Jueves, 28 de marzo de 2024

Religión en Libertad

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Los 80 del Cambrón (6)

por Victor in vínculis

Los Mártires de la Puerta del Cambrón de Toledo
 
Respecto a los Hermanos Maristas se deben hacer las siguientes observaciones:
 
Cuando acabó la guerra los Superiores enviaron al Hno. Jacinto Luis Gil Barreda para certificar los sucesos martiriales que vivió la Comunidad de Toledo. Los beatos fueron sepultados en fosas comunes conteniendo de 40 a 50 cuerpos cada una. Este hermano declaró:
He visto el fichero de sepultura y en cuatro fichas figuraba que eran maristas, ya que los hermanos en aquellos días estaban en el colegio vestidos de bata. En el cementerio los rojos prepararon fosas de cerca de 14 metros de longitud por 5 de profundidad y arrojaban allí a los fusilados. En el cuadro nº 42, según el registro del Ayuntamiento, pusieron los cadáveres de los hermanos”.
Completa la declaración Pascual Carpio Molero, Jefe de los servicios de dicho cementerio:
Cuando el encargado del cementerio me mandó la lista de los cadáveres, me puso expresamente su nombre; de los otros decía la edad aproximada, algún signo personal, vestido, y cuando tenía una camisa, decía supuesto marista. Cuando tres años después sus restos fueron exhumados, los hermanos maristas presentes pudieron reconocer todavía la mayor parte de sus mártires y se hizo el traslado a la tumba de la Congregación”.
En la relación del hermano Jacinto Luis leemos:
Recorrí las listas interminables de ejecutados y personalmente no podía identificar a ninguno, ya que por lo visto sólo daban los nombres de los que conocían personalmente. Sólo pude comprobar que efectivamente fueron fusilados el 23, a excepción del Hno. Jorge Luis que lo fue el 24. He aquí los datos copiados de los pliegos del Ayuntamiento, en los que el número primero es del orden de fusilamiento con los que pudiéramos llamar trámites legales y con el sitio en que están enterrados:
 
nº 236: unos 35 años, blusón caqui (marista), tramo 42, nº 14-6bis
nº 239: director de los maristas, tramo 42, nº 16bis
nº 252: bajo, delgado, traje café (marista), tramo 42, nº 4bis
nº 253: unos 25 años, blusón verdoso (marista), tamo 42, nº 4bis
nº 288: alto, fuerte, unos 50 años (marista), tramo 42, nº 15bis
 
La noticia de la muerte de los maristas fusilados fue comunicada oficialmente a los superiores del Instituto el 17 de septiembre de 1936, y a primeros de octubre fue confirmada por el Hno. Jacinto Luis. La lista de los maristas fue remitida por una señora que estuvo detenida con los mártires en la prisión y compilada por un oficial de la cárcel.
La muerte de los 11 hermanos maristas prisioneros fue inequívocamente confirmada, entre otros, por el hermano Jacinto Luis y dos testigos: Julián López, portero del colegio e Ignacio Rodríguez, camero del mismo y bien informados al respecto.
De la exhumación tenida el 13 de enero de 1941 se dice que “después de cuidadosas diligencias se logró identificar a los siguientes hermanos: Cipriano José, Javier Benito, Evencio, Jorge Luis, Julio Fermín, Bruno José”.
Respecto al Hno. Jean Marie, aunque casi convencidos de cuál es su cadáver, por varias señales que lo identifican, sin embargo, no se tiene la seguridad absoluta que se requiere en estos casos para afirmarlo. Otro tanto sucede con el que creemos ser el H. Félix Amancio.
 
En resumen quedan identificados ocho religiosos y de ellos seis en su propia identidad. Éstos se colocaron juntos en un arcón de las consiguientes proporciones y se les dio piadosa sepultura en tumba provisional que se adquirió en el cementerio para ese fin.
 
