Viernes, 17 de mayo de 2024

Religión en Libertad

Recibe un riñón de su joven párroco, quien aprovecha para recordar la doctrina del sacrificio

C.L. / ReL

Bruce McComb con su párroco, Jonathan Goertz.
Bruce McComb con su párroco, Jonathan Goertz.
La población de Tappahannock (Virginia, Estados Unidos) está en torno a los dos mil habitantes, así que la posibilidad de que el riñón de una persona del pueblo sea compatible con otra es bastante pequeña.

De hecho, a Bruce McComb, de 60 años, necesitado de un trasplante para salvar su vida, le habían implantado en 2002 uno de su mujer, pero la sepsis provocada hizo fracasar la operación. Se jubiló con 54 años a causa de su problema renal, y llevaba tres años y medio con diálisis cuando apareció en escena el joven párroco de la iglesia de San Timoteo, Jonathan Goertz, de 31 años, ordenado en 2010. Su párroco.

Feliz casualidad... o la Providencia
Don Jonathan quería ser donante y contactó con la organización nacional que centraliza los trasplantes, y en marzo le hicieron las pruebas en Richmond, capital del estado. "Una vez que le pongamos en el sistema, hay cien mil personas en lista de espera y habrá que ver con quién es compatible", le dijeron.

Goertz sabía de la necesidad de McComb: "Cuando me encuentro con alguien que tiene una necesidad (física, espiritual o emocional) siempre me pregunto si soy yo la persona que puede responder a ella", explica el sacerdote a The Catholic Virginian.

Y el Domingo de Pascua, tras la misa, le dijo a su feligrés que estaba dispuesto a cedérselo si su riñón era el adecuado. "Me impresionó", reconoce Bruce, pero las posibilidades parecían remotas, pues en los últimos cuatro años se habían descartado por unas razones u otras hasta seis riñones que parecía compatibles, incluido el de un cadáver.

Resultó, sin embargo, que la compatibilidad entre pastor y oveja en San Timoteo era perfecta: "Todavía me parece muy subyugante la idea de que ambos nos encontrásemos en una pequeña localidad como Tappahannock y que, por la gracia de Dios, además de recibir de él auxilio espiritual, lo recibiese físico", explica el receptor del órgano.

Una extremaunción muy singular
El 10 de junio se desplazó hasta Baltimore con su mujer y sus dos hijos y el sacerdote, para una operación al día siguiente que llevó a cabo el doctor Robert Montgomery, del Hospital Johns Hopkins, casualmente también católico y experto en trasplantes por vía laparoscópica.

"La noche anterior a la intervención", recuerda la mujer de Bruce, "tuvo lugar el momento más importante. El padre Jonathan vino con los óleos y le dio la extremaunción, y me invitó a mí y a los chicos a unirnos a él y rezar por la salvación de Bruce". Quien bromeaba con que no debe ser frecuente que un donante le administre la unción de enfermos al receptor.

Al día siguiente, todo salió a la perfección.

El padre Goertz aclara que consultó con el vicario de su diócesis, Mark Richard Lane, si estaba obrando bien, dados los riesgos de la operación: "Sería irresponsable que un pastor no se preocupase de su salud en lo que pudiese afectar a su rebaño. Pero los médicos le garantizaron que su vida como párroco no se vería afectada una vez superado el postoperatorio".

Don Jonathan aprovecha la ocasión de explicar lo sucedido para recordar que "un sacerdote se define como alguien que ofrece sacrificios": "La forma más importante que tengo de ofrecer un sacrificio es en el altar, en el sacrificio de la Eucaristía. Pero también uno puede sacrificarse por otros, y por el sacerdocio bautismal, ofrecer sacrificios es un aspecto real de la vida de todo cristiano. No todos estamos llamados a ser donantes de órganos, pero sí a hacer sacrificios reales, importantes, difíciles, incluso dolorosos, y a discernir continuamente qué significado tienen para nosotros".
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