Jueves, 28 de marzo de 2024

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¿Quién fue El Greco? Breve reseña histórica en el IV Centenario de su muerte

por En cuerpo y alma

 
            Como colofón del pequeño homenaje de En Cuerpo y Alma a ese grandioso pintor que fue El Greco, y con motivo del IV Centenario de su muerte, cerramos el ciclo que a él hemos dedicado con una breve reseña de su interesante vida.
 
            Doménikos Theotokopoulos, que tal era su nombre de pila, nace en Candía, actual Heraclión, en la isla de Creta, -posesión entonces y desde principios del siglo XIII de la República de Venecia hasta que en 1645 sea conquistada por los turcos- lo que hace en 1541, aunque no se sabe la fecha exacta.
 
            Sabemos que su padre, Geórgios Theotokópoulos, era comerciante y recaudador. Tiene un hermano, Manoussos, que también es comerciante, y otro llamado Frangiskos. Nada se sabe de su madre, como tampoco de su esposa, que la tuvo, aunque debió de perderla pronto. El Greco pertenece, como se ve, a una familia acomodada. Tema controvertido es el de su religión, si era católico u ortodoxo, si bien no añadiremos nada a lo ya dicho ayer (pinche aquí si desea conocer sobre él)
 
            Su sobrenombre hace referencia, obviamente, a su origen. Parece que lo recibe en Roma, donde empiezan a llamarle “Il Greco”, luego semiespañolizado en “El Greco”, cambiándole el artículo pero dejándole el sustantivo a la italiana.
 
            Doménikos estudia pintura en su isla natal. Pronto lo vemos convertido en pintor de iconos en el estilo post-bizantino vigente en la Creta de su tiempo. Consta que a los 26 años aún reside en Candía, porque por entonces pinta una “Pasión de Cristo”. Pero no mucho después se traslada a Venecia. Y es que al fin y al cabo, como parte que era Creta de la República Veneciana, Domenikos tenía la ciudadanía veneciana. Allí entra en contacto con Tiziano, Tintoretto y Veronese, cuyas obras influyen poderosamente en él.
 
            Tras parar probablemente por Parma para conocer a su admirado Correggio, se dirige a Roma, adonde llega hacia 1570. Allí, el bibliotecario Fulvio Orsini consigue alojarlo nada menos que en casa del Cardenal Alejandro Farnesio, donde permanece un par de años. Pero su presencia en la Ciudad Eterna es accidentada. El carácter del Greco es endiablado, toda su vida le causará problemas, y se la pasará pleiteando. Parece que el Greco es expulsado del palacio por el mayordomo del cardenal, y que cuando el Papa Pío V andaba buscando la manera de aligerar los escandalosos desnudos de la Capilla Sixtina de Buonarotti, Domenikos se postula a sí mismo para rehacer la obra a nuevo “con honestidad y decencia, y no inferior en buena ejecución pictórica” (Julio Mancini) lo que, como era fácilmente esperable, le gana un billete para abandonar definitivamente la Ciudad Eterna.
 
            Así que hacia 1576, con unos treinta y cinco años, se dirige a Toledo, quizás tras una segunda estancia en Venecia. En España, Felipe II, que procedía a terminar el monasterio de El Escorial, le realiza dos encargos: la “Alegoría de la Liga Santa”, también conocido como “Sueño de Felipe II”, y “El martirio de San Mauricio y la legión tebana”, ambos en el monasterio, pero como es bien sabido, ninguna de las dos gusta al Rey, que no le vuelve a encargar nada. Con lo que el mundo se quedó sin la maravillosa capilla que El Greco habría podido pintar en el monasterio, quién sabe si una segunda Capilla Sixtina, ésta en España.
 
            Domenikos se lame las heridas en Toledo, donde Luis de Castilla, deán de la catedral de Toledo, le consigue sus primeros encargos toledanos: el retablo mayor y dos laterales para la iglesia de Santo Domingo el Antiguo de Toledo, y el magnífico “Expolio”, para la catedral.
 