Los tres cuyos cadáveres no pudieron identificarse, ni siquiera como maristas, son los hermanos
 
Hno. Addón Iglesias Bañuelos, hermano del director.
Hno. Anacleto Luis Busto Pérez
Hno. Eduardo María Alonso Fontaneda
 
Estos fueron trasladados, como todos los demás que se hallaban en este caso, al magnífico mausoleo que la ciudad de Toledo dedicó a sus mártires.
 
Conviene advertir que la falta de identificación de los restos de estos tres hermanos se debe al hecho de que los cadáveres fueron arrojados unos sobre otros en las fosas comunes con la consiguiente mezcla de los huesos; pero esto de por sí no excluye que también ellos hayan sido muertos.
 
Con motivo de la exhumación de los restos efectuada en 1941, a nivel general de la ciudad, se tuvo la primera correspondiente a los restos de los hermanos maristas. Advertidas las familias, por oficio del Sr. Alcalde, para el 12 de enero, sobre que se iba a proceder a la exhumación y traslado de las víctimas a un gran mausoleo que la ciudad dedicaba en su cementerio, por si querían identificarles y darles tierra en su propia sepultura. Durante cuatro días de riguroso invierno, los trabajos de excavación fueron muy difíciles por la inclemencia del tiempo y el hedor, fácil de suponer, que expedían las propias víctimas enterradas sin caja y hacinadas en tanto número unas sobre otras.
 
Allí, puede leerse en las crónicas, estaba también el General Moscardó, con su esposa y los hijos supervivientes que le quedaban en espera de que entre aquellos cadáveres apareciera su hijo. Al fin se encontró en la misma zanja y al lado de nuestro hermano de comunidad, Hno. Jorge Luis y del Doctor Polo Benito”.
 
Se efectuó una nueva exhumación el 23 de diciembre de 1947 con el fin de darles acogida en la nueva sepultura que con toda delicadeza había preparado la comunidad. En 1941 se habían colocado en un arcón y en una sepultura, con el fin de trasladarlos a Las Avellanes (Lleida) a un panteón que se proyectaba para todos los mártires maristas de España. Pero en vista de la tardanza, la comunidad toledana adquirió una sepultura adyacente a la que ya tenían.
 
Finalmente, con motivo del centenario de la existencia del Colegio de Santa María de los Hermanos Maristas en Toledo, el 25 de octubre de 2003, los restos de los mártires se trasladaron a la parroquia de Santa Teresa.

 
De modo que, además del Hno. Cipriano José, Director del Colegio del cual, en ningún momento se duda su identidad (nº 15 de nuestro listado; nº616 según el estadillo del Ayuntamiento de Toledo) y casi con seguridad, el Hno. Noriega (nº 27 de nuestro listado; nº 628 según el estadillo del Ayuntamiento de Toledo), se habla de tres hermanos más, que aparecen sin nombre, pero sí como maristas (28, 29 y 32 de nuestro listado). Sin embargo, nadie duda de que a pesar de no poder recuperar los tres cuerpos y quitando al Hno. Cocinero que murió al día siguiente en el paseo del Tránsito (cuyo cuerpo sí está identificado) debemos sumar cinco nombres más: Dos identificados, tres sin nombre pero sí como maristas (en la lista del Ayuntamiento) y otros cinco (dos cuyos cuerpos sí aparecieron y otros tres que se perdieron entre los cuerpos de la fosa común).
 
Así que para:
 
(629) “Bajo, delgado, traje café, hermano Marista”.
(630) “De unos 25 años, blusón verdoso, hermano Marista”.
(633) “De unos 35 años, con blusón kaki, hermano marista”.
 
Otorgamos la correspondencia para:
 
28. HNO. JUAN Mª (FÉLIX-CÉLESTIN) GOMBERT OLYMPE
 
Félix-Célestin nació en Trets, departamento de Bouches du Rhône (Francia), el 5 de abril de 1873. Recibió las aguas bautismales dos días después de su nacimiento. Sus padres, Hippolyte y Elisabeth, murieron jóvenes, por lo que sus tres hijos, dos niños y una niña, quedaron huérfanos desde muy temprana edad. Los tres fueron acogidos con cariño en casa de sus abuelos maternos.

