Viernes, 26 de abril de 2024

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De la envidia en los Evangelios

por En cuerpo y alma

 
            Soy de los que cree que la envidia es el pecado humano por antonomasia, el pecado que definitivamente, hace al hombre diferente del resto de los animales, los cuales son capaces de todos los pecados humanos –egoísmo, soberbia, gula, lujuria, robo, asesinato, y cuantos puedan Vds. imaginar-, unos en mayor medida, otros en menor, excepto el de la envidia.
 
            Pues bien, aún siendo así, el pecado de la envidia es muy pocas veces tocado en el Evangelio. En los cuatro textos evangélicos, la palabra “envidia” apenas aparece citada en tres ocasiones, y de ellas dos en el mismo episodio tratado por distintos evangelistas, en este caso San Mateo y San Marcos. Bien que en ellos se haga la importante afirmación de que Jesús fue “entregado por envidia”. Conozcamos los dos. Primero San Mateo:
 
            “Cada Fiesta, el procurador solía conceder al pueblo la libertad de un preso, el que quisieran. Tenían a la sazón un preso famoso, llamado Barrabás. Y cuando ellos estaban reunidos, les dijo Pilato: ‘¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, el llamado Cristo?’, pues sabía que le habían entregado por envidia”. (Mt. 27, 1518)
 
            Y ahora San Marcos:
 
            “Cada Fiesta les concedía la libertad de un preso, el que pidieran. Había uno, llamado Barrabás, que estaba encarcelado con aquellos sediciosos que en el motín habían cometido un asesinato. Subió la gente y se puso a pedir lo que les solía conceder. Pilato les contestó: ‘¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?’ Pues se daba cuenta de que los sumos sacerdotes le habían entregado por envidia”. (Mc. 15, 612)
 
            Existe todavía una tercera alusión al pecado de la envidia –en realidad, segunda, las dos primeras, como hemos visto son la misma-, única, por otro lado, en la que la palabra la vemos salir de la boca de Jesucristo, que la incluye en un catálogo de doce maldades. Nos lo cuenta Marcos:
 
            “Y decía: ‘Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez. Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre’”. (Mc. 7, 20-23)
 
            Sin mencionar el pecado como tal, sí existen en el Evangelio alusiones que si no propiamente la envidia, si reflejan con claridad los celos, versión edulcorada de aquélla. Así por ejemplo, la que recoge el Evangelio de Lucas en el colofón de la parábola del hijo pródigo, -y eso que al hijo no faltan buenos motivos para reconcomerse en envidia- que vemos producirse así:
  
El hijo pródigo. Rembrandt (1669).
¿No es tentador pensar que el personaje en la
 sombra pudiera representar al hermano mayor?

           “
Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; y, llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. Él le dijo: ‘Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano’ Él se irritó y no quería entrar. Salió su padre y le rogaba. Pero él replicó a su padre: `Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos; y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!’.
            Pero él le dijo: ‘Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo había muerto y ha vuelto a la vida, se había perdido y ha sido hallado’” (Lc. 15, 25-32).
 
Jesús en casa de Marta y María. Frans Francken el Joven,
 
            O lo que le ocurre a Jesús cuando una vez más Lucas relata que va Jesús a casa de Marta y María (que en Juan aparecen como hermanas de Lázaro pero en Lucas no) y esto es lo que ocurre:
 
            “Yendo ellos de camino, entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Al fin, se paró y dijo: ‘Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude’. Le respondió el Señor: ‘Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada’”. (Lc. 10, 38-42).
 
            Pero eso es todo. Por lo que a la envidia se refiere, poco más en los evangelios, la verdad.
 
 
            ©L.A.
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