Jueves, 28 de marzo de 2024

Religión en Libertad

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De esos dichos populares provenientes del Evangelio y uno sin saberlo (6)

por En cuerpo y alma

 
            Que el lenguaje diario está lleno de modismos procedentes del Evangelio es algo que no se le oculta a nadie y en lo que ya hemos tenido ocasión de entrar en esta columna varias veces (pinche en cada una de las entregas si quiere ver la primera, la segunda, la tercera, la cuarta, o la quinta). Pues bien, he aquí la sexta de la serie, y con ella, el análisis de otras dos expresiones evangélicas de nuestra vida cotidiana.
 
 
El que esté libre de pecado que arroje la primera piedra
 
            Es la frase arquetípica para callarle la boca al que reprocha a los demás un pecado que es el suyo, algo por cierto, muy frecuente, por cuanto soy de los que cree que a nadie molesta tanto un pecado como a quien lo comete, él mismo, con frecuencia. O con unos ejemplos, para que nos entendamos mejor: a nadie molesta tanto un egoísta como a otro egoísta, a nadie tanto un tacaño como a otro tacaño… Lo que aún permite otra conclusión que expresaría en este aforismo: “Dime qué pecado te molesta y te diré qué pecado cometes”, bien que como todos los aforismos o refranes, no sea aplicable al ciento por ciento de los casos, ni de los pecados ni, sobre todo, de las personas.
 
            Como quiera que sea, el pasaje del que está tomada la frase es, a mi entender, uno de los más bellos de los cuatro evangelios, y eso que sólo lo recoge uno de los evangelistas: Juan. Es el conocido como “La mujer adúltera”, aquél en el que Jesús salva a una mujer sorprendida en adulterio de ser lapidada de acuerdo con la Ley de Moisés, -y más concretamente con el libro del Levítico donde dice: “Si un hombre comete adulterio con la mujer de su prójimo, serán castigados con la muerte: el adúltero y la adúltera” (Lv. 20, 10)- con una de sus frases más geniales e inolvidables. Tan genial que a la adúltera le sirve para salvar nada menos que la vida. He aquí el pasaje entero:
 
            “Pero de madrugada se presentó otra vez en el Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y se puso a enseñarles. Los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio y le dicen: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?» Esto lo decían para tentarle, para tener de qué acusarle. Pero Jesús, inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra. Pero, como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra.» E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra. Ellos, al oír estas palabras, se iban retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos; y se quedó solo Jesús con la mujer, que seguía en medio. Incorporándose Jesús le dijo: «Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?» Ella respondió: «Nadie, Señor.» Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más.»” (Jn. 8, 111).
 
 
 
Colar el mosquito y tragarse el camello
 
            Se dice de aquél que se fija en los detalles nimios poniendo excesivo celo en corregirlos, y sin embargo, hace la vista gorda ante los problemas graves y verdaderamente importantes. Cabe aplicarla a muchos campos de la vida, no sólo al moral, castigando al que roba una gallina y perdonando al que roba el corral, sino también, por ejemplo, al del liderazgo: esos jefes que están pendientes de las nimiedades de la actividad de cada día y descuidan en cambio las grandes líneas del negocio o empresa.
 
            En el Evangelio es una más de las terribles maldiciones que expresa Jesús contra los fariseos, a los que reprocha precisamente fijarse en los aspectos más nimios y tangenciales de la Ley mosaica en detrimento de los verdaderamente importantes. Aunque las maldiciones sobre los fariseos las recoge también parcialmente Lucas, la frase que comentamos sólo la aporta Mateo, que pone en boca de Jesús las siguientes palabras:
 
            “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del aneto y del comino, y descuidáis lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fe! Esto es lo que había que practicar, aunque sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito y os tragáis el camello!” (Mt. 23, 23-24).
 
            Desde otro punto de vista, consiste en la única alusión existente en todos los evangelios a ese animalillo molesto, y en algunos casos hasta peligroso a pesar de su exiguo tamaño, que es el mosquito. Pero no, ni mucho menos, la única existente a los camellos, lo que constituye un buen tema que les prometo tocar en una próxima ocasión.
 
 
            ©L.A.
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