 
Félix-Célestin fue siempre un muchacho piadoso, serio y muy trabajador. Estudió en la escuela de Don Bosco en Marsella, hasta que entró en el noviciado marista de Saint-Paul-Trois-Chateaux, departamento de Drôme (Francia), el 5 de abril de 1888, justo el día en que cumplía  los 15 años. Allí viste el hábito religioso el 15 de agosto de 1888 y recibe el nombre de H. Juan María (Jean Marie). El 7 de septiembre de 1890, emite el voto de obediencia y hace su profesión perpetua el 19 de septiembre de 1895.
En septiembre de 1891, se traslada desde Francia al seminario marista de Mataró (Barcelona), donde permaneció un año como profesor. Después ejerció la docencia en los colegios maristas de las siguientes poblaciones: Vic (Barcelona), hasta agosto de 1895; Girona, hasta agosto de 1900; Manresa (Barcelona), hasta agosto de 1904; Logroño, durante un año; Lérida, durante otro año; Girona, por segunda vez, hasta agosto de 1908; Peñas de San Pedro (Albacete), durante un año; Alcoy (Alicante), hasta agosto de 1912; Malgrat (Barcelona), durante un año, con el cargo de director; CuIlera (Valencia), donde también fue director hasta agosto de 1919; Lucena (Córdoba), hasta agosto de 1921; y, finalmente, Toledo, hasta su asesinato. En esta última ciudad fue también profesor del seminario.
En todos estos lugares, pero sobre todo en Toledo, era conocido su perfecto dominio del campo de las ciencias físico-naturales, que poseía en altísimo grado, secundado por una habilidad genial. Trabajaba con frecuencia en instalaciones eléctricas, lo mismo en el colegio que en las fábricas, consiguiendo que estas últimas obtuvieran mayores rendimientos. También se reconocía su competencia como profesor en los cursos superiores del bachillerato; sus alumnos obtenían siempre muy buenos resultados en los exámenes oficiales. Era muy popular entre los estudiantes y se contaban de él numerosas anécdotas.
Se distinguía por su gran capacidad intelectual, por su acendrada piedad, por su amor a la Congregación marista, por su caridad, por su celo en la educación de los niños y los jóvenes y por su espíritu de trabajo. Era profundamente religioso, de una franqueza y una llaneza extraordinaria con todas las personas, tanto con las de casa como con las de fuera. Era muy conocido y popular en Toledo y los sacerdotes que, siendo seminaristas, lo tuvieron como profesor sentían un gran afecto por él y siempre lo respetaron y veneraron profundamente.
Al ser detenido con sushermanos de comunidad, no sólo no hizo valer su condición de francés para obtener la libertad sino que, a quien se la ofrecía, le dijo: -De ninguna manera, he vivido siempre con mis hermanos y con ellos quiero morir.
Ésta fue su última voluntad y su expreso deseo. Cuando contaba 63 años de edad, fue asesinado, por ser religioso, junto a los hermanos de su comunidad.
 
