Sábado, 20 de abril de 2024

Religión en Libertad

El Padre Loring y los signos de una muerte santa


Aquí quedan narrados tres signos que hablan y mucho de una muerte verdaderamente santa: en el Día de Navidad, a la Hora de la Misericordia, con sus últimas palabras dichas en honor y gloria de María Santísima.

por Padre José Medina

Opinión

Jorge Loring, sacerdote jesuita, falleció en Navidad, con 92 años de edad, y 59 años de sacerdocio. Navidad, a las 3 de la tarde, Hora de la Divina Misericordia. Ingresado y muy grave estaba rezando el Santo Rosario y con las palabras “Ave María Purísima”, entregó su alma a su Hacedor y Salvador.

Aquí quedan narrados tres signos que hablan y mucho de una muerte verdaderamente santa: en el Día de Navidad, a la Hora de la Misericordia, con sus últimas palabras dichas en honor y gloria de María Santísima.

Como no todos podemos (o queremos) ver los hechos con sentido sobrenatural alguno me podría objetar: eso ha sido pura y simplemente una gran casualidad. Y yo, a primera instancia y en toda instancia, respeto la opinión de todos, pero estoy convencido que la casualidad no existe.

En una perspectiva de fe podemos llegar a decir, y lo hemos dicho y escuchado cientos de veces "nada es por casualidad", creemos en el accionar de Dios, como “causa primera” en el orden de la creación y de la providencia. El Padre Loring nos diría en su tono vehemente y apasionado: “Es absurdo pensar que la Naturaleza se ha hecho sin la intervención de una inteligencia. ¿Te parece posible que un mono tecleando en una máquina de escribir componga este libro que tienes en las manos?”.

Y como estoy convencido que la muerte del Padre Loring ha sido “una obra de arte” de Dios -porque siempre “Donde hay una obra de arte hay un artista. Hasta el blasfemo Voltaire dijo: ‘No puedo imaginar que haya un reloj sin relojero’” -, pasaré a reflexionar sobre los tres elementos citados:

Morir en Navidad
La Navidad recuerda, celebra y actualiza el inicio del misterio de la redención del hombre, así se lee en las profecías: “Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado; le ponen en el hombro el distintivo del rey y proclaman su nombre: "Consejero admirable, Dios fuerte, Padre que no muere, príncipe de la Paz." (Is 9, 5). Ese hecho fue de tal magnitud que todo el cielo lo celebró: “De pronto una multitud de seres celestiales aparecieron junto al ángel, y alababan a Dios con estas palabras: ‘Gloria a Dios en lo más alto del cielo y en la tierra paz a los hombres: ésta es la hora de su gracia’” (Lc 2, 1314).
El Padre Loring ha sido llamado a la vida eterna en ese glorioso día de Navidad. En el día en que Jesús nace para la humanidad que busca libertad y paz; nace para todo hombre oprimido por el pecado, necesitado de salvación y sediento de esperanza. En ese día en que el cielo abre las puertas de la misericordia de par en par, esta vez las abrió para llamar a este fiel sacerdote jesuita.

Morir a Hora de la Misericordia
Es el mismo Señor Jesucristo que a Santa María Faustina Kowalska, Apóstol de la Divina Misericordia, le reveló estas palabras acerca de la eficacia de las 3 de la tarde, hora de su muerte: “Yo te recuerdo hija mía que tan pronto como suene el reloj a las tres de la tarde, te sumerjas completamente en mi Misericordia, adorándola y glorificándola; invoca su omnipotencia para todo el mundo, y particularmente para los pobres pecadores; porque en ese momento la Misericordia se abrió ampliamente para cada alma. A la hora de las tres imploren Mi misericordia, especialmente por los pecadores; y aunque sea por un brevísimo momento, sumérgete en Mi Pasión, especialmente en Mi desamparo en el momento de mi agonía. Esta es la hora de la gran misericordia para el mundo entero. En esta hora, no le rehusare nada al alma que me lo pida por los méritos de Mi Pasión.”

Dichoso el Padre Loring que ha tenido la gracia de exhalar su último aliento a la misma hora en el Señor Jesús hizo lo mismo. Él que fue un apóstol de la Misericordia Divina, ha recibido del Señor lo mismo que el repartió a manos llenas en su ministerio sacerdotal: Misericordia.

Morir nombrando a María
¿Cuántas veces está el nombre de María pronunciado por labios de un sacerdote? ¿Cuántas veces predicó de Ella y la invocó el Padre Loring? “Ave María Purísima” fueron sus últimas palabras.

El Dulce Nombre de María. ¿Cuántas veces habrá encomendado a Dios, a través de la intercesión de la Santa Madre, las necesidades de la iglesia? ¿Cuántas veces habrá dado gracias por su omnipotente protección y sus innumerables beneficios? ¿Cuántas veces habrá hecho notar a sus fieles la necesidad de reconocer las gracias recibidas por la mediación de la Virgen María? Y María fue fiel, como siempre y por siempre, y estuvo junto a su lecho en el momento de su partida. ¡Bendita María! ¡Bendita la muerte que Dios le regaló en sus manos al Padre Loring!

¿Cómo conquistó esta muerte santa?
Quizás la mejor respuesta la ha dado su hermano, el también jesuita P. Jaime Loring, fundador del centro universitario ETEA, quien en la predicación en su funeral ha destacado de su hermano su enorme capacidad de "constancia y superación": “Jorge ha vivido la fe que heredó de nuestra madre y quiero hacer también un recuerdo de nuestra madre, que tuvo ocho 8 hijos, de los que ya han muerto cuatro. Mamá no era una mujer beata, pero era una mujer creyente. De una fe absoluta. Quedó viuda y cada vez que salía a la calle a resolver algo se arrodillaba y rezaba un padrenuestro para que el Señor le ayudara. Esa fe que tenía nuestra madre y que nos transmitió a todos, es la que ha acompañado a Jorge durante su vida. Igualmente, que el ejemplo que Jorge nos deja sea para nosotros un aliciente para vivir y difundir nuestra fe”.

En Para Salvarte el Padre Loring nos dice: “Vive siempre como quien ha de morir (…) Por eso tiene tanta importancia el morir en gracia de Dios. Y como es la vida, así será la muerte: vida mala, muerte mala; vida buena, muerte buena. Aunque a veces se dan conversiones a última hora, éstas son pocas; y no siempre ofrecen garantías. Lo normal es que cada cual muera conforme ha vivido”. Hoy, estas tus palabras, son la mejor definición de tu partida: ¡has muerto como has vivido!

Un día conversando al término de una Santa Misa en la Iglesia de Santiago Apóstol en Cádiz, donde tenía su confesionario (y donde yo tengo el mío) me decía hablando de sus años y de su salud que últimamente ya no le acompañaba como él lo deseaba: “En el cielo no me quieren porque varias veces he llamado a la puerta y no me abren”. Pues bien, querido Padre Loring, ha quedado demostrado que allí sí se te quiere, con el mismo reconociendo y gratitud de tantos hombres y mujeres que con tu palabra y con tu ejemplo nos ha quedado claro que estamos en esta vida “Para Salvarnos”.
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