Jueves, 28 de marzo de 2024

Religión en Libertad

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Isabelino Madroñal Sánchez

por Victor in vínculis

La Postulación para las Causas de los Mártires de la Archidiócesis de Toledo conserva una fotocopia de un recorte de periódico, de varios años después de la guerra, en cuya sección titulada “De la provincia” nos ofrece la historia del Siervo de Dios Isabelino Madroñal Sánchez, sacerdote natural de Las Herencias (Toledo), que había nacido el 8 de julio de 1900 y que era sacerdote desde el 22 de septiembre de 1922.
El corresponsal, que así firma, natural de Carpio de Tajo (Toledo) debió compartir con él los días de Seminario, por cómo se expresa al hablar de esos años y luego coincide con él, en La Nava de Ricomalillo, siendo el articulista maestro de escuela. Pero dejémosle a él la narración:
“Murió en acto de servicio. Sus amigos de entonces sabemos que, sin desearla, esperaba la muerte en aquellos días de lucha que mediaron de febrero a agosto de 1936. Y la esperaba con alegría. Había dado tanto por sus hijos espirituales que sólo a sus sacrificios y a sus trabajos podía unir el sacrificio de su propia vida. Gran conocedor del corazón humano, sabía que aquellos mismos entre quienes repartió su dinero y sus desvelos serían los que gritaran, como los judíos contra Jesús: “¡Crucifícale!”.
Esperaba la muerte. Pero con la tranquilidad del que la sabe puerta de una eternidad feliz. Recuerdo que pocos días antes del 18 de julio glosábamos admirados unas palabras que oyéramos a José Antonio (Primo de Rivera) en Carpio de Tajo (Toledo), mi pueblo natal y su primer puesto de apostolado: “La vida no vale la pena si no es para quemarla en el servicio de una empresa grande”. Yo positivista, veía solo en la idea el fruto de una exaltación momentánea. Isabelino Madroñal no sólo la comprendía y aceptaba, sino que la engrandecía, elevando a lo espiritual -la entrega total a Dios- lo que José Antonio dijo sólo de lo social y político. ¡Cómo llegaban al alma sus palabras sentidas!
Recuerdos sus últimos años de seminario. Su alegría serena. Su afán de trabajo. Y aquel constante vivir y desvivirse por los compañeros. Y su apostolado en Carpio, bajo la diligente mirada del párroco don José Alonso que también goza ya de Dios. Su actividad incansable, que abarcaba desde la catequesis, en la que poniéndose a la altura intelectual de los más pequeños los preparaba para afrontar serenamente la vida en este valle de lágrimas, hasta la diaria conversación en la tertulia con los viejos, a quienes ayudaba a desgranar su rosario de recuerdos y animaba a esperar con cristiana alegría la hora cercana del viaje sin retorno.
Todo obediencia, todo servicio: Isabelino Madroñal.
La Nava, después. Convergen nuevamente mi magisterio y su apostolado. Ejemplar en todo su vida. Por encima de ismos y fobias. Caridad excesiva al prójimo -si puede haber exceso en la caridad-, por la que le reprendí muchas veces, ya que dejaba su casa sin lo necesario para llevarlo a enfermos y pobres que quizá lo necesitaban menos que él.
Ejemplo de amor filial; mediador eficaz en todos los conflictos y diferencias locales. Su actividad incansable hizo de La Nava de Ricomalillo un pueblo modelo de vida cristiana. Catequesis; juventudes, cofradías. Todo organizado, todo con exuberante vida.
En una crónica de “El Castellano” del 12 de abril de 1928 en la que se narra la fiesta que se ha celebrado en honor de Nuestra Señora del Amor de Dios, el cronista afirma que “nuestro querido y buen párroco, don Isabelino Madroñal, no cabía de gozo al ver realizados sus proyectos, dándonos las gracias a todos cuantos asistimos”. Antes, el 14 de marzo de 1925, se habla de los éxitos espirituales tras varios días de Misión en La Nava.
Vida recta, apostolado: Isabelino Madroñal
Malpica; 1936. Vientos de tempestad barren las riberas del Tajo. Dios permite el triunfo momentáneo del mal para probar a los buenos. Dificultades insuperables. Los superiores quieren contener la ola infernal enfrentándola con el ejemplo de una vida sin tacha.
Valor sereno: Isabelino Madroñal
Le mataron porque era… No tiene explicación. Hay beneficios tan grandes que sólo se pueden pagar con la ingratitud.
Las riberas del Uso (bajo estas líneas), bañadas con la sangre de su cuerpo -profanado por las balas del odio, escarnecido por la bestialidad irresponsable- … serán siempre campo de peregrinación para los que te queríamos y te admirábamos por tu vida blanca, sin pasiones y sin odio.
Pocos días después quemaron la iglesia”.

La única iglesia, llamada de Nuestra Señora de los Remedios, que existía en La Nava fue incendiada por la llamada “Columna Fantasma” cuando marchaba sobre Guadalupe. No quedaron de ella sino las paredes, semejando un inmenso basurero. Con anterioridad la habían destinado a depósito de víveres y “Casa del pueblo”.
El artículo termina dando a conocer que el pueblo ha reconstruido la iglesia parroquial y que la primera misa que se ha celebrado ha sido un solemne funeral en sufragio del alma de don Isabelino Madroñal, “el sacerdote ejemplar, el hombre bueno de tez morena y continua sonrisa, de andar decidido y reposado lenguaje, cuyo recuerdo grabado a fuego, llevamos todos en el alma”.
 