29. HNO. BRUNO JOSÉ (ÁNGEL) AYAPE REMÓN
Ángel nació en Cáseda, provincia de Navarra y diócesis de Pamplona, el 1 de octubre de 1915, en el hogar de Javier e Isabel. Siguiendo la costumbre de la época, fue bautizado el día siguiente, en la parroquia de la Asunción de Nuestra Señora de Cáseda, donde también fue confirmado el 29 de octubre de 1922.
En su familia reinaba la religiosidad; en ella se rezaba el rosario todos los días, al caer la tarde, salvo que tuvieran mucho trabajo, como sucedía en los días de recogida de la cosecha. El padre de Ángel era un cristiano ejemplar y su madre, que era muy devota, tenía un carácter sumamente agradable y exhortaba a los suyos a frecuentar la comunión que ella recibía diariamente.
Ángel se distinguía por su carácter vivaz. En la escuela, destacaba por su aplicación e inteligencia. Su formación cristiana y su buen corazón lo impulsaban a ayudar a todos, pero especialmente a los más necesitados.
El encuentro con un hermano marista hizo despertar en él el ideal de religioso enseñante. Su itinerario en la formación lo comienza en el seminario marista de Villa- franca de Navarra, donde ingresa el 18 de marzo de 1927. El 13 de septiembre de 1930 comienza el noviciado en Las Avellanas (Lleida), donde viste el hábito el 8 de septiembre de 1931, recibiendo el nombre de H. Bruno José. El 8 de septiembre de 1932 emite los primeros votos religiosos.

Entusiasta de su vocación, cultivó el deseo de trabajar en tierras de misión, por lo que pidió autorización a su madre para partir para Chile, pero no fue atendida su petición. Comienza su corta misión educativa, desempeñada durante tres años, como profesor ayudante, en septiembre de 1933, en el colegio Los Madrazo de Madrid. Como profesor, se distingue en que escucha con docilidad las observaciones que se le hacen sobre la manera de dirigir una clase, y las pone en práctica. Se sentía animado de un ardiente deseo y un ansia de catequizar a los niños y jóvenes. De inteligencia despierta, conjugaba su carácter firme, inclinado a defender sus ideas, con la comprensión hacia los demás, pero siempre obedecía en lo que se le mandaba. Su temperamento era agradable y humano, lo que le hacía ganarse la simpatía y el afecto de los demás.
En noviembre de 1935, llega a Toledo. Allí se entrega a socorrer a sus hermanos y a las religiosas de la ciudad. A la edad de 20 años, le sorprendió la persecución religiosa de 1936. En compañía de sus hermanos de comunidad, y por su condición de religioso, le arrebataron su vida el 23 de agosto de 1936.
 
32. HNO. EVENCIO (FLORENCIO) PÉREZ MORAL
Florencio nació en Acedillo, provincia y diócesis de Burgos, el 13 de octubre de 1899. Sus padres, Fausto y Teodora, eran cristianos ejemplares que vivían modestamente de su trabajo como agricultores. A los dos días de nacer, fue bautizado en la parroquial de su pueblo, dedicada a san Millán. En Acedillo pasó Florencio sus primeros años y aquí recibió la enseñanza elemental.
Ingresó en el seminario marista de Arceniega (Álava) el 25 de octubre de 1913. Comenzó el noviciado el 16 de agosto de 1914, Las Avellanas (Lleida), donde vistió el hábito marista e12 de febrero de 1915, recibió el nombre de H. Evencio. Emitió los primeros votos anuales el 2 de febrero de 1916. Y se consagró de manera definitiva a Dios, con la profesión perpetua, el 28 de septiembre de 1922.
Al terminar el noviciado, pasó al escolasticado de Las Avellanas, desde donde fue enviado, como cocinero, en agosto de 1916, al colegio de Cabezón de la Sal (Santander), donde estuvo durante un año. Después desempeñó el mismo empleo otros dos años más en Carrejo (Santander). En agosto de 1919, volvió a Cabezón de la Sal como profesor ayudante.