            En la ciudad imperial tendrá un hijo, Jorge Manuel, con Jerónima de las Cuevas, espléndida mujer si de verdad “La dama del armiño” pintada por El Greco es su retrato como algunos dicen, mujer con la que, sin embargo, no llega a casar.
 
            Para 1585 tiene ya un gran taller en el que es capaz de producir retablos completos, todo un logro que demuestra la posición alcanzada, y en 1586 obtiene uno de sus más importantes encargos, el de “El entierro del conde de Orgaz” para la iglesia de Santo Tomé (pinche aquí si desea conocer más sobre la génesis de este cuadro), retrato masivo en el que cada personaje se corresponde con alguno de la vida toledana...
 
            El Greco inicial bebe de tres fuentes principales: el estilo de los iconos que se producen en su Creta natal, y las dos escuelas que se encuentra en Italia: el manierismo romano, que pone el acento en el dibujo y ensalza a Miguel Ángel; y la escuela veneciana, que lo pone en el color y se mira en Tiziano.
 
            Pero su estilo cambia. El Greco maduro tiene un estilo absolutamente personal, imposible de confundir hasta para el más profano. A él llega en Toledo, donde alcanza su tono dramático, con cabezas pequeñas sobre figuras muy largas y sinuosas, luz fuerte y estridente, superpoblación de figuras sin paisajes, gran abstracción, espíritu místico… Un estilo que algunos han atribuído a un supuesto astigmatismo, lo que es un error pues si el astigmatismo le hubiera hecho al Greco contemplar la realidad en el modo en el que la pintaba, dicha transformación también se habría producido sobre el lienzo, compensando así el error en el enfoque.
 
            En cuanto a su técnica, sus cuadros presentan multitud de pinceladas. Usa la paleta de colores veneciana y sus tonalidades ricas y saturadas, a las que añade los colores estridentes de la “maniera”. El Greco retocaba sus pinturas una y otra vez.
 
            Y en cuanto a su temática, y dado que su mejor cliente no era otro la Iglesia, es lógico que fuera mayoritariamente religiosa, algo común, por lo demás, en toda Europa. Trento había terminado en 1564, cuando él es un joven pintor que marcha a Italia a buscarse las habichuelas. No es casual que gran parte de su obra esté dedicada a la representación de santos y a la Virgen María, cuyo papel intercesor del hombre ante Dios defiende la Iglesia y niegan los protestantes. Aunque con un estilo muy personal en el que algunos han querido ver incluso algo de transgresor. Algunos temas se repiten particularmente: así San Francisco, al fin y al cabo en Toledo había trece conventos franciscanos, la Magdalena, los ciclos de apóstoles…
 
            Pero no sólo hace pintura religiosa. El Greco es considerado uno de los mejores retratistas de la historia. Aparte de una serie de autorretratos a diversas edades, singulares o incluídos en cuadros más amplios como el del “Entierro del Conde Orgaz”, que es en realidad “un retrato en masa”, el Greco retrata a Jerónima de las Cuevas, a Giulio Clovio, a su hijo Jorge Manuel, al Cardenal Carlos de Guisa, al Cardenal Niño de Guevara, y a otros muchos personajes cuyos nombres no se conocen, como el “Caballero de la mano en el pecho”, el “Retrato de anciano”, etc..
 
            Domenikos  muere el 7 de abril de 1614, con setenta y tres añitos, no mala edad para la época. Se sabe que es enterrado en la iglesia de Santo Domingo el Antiguo para la que había realizado varias obras, pero el panteón es trasladado hacia 1619 a San Torcuato, convento destruido en 1868 y en el que en 1912 se buscó el panteón infructuosamente. Una pérdida más de ese siglo devastador que fue para el patrimonio cultural español el XIX, con el expolio de la Guerra de la Independencia, el de la Desamortización y el que supuso la incorporación de los nuevos conceptos urbanísticos, sobre todo franceses.
 
            Como quiera que sea, y con motivo del IV centenario de su muerte, Toledo está radiante estos días con el recuerdo de uno de sus más relevantes hijos.
 
 
            ©L.A.
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