Jueves, 28 de marzo de 2024

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Hábitos humanos

por El Blog de Juan del Carmelo

            Tanto en el orden material como en el orden espiritual…, el hábito lo preside todo. Pero antes de entrar en el tema de nuestros hábitos, hemos de diseccionar el término costumbre del término hábito y el DRAE nos define es su primera acepción la costumbre como: 1. f. Hábito, modo habitual de obrar o proceder establecido por tradición o por la repetición de los mismos actos y que puede llegar a adquirir fuerza de precepto”. Y en una segunda acepción, como: 2. f. Aquello que por carácter o propensión se hace más comúnmente”.

            Con respecto al hábito el DRAE, lo define como: “Modo especial de proceder o conducirse adquirido por repetición de actos iguales o semejantes, u originado por tendencias instintivas. 2.- Facilidad que se adquiere por larga y constante práctica en un mismo ejercicio”.

            Como puede observarse los dos términos son casi ambivalentes, sin perjuicio de que en el orden espiritual, se usa más el término habito, y en el material el término costumbre, pero ambos no son  excluyentes entre sí. Los hábitos, todos ellos, tanto en el orden material como en el espiritual, son los generadores en el orden espiritual, de nuestros vicios y virtudes y en el orden material, también son los generadores de nuestras conductas humanas sean estas positivas  o negativas.

Desde luego que hay hábitos espirituales y hábitos materiales. Coger el hábito de ir diariamente a misa, no es precisamente un hábito material, pero si lo es, el de comer preferentemente carne en vez de pescado. Los hábitos a su vez sean espirituales o materiales, puede tener un valor positivo o negativo para el alma o el cuerpo humano. Así en el orden material, es completamente positivo aficionarse a una comida equilibrada y sana, mientras que es negativo para el cuerpo comer en exceso o fumar. Por supuesto.

En el orden material, un hábito o costumbre puede inducir a la persona a la adicción y entonces entramos en el orden espiritual, pues hay un quebrantamiento de un precepto divino, en cuanto nosotros estamos obligados a cuidar nuestros cuerpos; añadimos pues a un hábito o nefasta costumbre material, un hábito de carácter espiritual, en cuanto estamos ofendiendo a nuestro Creador, con el mantenimiento de una adición determinada, que está destrozando nuestra salud. Dios nos ha dado un cuerpo como sostén de un alma, con la obligación de mantenerlo siempre en buenas condiciones y poner todos los medios a nuestro alcance para conservarlo y curarlo. En el mundo en que vivimos tenemos obligación de ir al médico y tomar las medicinas que nos receten.

La formación del hábito, como sabemos, siempre se realiza por una igualitaria repetición de nuestra actuación, frente a una misma o similar situación, en que nos podamos encontrar. Por otro lado si tenemos en cuenta que la actuación es siempre, la realización de una serie de actos concatenados; es la reiterada realización de los mismos actos humanos lo que nos genera el hábito.

Escribe el obispo Fulton Sheen y nos dice: “Si tomo la pelota y la hago rodar por el piso, se moverá en una dirección, salvo que una fuerza superior la desvíe. Así también nuestras vidas quedan rápidamente acanaladas por el hábito (sea positivo o negativo). Rodarán por mera inercia, en esa misma dirección, del delito, la insensibilidad, la mediocridad, el vacío, la banalidad; salvo que una fuerza exterior modifique su dirección”.

Los hábitos sean espirituales o materiales, están siempre generados por una sucesiva ejecución de los mismos actos en iguales circunstancias, y esto es así, no solo para las personas sino también para los animales, carentes por supuesto de hábitos espirituales por carecer de alma, pero no de hábitos materiales en cuanto disponen de cuerpo. Teniendo en cuenta lo anterior, hemos de ver y aceptar, que la educación de las personas, consiste en crear en la mente del educando, generalmente un niño, unos conocimientos y unos hábitos de acuerdo con los deseos de los educadores, si  es que estos educadores son correctos en sus relaciones con el Señor, no sea que tengamos que empezar por educar a los educadores.

Una vez asentados en la mente del educando, los principios y hábitos sean estos de la naturaleza que sean, su posterior rompimiento o modificación de estos conocimientos y hábitos será una tarea muy difícil y en muchos casos imposible de realizar. Y esto es así porque la fuerza del hábito arraigada en una persona es tremenda.

Y frente a una tremenda fuerza, esta solo puede realizarlo una fuerza de mayor categoría. En este caso hemos de pensar en el Amor, que es la mayor fuerza  de que puede disponer una persona. El amor, la fuerza de amor, es superior a la fuerza del hábito, a la fuerza del odio, o a cualquier otra fuerza que podamos imaginar. Sencillamente porque Dios es amor y solo amor y nada hay más grande que Dios.

            Lo que aquí nos interesa examinar son los hábitos de carácter espiritual, sean estos de carácter positivos, o sea virtudes humanas, o negativos, o sea vicios humanos  Por lo tanto hay que ver que los hábitos son tanto los generadores de los vicios como los generadores de las virtudes.

            Generado un vicio o una virtud en una persona, su erradicación no es cosa fácil, no tenemos más que contemplar en relación con el hábito de carácter material, lo que le cuesta a una persona dejar de fumar, aunque tenga los pulmones desechos y el médico le diga que se va a morir. Y otro tanto le ocurre al alcohólico, aunque su hígado esté ya en las últimas.

            Los vicios espirituales, no ceden en la necesidad de un esfuerzo, necesario para eliminarlos, y si uno se confiesa no piense que por confesarse la absolución que recibe, le va a eliminar su vicio. A este respecto San Agustín manifiesta, que: “La costumbre, rebaja, incluso anula, la gravedad del pecado; se ha endurecido tu conciencia y tu alma ha dejado de sentir el dolor del pecado.”

Y vista la enorme fuerza que tiene el hábito, que solo puede ser contrarrestada y anulada por el Amor de Dios fuente generadora de todo amor, es de ver que el hábito, tal como ya hemos dicho es el generador tanto de vicios como de virtudes y dada la fuerza del hábito y el trabajo que cuesta erradicar un vicio, el mismo trabajo cuesta también erradicar una virtud adquirida. Y si tenemos en cuenta, la aseveración del Señor repetida varias veces y por diferentes razones en los evangelios que dice: “Al que tiene se le dará; y al que no tiene, se le quitará hasta lo que parece que tiene”. (Mt 4, 24-25). El que adquiere una virtud, después siempre le vendrá detrás otra mayor.

        

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

 

            Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.

  • Libro. LOS DESEOS HUMANOS.- www.readontime.com/isbn=9788461316298

  • Libro. LA SED DE DIOS.- www.readontime.com/isbn=9788461316281

  • Tomar conciencia de nuestros hábitos         03-02-11

  • Hábitos, virtudes y vicios     05-03-10

  • Gratitud humana        10-08-12

  • Virtudes teologales. La Caridad       02-08-09

  • El juego y la fuerza de las tres virtudes       31-08-09

  • Colores en las virtudes teologales    28-08-12

  • Paciencia y perseverancia     01-01-13

     

            La fecha que figura a continuación de cada glosa, es la de su publicación en la revista ReL, en la cual se puede leer la glosa de que se trate.

            Si se desea acceder a más glosas relacionadas con este tema u otros temas espirituales, existe un archivo Excel con una clasificada alfabética de temas, tratados en cada una de las glosas publicadas. Solicitar el archivo a: juandelcarmelo@gmail.com 

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