Desde agosto de 1920, pasó por los colegios de Burgos, Murcia, Mataró, Lucena y Toledo. En todos ellos ocupó el cargo de prefecto de internos, empleo que le cuadraba de forma admirable y en el que fue un verdadero educador. Manifestaba en este cargo una gran prudencia y un enorme respeto hacia los alumnos, incluso hacia los menos disciplinados. A todos ellos los trataba con amabilidad, a pesar de que les exigía el fiel cumplimiento del reglamento y de las órdenes. Conseguía todo lo que deseaba de sus alumnos, empleando para ello la prudencia y la razón, pero teniendo siempre comprensión con ellos. En todas sus actuaciones campeaba la caridad, juzgando a todos benévolamente y ocultando atinadamente sus defectos humanos.
Fue observante en todo, ejemplar, silencioso, fiel a su estudio religioso diario, sumiso en todo a las órdenes de los superiores, siempre muy atento y cariñoso con sus hermanos y con sus alumnos. Con los corteses modales que lo caracterizaban, fue un verdadero encanto para todos los que convivían con él.
Todo esto hacía que fuera apreciado, de verdad, por los hermanos de su comunidad y por cuantos alumnos habían pasado bajo su tutela. Con frecuencia venían a visitarlo muchos de sus antiguos alumnos.
A Toledo llegó en agosto de 1935. En esta ciudad sería asesinado, el 23 de agosto de 1936, a los 36 años de edad, por ser religioso y por haberse entregado al servicio de Dios, consagrado a la educación cristiana de los niños y de los jóvenes.
 
 
65. HNO. JAVIER BENITO (JERÓNIMO) ALONSO FERNÁNDEZ
Nació Jerónimo el 1 de septiembre de 1912, en Villorejo, provincia y diócesis de Burgos. La casa de sus padres, Jerónimo y María, era un verdadero hogar; ambos fueron capaces de formar para sus hijos, y con ellos, una familia reciamente cristiana. El 8 de octubre del mismo año, fue bautizado en la iglesia parroquial de su pueblo, dedicada a la Asunción de María.
El 20 de julio de 1924, va al seminario marista de Arceniega (Álava); dos de sus hermanos lo habían precedido por el mismo camino. Allí se hace querer rápidamente por sus superiores y compañeros. Por su constante aplicación, obtenía siempre los primeros puestos en los estudios. Como era tan ejemplar y fiel cumplidor de los deberes que tendría como futuro religioso, le confiaban la custodia de los recién llegados. Con exquisita amabilidad, se cuidaba de ellos y sabía enjugar las furtivas lágrimas que derramaban al recordar la familia que habían dejado en su casa.

El 13 de septiembre de 1927, ingresó en el noviciado de Las Avellanas (Lleida), donde vistió el hábito marista el 8 de septiembre de 1928 y recibió su nuevo nombre: H. Javier Benito. Después del año de noviciado, hizo su primera profesión anual el 8 de septiembre de 1929. Su asesinato le privó de emitir los votos perpetuos. Pero, ¡qué mejor profesión perpetua que su consagración definitiva a Dios por el martirio!
Realizó estudios en el escolasticado de Las Avellanas, con el éxito de siempre. Antes de dedicarse a la enseñanza, fue a Lérida en agosto de 1930; allí pasó algún tiempo sin empleo fijo, para conseguir, seguramente, que se robusteciera su delicada salud. En febrero de 1931, lo destinaron al colegio marista de la calle del Cisne de Madrid y, en agosto de 1933, a Toledo; en ambas ciudades desempeñó, a gusto de todos, su labor de profesor. En la última ciudad, le sorprendió la persecución religiosa de 1936.
Era inteligente, amable y trabajador y poseía un nada despreciable cúmulo de conocimientos de toda índole. Su espíritu era ágil y certero, sobre todo cuando se empeñaba en la búsqueda de la verdad. Cuando alguien, admirado de su valer, le indicó el porvenir halagüeño que personas de su condición suelen tener en el mundo, exclamó: Pero, ¿qué es eso comparado con el porvenir que, con mi vida religiosa, me espera en la gloria? Esta frase pone de manifiesto el gran aprecio que tenía de su vocación de religioso educador.
Por el sencillo hecho de ser religioso, fue asesinado en Toledo el 23 de agosto de 1936. Tenía 24 años de edad.
 
