Jueves, 28 de marzo de 2024

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1.020 veces: ¡Viva Cristo Rey! (y 3)

por Victor in vínculis

¡Viva Cristo Rey! ¡Viva España Católica!
Regresemos a nuestra nación. Podemos usar el ejemplo de las estampas conmemorativas de la consagración de España al Corazón de Jesús el 30 de mayo de 1919. En ellas se contempla el monumento del Cerro, con esa leyenda del “Reino en España” y bajo ella a la Inmaculada, patrona de España… Desde entonces hasta los días de la guerra, teniendo presente lo ya apuntado, era lógico y natural que al sentirse auténticamente perseguidos, contemplando cómo los aniquilaban, el “¡Viva Cristo Rey!” proclamado por la inmensa mayoría de nuestros mártires tuviese un sentido teológico (que no reivindicativo) muy profundo de la realeza de Cristo.
Como ya expuso don José Javier Echave-Sustaeta (Boletín nº 57 de “Hispania Martyr” en febrero de 2008), la mayor novedad de la beatificación de 498 mártires en octubre de 2007 fue que el delegado del Papa los significó con un distintivo específico, como mártires de Cristo Rey: “Los mártires se comportaron como buenos cristianos y, llegado el momento, no dudaron en ofrendar su vida de una vez con el grito “¡Viva Cristo Rey!” en los labios”.
Esta significativa calificación la reiteró el Cardenal Secretario de Estado, Tarsicio Bertone, en la homilía de la Misa de acción de gracias en la Basílica Vaticana. Tras citar el texto del Beato Juan Pablo II en su Carta Ecclesia in Europa: “Ellos han sabido vivir el Evangelio en situaciones de hostilidad y persecución… hasta el testimonio supremo de la sangre… y radicalmente demuestran que el martirio es la encarnación suprema del Evangelio de la esperanza”, el Cardenal Bertone, levantando los ojos del texto que estaba leyendo, añadió espontáneamente un pensamiento que le venía a la mente y que no se hallaba en el escrito luego publicado, pero que consta en la grabación de sus palabras: “Por eso, al igual que los mártires de Méjico, y de la guerra de Italia, murieron gritando “¡Viva Cristo Rey!”.
 
Los diez franciscanos de Puebla de Montalbán (Toledo):
El día en que salieron expulsados de su convento se les condujo a empellones y culatazos por varias calles del lugar, conminándoles públicamente para que blasfemaran. Ninguno accedió a tales pretensiones. […] Sin ninguna consideración por sus sesenta y cuatro años de edad [del P. Antonio Sierra, el Superior], los milicianos de Escalonilla (Toledo) agotaron todos los esfuerzos para escuchar de él una blasfemia. Después de golpearle cruelísimamente, lo desnudaron, lo colgaron cabeza abajo y lo zambullían en un pozo con amenaza de ahogarlo. Apenas salido del agua, repetía siempre lo mismo: “¡Viva Cristo Rey! Misericordia, Señor; perdón, perdón.” Cuando lo sacaron de la cárcel con otros compañeros para ser fusilados en el término de Rielves, apenas si podía sostenerse.
 
El P. Perfecto Carrascosa, franciscano de Villacañas
Quisieron obligar simultáneamente al P. Perfecto a que renegara de su madre terrena, llamándola mala mujer e hiciese otro tanto con la Santísima Virgen. Se ha hecho famosa la frase con que respondió: “Mi madre pudo serlo; no lo ha sido, bien lo sabéis; más la Santísima Virgen ni lo fue ni pudo serlo; fue siempre inmaculada”. Alguno de los presos, concretamente don Juan Pedro Zaragoza, que lo refiere de sí mismo, le aconsejaron que cediese a los deseos de los milicianos, profiriendo materialmente las palabras que pedían, pero sin poner intención en ellas. El padre rechazó el consejo y aceptó con plena conciencia su calvario. Le hicieron tragar una vela de cera y le provocaron quemaduras en las partes más delicadas del cuerpo. Al fin, el 17 de octubre de 1936 fue fusilado cerca de Tembleque.


En un papel de chocolatina
El grito de “¡Viva Cristo Rey!” fueron las últimas palabras que brotaron de los labios de la mayoría de los mártires del siglo XX después del perdón a sus verdugos.
A falta de otro papel, 40 religiosos claretianos escribieron en un papel de chocolatina el 12 de agosto de 1936 una hermosa carta colectiva de despedida, expresando su perdón a los verdugos, su amor a los obreros, a la Iglesia, a la Congregación y a sus familias.

          En esta carta colectiva de despedida de la Congregación, firmada por cada uno de ellos con emocionantes ¡vivas!, podemos leer:

Agosto, 12 de 1936. En Barbastro.
¡Viva Cristo Rey! Faustino Pérez, C.M.F.
¡Viva España católica! José Mª Ormo, C.M.F.
¡Viva el reinado social de Jesucristo obrero! Tomás Capdevila Miró, C.M.F.
¡Viva la Pilarica, Patrona de mi tierra! J. Sánchez Munárriz, C.M.F.
¡Viva el Corazón de María! Rafael Briega, C.M.F.
¡Viva Jesucristo Redentor! ¡Viva el Corazón de María! José Brengaret, C.M.F.
¡Viva el Corazón de María! Juan Codinachs, C.M.F.
Por Dios, luchar hasta morir. Miguel Massip, C.M.F.
¡Viva el Beato P. Claret! Alfonso Sorribes, C.M.F.
Gracias y gloria a Dios por todas las cosas. Ramón Illa, C.M.F.
¡Vivan los mártires! Luis Escalé, C.M.F.
Mi sangre, Jesús mío, por Dios y por las almas. Antolín Mª Calvo, C.M.F.
¡Viva el obrerismo católico! José M. Ros, C.M.F.
¡Viva el Ido. [Inmaculado] Corazón de María! Esteban Casadevall, C.M.F.
¡Viva la religión católica! Manuel Martínez, C.M.F.
¡Viva el Corazón de Jesús! José Mª Amorós, C.M.F.
¡Viva Jesucristo Rey! Manuel Torras, C.M.F.
¡Viva Cataluña católica! Francisco Mª Roura, C.M.F.
¡Viva Cristo Rey! Eusebio Codina, C.M.F.
¡Viva el Ido. Corazón de María! Hilario Mª Llorente, C.M.F.
Perdono a mis enemigos, José Figuero, C.M.F.
¡Viva el Ido. Corazón de María! Sebastián Riera, C.M.F.
Domine, dimitte illis [Señor, perdónales] Agustín Viela, C.M.F.
Offero libenter Deum sanguinem innocentem pro Ecclesia et Congregatione [Ofrezco libremente a Dios mi sangre inocente por la Iglesia y la Congregación] Johannes Echarri, C.M.F.
¡Vivan Cristo Rey y el Corazón de María! Eduardo Ripio, C.M.F.
¡Quiero pasar mi cielo haciendo bien a los obreros! R. Novich Rubionet, C.M.F.
¡Viva Barbastro católico! Manuel Buil, C.M.F.
¡Viva Dios! Nunca pensé ser digno de gracia tan singular. Francisco Castán, C.M.F.
Ofrezco mi sangre por la salvación de las almas. Javier Luis Bandrés, C.M.F.
¡Vivan los Sagrados Corazones de Jesús y de María! Pedro García, C.M.F.
¡Viva el P. Claret, apóstol y obrero! Luis Lladó, C.M.F.
¿Y qué ideal? Por ti, mi Reina, la sangre dar. Salvador Pigem, C.M.F.
Venga a nos el tu Reino. T. Ruiz de Larrinaga, C.M.F.
¡Viva la Congregación! Alfonso Miquel, C.M.F.
¡Vivan los Sagrados Corazones de Jesús y de María! Juan Baixeras, C.M.F.
¡Viva el C. de María, mi Madre, y Cristo Rey, mi Redentor! Luis Masferrer, C.M.F.
¡Señor, hágase en todo tu divina voluntad! Antonio Mª Dalmau, C.M.F.
¡Viva el Papa y la Acción Católica! Secundino Mª Ortega, C.M.F.
¡¡Muero por la Congregación y por las almas!! José Mª Blasco, C.M.F.
¡Vivan los Sagrados Corazones de Jesús y de María! José Mª Badía, C.M.F.
¡Viva la Congregación santa, perseguida y mártir! Vive inmortal, Congregación querida, y mientras tengas en las cárceles hijos como los que tienes en Barbastro, no dudes de que tus destinos son eternos. ¡Quisiera haber luchado entre tus filas! ¡Bendito sea Dios! Faustino Pérez, C.M.F. 


 
Los mártires del Cerro de los Ángeles
El sábado 18 de julio de 1936, por la tarde, se habían dirigido al Cerro de los Ángeles, para hacer su acostumbrada vigilia de adoración nocturna al Santísimo Sacramento, unos treinta congregantes de las Compañías de Obreros de San José y del Sagrado Corazón de Jesús. Al acabar la Santa Misa, ya en la madrugada del domingo 19, Fidel de Pablo García, vocal de piedad y de aspirantes de la Acción Católica de la parroquia del Espíritu Santo, de 29 años de edad, se volvió a Madrid, acompañando al sacerdote que la había celebrado, don José María Vegas Pérez, capellán del Monumento al Sagrado Corazón de Jesús. También regresó la mayoría de los congregantes que habían participado en aquella última vela. Pero cinco de ellos se quedaron ante el Monumento, confiando en que la llegada de las tropas iba a ser inminente, y así no se interrumpía una “guardia de honor” al Sagrado Corazón de Jesús.
Se trataba de Pedro-Justo Dorado Dellmans, de 31 años; Fidel Barrios Muñoz, de 21 años; Elías Requejo Sorondo, ebanista, de 19 años, de la Juventud Católica de la parroquia del Espíritu Santo; Blas Ciarreta Ibarrondo, de 40 años, casado con Ángela Pardo, con la que se había desplazado a Madrid, procedente de Santurce (Vizcaya), de cuya Guardia Municipal había sido jefe; Vicente de Pablo García, carpintero, de 19 años de edad, de la juventud de Acción Católica de la misma parroquia del Espíritu Santo, de Ventas, hermano del que había acompañado a Madrid al sacerdote.
La historia la narra el Padre Elías Fuente (“Mártires de Cristo Rey en el Cerro de los Ángeles” pág. 47. Madrid 1944). No puedo alargarme con la narración del martirio que allí viene magníficamente relatada. Sólo esta última anécdota, con la que termina la reseña sobre Elías Requejo.
“La cristiana madre le dio un beso y le hizo la señal de la cruz en la frente, como despedida, que intuía definitiva. Bajaban ya la escalera los dos amigos (se refiere a uno que viene a buscarle para ir al Cerro). Bajaban ya la escalera cuando Elías se vuelve rápido para decir: “No quite usted la placa del Corazón de Jesús”. Y se fue…para siempre”.
Que nosotros tampoco quitemos de nuestras vidas al Corazón de Jesús. Que deseemos como lo desearon nuestros mártires que Cristo sea verdadero Rey de nuestros corazones, de nuestras personas, de nuestras familias, de nuestras parroquias, de nuestras diócesis, de nuestra sociedad, de nuestra querida España.
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