra nuestro salvador” (HistEc. 1, 9, 2-3).
 
            Unas “Memorias” a las que vuelve a referirse más adelante en estos términos:
 
            “Después de inventar -como suena- unas memorias de Pilatos y de Nuestro Salvador, abarrotadas de todo género de blasfemias contra Cristo con la anuencia del soberano las distribuyen por todo el país sujeto a su mando” (HistEc. 9, 5, 1).
 
            Obra que atribuye a Maximino Daza, emperador entre los años 308 y 313, a la que vuelve a referirse una vez más en estos términos:
 
            “Se grababan en estelas de bronce y se exponían al público en medio de las ciudades las decisiones que las ciudades votaban contra nosotros y los rescriptos con las órdenes imperiales correspondientes, y los niños en las escuelas cada día tenían en sus labios a Jesús, a Pilatos y las “Memorias” inventadas para insultar” (HistEc. 9, 7, 1).
 
            Ni que decir tiene que tampoco estas “Memorias de Pilatos”, que por lo menos nos hablan elocuentemente de la entidad que había alcanzado ya el cristianismo en los tiempos en los que se sitúan, han llegado a nuestros días.
 
            La tercera y última expresión del género de la que vamos a hablar aquí es la obra apócrifa titulada precisamente así, “Actas de Pilatos”, un texto integrante de un apócrifo más extenso titulado “Evangelio de Nicodemo” junto con el llamado “Descensus ad infernos” “Descenso a los infiernos”, una obra muy popular en el Medievo, con una influencia indiscutible sobre toda la iconografía de la Pasión, y de la que nos han llegado muchas versiones y en varias lenguas: en griego, en el que habría sido escrita, en copto, en armenio y en latín.
 
            Eusebio tampoco se refiere a estas “Actas de Pilatos”, pero sí lo parece hacerlo San Epifanio hacia el principio del último cuarto del s. IV, dos hechos que unidos, invitan a datar el trabajo entre el año 325 en que se escribe la “Historia Eclesiástica”, donde no se citan, y el 375 en el que Epifanio se refiere al que parece ser dicho trabajo.

            Que hagan mucho bien y que no reciban menos.
 
 
            ©L.A.
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