66. HNO. JULIO FERMÍN (JULIO) MÚZQUIZ ERDOZÁIN
Nació el 11 de abril de 1899, en Aldaba, perteneciente al ayuntamiento de Iza, provincia de Navarra y diócesis de Pamplona. Como era costumbre en aquella época, al día siguiente de nacer recibió las aguas bautismales en la iglesia parroquial de su pueblo, dedicada a la Asunción de María.
Sus padres, Esteban y Ramona, habían formado una familia numerosa, profundamente cristiana, que constituía por sí sola un envidiable ámbito educativo para sus hijos. Cultivaban sus tierras con una gran laboriosidad y gozaban de una situación acomodada. Siempre que sus ocupaciones se lo permitían, acudían a misa y, todos los días, rezaba el rosario en su hogar. Julio creció y se desarrolló en este excelente ambiente natural; en su pueblo, asistió con asiduidad a la escuela primaria, y en ella, destacó por su aplicación y por su piedad.

Esa piedad que Julio había mamado, por así decirlo, desde su infancia en el hogar paterno, encaminó sus pasos hacia la vida religiosa. El11 de enero de 1911, ingresó en el seminario marista de Vic (Barcelona), iniciando allí el período de formación. Pasó al noviciado de Las Avellanas (Lleida) el 30 de abril de 1914. El 25 de julio del mismo año, viste el hábito marista y recibe el nombre de H. Julio Fermín. Después del año de noviciado, emite los primeros votos temporales el 25 de julio de 1915. Hace la profesión perpetua el 28 de septiembre de 1920.
Desde agosto de 1915 hasta finales del mismo mes de 1917, permanece en Las Avellanas, dedicado a estudios pedagógicos. En septiembre de 1917, es destinado como profesor adjunto al colegio de Zaragoza; en enero de 1919, pasa como profesor a Vic; en agosto del mismo año, es destinado a Cartagena; en febrero de 1925, es enviado al colegio del Círculo Católico de Burgos; en agosto de 1927, vuelve a Zaragoza; y en agosto de 1933, es destinado a Toledo, donde le sorprenderá la persecución religiosa de 1936 a 1939. Allí dará su vida, con otros diez hermanos maristas más.
Por testimonios fidedignos, sabemos que el H. Julio Fermín era de carácter alegre, locuaz y ameno y que contribuía, como el que más, a hacer reinar el bienestar y la caridad en la vida comunitaria. Se mostraba siempre servicial con todos y ponía sus excelentes cualidades al servicio de los demás. Destacaba, en especial, por su hermosa caligrafía; él siempre estaba dispuesto a lucirla en los trabajos escritos de quienes se la reclamaran. Se dice también que sus alumnos estaban -como embelesados- pendientes de sus labios en las explicaciones; que su porte y sus modales distinguidos atraían a las familias de los alumnos del colegio y que éstas le profesaban sinceras simpatías.
En sus cortas y espaciadas visitas, Julio hizo honor a la piedad que le había inculcado su familia en la infancia. Sus parientes se sentían edificados por el fervor y la perfección con que cumplía en ellas los ejercicios de devoción y todos los rezos, así como la frugal austeridad con que correspondía a los naturales agasajos de sus padres y hermanos, que se esforzaban por obsequiarle en dichas visitas.
En compañía de otros nueve hermanos de su comunidad, el 23 de agosto de 1936, fue asesinado en Toledo, al lado de la puerta del Cambrón. Con generosidad, ofreció a Dios su vida; vida que le fue arrebatada sólo por ser religioso marista. Tenía 37 años.
 
67. HNO. EDUARDO MARÍA (FCO.) ALONSO FONTANEDA
El día 10 de octubre de 1915 Pantaleón y Teófila tuvieron la alegría de ver nacer a su hijo Francisco, en Valtierra de Albacastro, lugar situado a mil metros de altura en la cordillera Ibérica, en la provincia y diócesis de Burgos. El mismo día de su nacimiento recibió las aguas bautismales en la parroquia de su pueblo, donde también fue confirmado el 29 de abril de 1919.
La familia Alonso Fontaneda vivía de la agricultura y del pastoreo, sin nadar en la abundancia, pero sin padecer la miseria. En .familia, se respiraba un ambiente de piedad, de orden y de respeto a los demás, lo que, sin duda, favorecía una educación basada en la sobriedad y en la sencillez cristiana.