De Malpica a Las Herencias
El sacerdote e historiador de Toledo, Miguel Ángel Dionisio Vivas, ha publicado un trabajo titulado “El Clero de Toledo en la primavera de 1936” sobre la correspondencia que mantuvieron los sacerdotes con la Secretaría de Cámara en aquel primer semestre del año 36, y que se conserva en el Arzobispado de Toledo.
Don Isabelino, después de once años fructíferos al frente de la parroquia de La Nava, es trasladado al comenzar el año 1936 a la parroquia de Malpica de Tajo. Al referirse a nuestro protagonista afirma Dionisio Vivas:
El cura encargado de Malpica de Tajo, Isabelino Madroñal, expresaba su profundo desánimo ante la imposibilidad de realizar ninguna labor, tras las elecciones del 16 de febrero, convirtiéndose las molestias que había sufrido anteriormente en malquerencias, de modo que pedía que se le trasladara a otra parroquia, donde pudiera tener la esperanza del sustento y algo de tranquilidad, necesaria también para su madre enferma; el pueblo estaba arruinado, el hambre se extendía y esto, “juntamente con el veneno que han tragado”, haría muy difícil vivir.
El 1 de marzo volvía a escribir, pidiendo que se le enviara de nuevo a su anterior parroquia de Nava de Ricomalillo, con el deseo de poder trabajar allí todo lo que pudiera “con algún provecho”, pues en Malpica donde fue con gran entusiasmo, poniendo todas sus esperanzas para su completa transformación, ya no podía hacer nada; la crisis, en un pueblo donde todos eran propietarios, con la pérdida de bienestar, les había hecho empobrecer el espíritu, “reinando en sus envenenados corazones el odio.
Hacía cuatro días que habían derribado una cruz, rompieron la bombilla de la iglesia y “blasfeman y maldicen de la religión”; además, los ingresos económicos eran mínimos, recibiendo quince pesetas en dos meses por derechos de pie de altar. El 9 tuvo que escribir de nuevo, para comunicar nuevos y desagradables acontecimientos. En efecto, el día anterior, domingo, con motivo de una manifestación, se maltrató al presidente de la Juventud Católica y a otros jóvenes; pensando que un derechista se había refugiado en la casa parroquial, fueron a ésta un gran número de afiliados de la casa del pueblo, que sólo se marcharon cuando se les hizo ver que no estaba allí. Por la mañana del 9 le había llamado el alcalde, quien le dijo que para evitar males mayores, prohibía hasta nueva orden las funciones de la Juventud Católica. Los ánimos en el pueblo estaban excitados, de modo que, perdida la esperanza, pedía de nuevo que le permitieran volver a su antigua parroquia, una vez que hubiera terminado la novena y fiesta de San José.
Finalmente le autorizaron a salir, marchando a su pueblo, Las Herencias, desde donde escribía el 28 de marzo. Allí esperaba el nombramiento para otra parroquia, bien Espinoso del Rey, bien otra de las que había hablado con Gregorio Modrego (el Vicario General); le rogaba que si quedaba vacante Aldeanueva de Barbarroya, cuyo sacerdote era de edad avanzada, le enviaran allí, pues la había asistido varias veces y dado misiones, de modo que los feligreses ya le conocían. Señalaba la pobreza en la que se encontraba su pueblo natal, así como su familia, de modo que estaban atravesando muchas estrecheces. Modrego, al responderle, le rogaba que atendiera Las Herencias durante la Semana Santa; al ecónomo, Darío Escobar, le sacaban de allí, pues como el propio don Isabelino reconocía, aunque no se habían metido con el sacerdote, “esto está mal”.
Finalmente, el 28 de mayo, Gregorio Modrego le escribió para comunicarle que, ante el traslado del cura de Nava de Ricomalillo a Villamiel, era voluntad del cardenal que él regresara a su anterior parroquia de Nava, donde esperaba que fuera muy fecundo su apostolado”.
El Secretario de Cámara, escribe el 28 de mayo…
Para las parroquias de Gerindote, Cármena, Portillo, Menasalbas, Malpica, etc… hacen falta héroes que quieran arrostrar las molestias que en esas parroquias han de causar al cura”.
 
Martirio a orilla del Uso
Tras el estallido de la Guerra, enseguida fue detenido por las milicias de Las Herencias que lo entregaron a milicianos de su antigua parroquia de La Nava. Allí permaneció recluido hasta el 29 de agosto.
Afirma don Juan Francisco Rivera Recio en “La persecución religiosa en la diócesis de Toledo” que “en realidad, estaba condenado a muerte desde hacía mucho tiempo, pero de haber tenido menos confianza en los que fueron sus feligreses hubiera podido escapar de la muerte, seguro de que cumplirían la palabra empeñada. Las promesas habían sido falsas y engañosas. El 29 de agosto caía acribillado a balazos en el lugar denominado “Río Uso”. Las últimas palabras fueron la expresión vigorosa de su alma buena. Invocó a Dios con fervor y reprochó con energía a sus enemigos la vileza cobarde del crimen”.
Según se contó, un arriero afirmó que escuchó a don Isabelino lamentarse y lo contó en el pueblo. Los milicianos regresaron rociaron el cuerpo con gasolina y lo quemaron. Los restos medio calcinados estuvieron en descampado hasta el final de la guerra. La causa de canonización del Siervo de Dios Isabelino Madroñal se encuentra en fase diocesana. Sus restos descansan en la parroquia de La Inmaculada de Las Herencias. En la última foto, el momento en que se colocó la urna con los restos del "mártir" en su nuevo lugar.


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