Jueves, 28 de marzo de 2024

Religión en Libertad

El médico se negó a continuar atendiendo el embarazo

En 1968 quisieron abortarlo porque iba a nacer «un monstruo»: su madre se negó... y va a ser obispo

Andrew Cozzens, futuro obispo auxiliar de St Paul y Minneapolis.
Andrew Cozzens, futuro obispo auxiliar de St Paul y Minneapolis.

C.L. / ReL

El pasado 11 de octubre, el Papa nombró a Andrew Cozzens obispo auxiliar de St Paul y Minneapolis, las ciudades gemelas de Minnesota (Estados Unidos). Fue ordenado sacerdote en 1997 a los 28 años, tiene ahora 45 y es profesor de Teología Sacramental y encargado de liturgia en el seminario diocesano y una persona conocida y apreciada en su entorno, donde nadie se atrevería a considerarle "un monstruo".

Pero hubo alguien que sí lo hizo, y cuando aún no había nacido. Lo ha contado su madre a The Catholic Spirit precisamente a raíz de su nombramiento, y desvela que el futuro obispo pudo haber muerto abortado si Judy, que tiene hoy 69 años, hubiese seguido los consejos de su ginecóloga.

"Un monstro"
Cuando estaba embarazada de cinco meses de quien sería su segundo hijo, empezó a sentir dolor en la tripa, que al principio atribuyó a un virus que en aquel momento hacía estragos en el colegio donde daba clase. Pero pronto comprendió que realmente lo que estaba era experimentando dolores de parto. Un parto peligrosamente prematuro. Acudió rápidamente al hospital con Jack, su marido, y allí lograron detener el proceso.

El padre Cozzens con su madre, 45 años después de la gran decisión.

Pero al día siguiente, el médico llegó a la habitación con una propuesta terrible: "Usted trae un feto deforme. No puede continuar con el embarazo". "¿Qué quiere decir?", contestó Judy, una mujer de firmes convicciones católicas: "¡Es mi hijo!".

"No, creo que no me entiende", insistió el doctor: "Lo que usted lleva dentro es un monstruo y no debe continuar este embarazo". El aborto en Estados Unidos aún no se consideraba un derecho, pero sí se empezaba a practicar por razones consideradas "terapéuticas".

"Es mi hijo, y lo que Dios nos envíe, lo aceptaremos", respondió sencillamente su madre. El médico se negó a continuar atendiendo el embarazo, pero encontraron un sustituto que lo llevó a término el 3 de agosto de 1968.

Las tareas de Dios
Andrew nació perfectamente normal, aunque con un eczema que cubría todo su cuerpo. Tuvo algunos problemas más de salud, como unas alergias que le dieron la lata durante dos años y degeneraron en un asma crónica que todavía le afecta. ¡Nada que convierta a nadie en un "monstruo"!

Aunque, paradójicamente, ese asma le sirvió para despuntar a la vocación de entrega a Dios a una edad tan temprana como los 4 años. Una noche, durante una estancia hospitalaria en la que tuvieron que conectarle a un pulmón artificial, le dijo al médico que estaba con él:  "Vaya a dormir a la cama. Estaré bien. Voy a crecer y a dedicarme a las tareas de Dios".

De hecho, ¡lo hizo aquel mismo día! El doctor le dijo luego a Jack y Judy que estaba perdiendo su fe en Dios a consecuencia de un proceso de divorcio muy doloroso, y que las palabras del pequeño le habían ayudado.

Campanas por un sacerdote aún no concebido
Andrew creció en una familia muy devota. Sus padres se habían conocido en 1964 como estudiantes universitarios en una cita a ciegas, y cuatro semanas después de quedar por primera vez, Jack le propuso matrimonio a Judy... ¡en la capilla de la universidad, tras rezar un rato juntos!

"Ella dijo sí inmediatamente, y mientras le ponía el anillo de compromiso, las campanas de la capilla empezaron a sonar. Miré mi reloj y eran las 18.23. No había razón para que sonasen a esa hora, así que nos encantó el hecho", confiesa Jack, quien cree que fue un signo de que iban a ser bendecidos con un hijo sacerdote.

Su vocación se fraguó también gracias a la amistad de la familia con un sacerdote de Denver, donde vivieron una temporada para tratar al pequeño en un centro especializado en asma. Monseñor Thomas Barry adelantó un poco incluso su Primera Comunión para que pudiese ayudarle a misa antes de jubilarse.

Buen corazón
Y el "monstruo" siguió haciendo vida normal, e incluso más que normal, pues siguiendo las aficiones de montañero de su padre, lo ha sido él también. Junto con su hermana mayor, Helen (madre de una jugadora de baloncesto que apunta alto), y su hermano de acogida, Sergei, escalaron en 1982 el difícil Grand Teton de Wyoming.

El futuro obispo con su sobrina AnneMarie, una de las estrellas del laureado equipo local de baloncesto femenino.

Por cierto que con Sergei, hoy abogado, Andrew también mostró su buen corazón. La familia lo intentó adoptar cuando tenía 15 años, pero no lo consiguieron, aunque pasó con ellos una temporada tan larga que lo consideran uno más. En una ocasión, mientras estaban cenando y comentando las dificultades para la adopción, el futuro obispo, que tenía entonces 10 años, se lamentó: "¿Cuál es el problema? Sergei necesita un hogar y nosotros tenemos uno".

Siempre ha sido muy sensible a esa problemática, por su relación con Sergei y por su propio caso, y ya como sacerdote formó parte de Safe Place for Newborns, una organización que atiende recién nacidos en riesgo de ser abandonados.

Doctor por el Angelicum
Tras estudiar en un colegio público, formarse con los benedictinos y crecer en la fe durante un tiempo con la Renovación Carismática, Andrew entró en el seminario, se ordenó sacerdote, y luego acudió al Angelicum de Roma (la universidad de los dominicos), donde se doctoró en 2008 con una tesis sobre el sacerdote como "imagen viva de Jesucristo".

¿Lo será como obispo? Judy cree que sí: "Es un sacerdote bueno y santo, un hombre humilde y un soldado fuerte. Está listo. Está preparado". Es su madre quien lo dice, cierto, pero... es una madre que hace 45 años aceptó serlo "de un monstruo" si ésa era la voluntad de Dios. La credibilidad se la ha ganado a pulso.


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