Francisco recibió la enseñanza elemental en la escuelita del pueblo. Era un niño vivaz, bondadoso, trabajador y paciente, muy apreciado por su maestro. Tímido e inocente, y acostumbrado a hablar bien, no quería oír palabrotas y no soportaba los engaños. En su cara, siempre se apreciaba una agradable sonrisa. Obedecía con prontitud, era muy sufrido y rara vez se lamentaba.
A su madre le decía: “No he nacido para el campo, he nacido para ser religioso”. Este deseo, al principio confuso, fue madurando en su adolescencia. Un día se encontró con un compañero del pueblo vecino, que estudiaba en el seminario marista de Arceniega (Álava), quien le comentó lo que hacían y lo invitó a que se fuera con él. Así se decidió a ingresar, a los 14 años, en este mismo seminario, el día 20 de septiembre de 1929.
Comienza su noviciado el 6 de octubre de 1932, en Las Avellanas (Lleida), y viste el hábito marista el 2 de julio de 1933, tomando el nombre de H. Eduardo María. Después del año de noviciado, emite los primeros votos religiosos el 12 de julio de 1934. En los primeros años de su formación, vivió las virtudes de las que ya había dado muestras en su niñez; éstas le sirvieron para adquirir una profunda espiritualidad marista. Destacó en piedad, modestia, afabilidad y espíritu de servicio. El maestro de novicios dio de él esta apreciación: “Es un joven muy serio, de juicio recto y de voluntad bien templada que deja entrever un porvenir de grata esperanza”.
Después del noviciado, se prepara para ejercer la enseñanza, dedicándose muy especialmente al estudio de los métodos pedagógicos necesarios para desempeñarla. Como maestro auxiliar, empieza a ejercerla en la ciudad de Toledo, desde septiembre de 1935 hasta el 23 de agosto de 1936. En esta fecha, con los demás miembros de su comunidad, contando tan sólo 20 años, le arrebataron su vida por su condición de ser religioso.
 
68. HNO. ABDÓN (LUIS) IGLESIAS BAÑUELOS
Luís nació en Los Valcárceres, provincia y diócesis de Burgos, el 19 de agosto de 1895. Según la costumbre de la época, fue bautizado el día siguiente, en la iglesia parroquial de su pueblo. En ella, recibió también el sacramento de la confirmación, el 13 de octubre de 1899.
Sus padres, Martín y Eustaquia, supieron inculcar en sus hijos una profunda religiosidad, siendo ésta la mayor herencia que les dejaron, ya que no disponían de bienes materiales, aunque vivían dignamente de las labores agrícolas, en las que colaboraban los hijos para contribuir a las necesidades de la familia. En su infancia, Luis sobresalió por su docilidad, por su piedad y por el amor a sus padres y hermanos.

Terminados los estudios en la escuela elemental de su pueblo, un vecino de Villamorón (Burgos), conocedor de sus dotes intelectuales y de su buena conducta, lo animó a seguir d ejemplo de sus hijos, consagrados a Dios en la Congregación marista. El 11 de septiembre de 1907, Luís ingresó en el seminario menor que los Hermanos Maristas tenían en la localidad de Arceniega (Álava), donde comenzó su preparación para ser hermano marista.
El 23 de diciembre de 1910, se trasladó a Las Avellanas (Lleida). Allí vistió el hábito marista el 25 de julio de 1911. Se consagró a Dios con los primeros votos anuales el 25 de julio de 1912 y emitió la profesión perpetua el 11 de agosto de 1918.
Por los informes que de él se han conservado, se puede asegurar que era un joven serio y reflexivo, que se mostraba siempre correcto y sencillo y que disponía, como así lo demostró, de cualidades especiales para la vida que Marcelino Champagnat quería para sus hermanos.
El Siervo de Dios comienza su vida apostólica en Lloret (Barcelona) y la termina en Toledo. Son varios los colegios en los que desempeña su apostolado, con estancias más bien cortas en ellos. En todos los colegios en los que estuvo, los hermanos pudieron admirar en él el auténtico espíritu de Marcelino Champagnat. Los testimonios que de él tenemos nos hablan de que “empleaba su peculiar habilidad para un sinfín de menesteres en la comunidad y en el colegio; por ejemplo, en Lucena fue operador de cine: realizaba éste y otros menesteres con dedicación y esmero; por donde pasó, dejó recuerdo de persona seria y convencida de su vocación religiosa”.
Así lo demostró en los dos años que pasó cumpliendo el servicio militar en La Coruña; tiempo que no alteró su ritmo de vida ni sus principios religiosos. Cumplido el servicio militar, se incorporó a la vida religiosa sin ningún titubeo.
Su carácter apacible hacía que los hermanos recurrieran a él para solicitarle cualquier servicio, seguros de ser atendidos con amabilidad y presteza. “Lo recuerdo aún hoy con su amable sonrisa. Cumplía fielmente su oficio de profesor, sin llamar la atención y con sumisión a sus superiores. Era un religioso serio, reflexivo y servicial; como buen hermano marista, se distinguía por su humildad, sencillez y modestia”.
En 1935, desde Málaga es trasladado a Toledo, como miembro de la comunidad que dirigía el H. Cipriano José, su hermano carnal. El 23 de agosto de 1936, los dos siguieron la misma suerte en la persecución, ofreciendo generosamente su vida a Dios y derramando su sangre por Jesucristo, del que eran fieles seguidores e imitadores.
El éxito en la vida no tenía importancia para él ni deseaba triunfar en el mundo; más bien aspiraba a entregarse por entero a la voluntad de Dios, lo que manifiesta la grandeza y la rectitud de su alma. Por ello, quizá mereció ser mártir de su fe. Por el sencillo hecho de ser religioso, fue asesinado en Toledo el 23 de agosto de 1936.
 
69. HNO. ANACLETO LUIS (EMILIANO) BUSTO PÉREZ
 
Nació Emiliano en Quintanilla San García, provincia y diócesis de Burgos, el 5 de enero de 1913. Según se acostumbraba en aquella época, fue bautizado el día siguiente. Recibió el sacramento de la confirmación en Balaguer (Lleida), el 19 de mayo de 1928. Sus padres fueron Natalio y Bárbara, quienes educaron en la fe cristiana y en las prácticas religiosas a sus seis hijos. El Señor los premió concediéndoles el favor de que dos de sus hijos ingresaran en la vida religiosa.
La infancia de Emiliano se desarrolló con toda normalidad, dentro de las costumbres de su familia y de las de sus vecinos. Los buenos ejemplos y los consejos de sus  primos, estudiantes en el seminario marista, atrajeron a Emiliano. El 16 de septiembre de 1924, ingresó en el seminario marista de Arceniega (Álava) para empezar el periodo de formación. La vida del seminario, con sus dificultades, y las correcciones de sus profesores no lo des- animaron; todo lo contrario, lo fueron moldeando para acomodarse a la vida marista e ir descubriendo su vocación religiosa.
El 13 de septiembre de 1927, se traslada a Las Avellanas (Lérida) para comenzar el noviciado. El 8 de septiembre de 1928, viste el hábito marista y, según la costumbre de la época, recibe el nombre de H. Anacleto Luís. Durante el año de novicia- do, se afianza en su vocación de la que nunca dudó, aun en condiciones adversas.
Después del noviciado, emite los primeros votos anuales el 8 de septiembre de 1929. Por espacio de un a
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