Martes, 19 de marzo de 2024

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Del Papa más viejo de la historia, elegido con cien años, en el día de su festividad

por En cuerpo y alma

  
San Agatón en una estampa de 1678
           Celebramos hoy 10 de enero a San Agatón, papa que fue elegido con nada menos que cien años de edad, y cuyo pontificado dura más de tres hasta que con ciento cuatro viene a morir.
 
            Así las cosas, ¿qué sabemos del Papa Agatón? Pues bien, sabemos que nació en Palermo, capital de Sicilia, en el año 577 y que fue el septuagésimo noveno Papa de la Iglesia Católica, ocupando la silla de Pedro entre los años 678 y 681, por lo tanto, cuando tenía más de cien años de edad. Sucedía en tan alta magistratura al Papa Dono.
 
            Agatón no sólo fue papa centenario, sino que fue, también, sacerdote centenario, ya que no recibió las órdenes hasta el año 677. Perteneciente a una familia pudiente, antes había formado parte de un monasterio benedictino en el que ingresó después de repartir la herencia de su padre y todo lo que tenía entre los pobres. Sólo un año después de ordenado, alcanza el trono de Pedro.
 
            Del papado de Agatón conocemos algunos eventos. Así, San Wilfredo, Arzobispo de York, que había sido depuesto de su sede contra todo derecho por Teodoro de Canterbury, apelará a su autoridad para ser repuesto, reposición que se producirá tras la convocatoria de un concilio en Letrán por Agatón para tratar el tema. Lo que demuestra que para finales del s. VII, la autoridad de Roma sobre las demás iglesias se halla ya completamente consolidada.
 
            El principal evento en el pontificado de Agatón sin embargo, no es otro que el VI Concilio Ecuménico, tercero de los celebrados en Constantinopla, iniciado en el año 680. Un concilio que presidirán, junto al Emperador Constantino IV Pogonato, los legados papales de Agatón, pero que no contará, como había sido la norma hasta el momento, con la presencia física del obispo de Roma.
 
            Al III Concilio de Constantinopla se le conoce con el nombre de “Trullano”, por la sala con forma de cúpula (“trullus”), donde se celebraron sus sesiones. En él se condena la herejía monotelita, que afirmaba que aunque en Jesús coexistían dos naturalezas, sólo existía una única voluntad, la voluntad divina, y por lo tanto no humana. Era el colofón a las discusiones sobre la naturaleza de Jesús iniciadas en el Concilio de Efeso del año 431, donde se condenaba la herejía diofisita, según la cual Jesús tiene dos naturalezas, y continuadas en el de Calcedonia del año 451, en el que se condena la herejía monofisita, según la cual Jesús sólo tiene una naturaleza. Concilio, este segundo, en el que se lee la Epistola ad Flaviuanum que explica su verdadera naturaleza. En comunión con ella, el concilio trullano proclama la siguiente profesión de fe:
 
            “Predicamos igualmente en Él [Cristo] dos voluntades naturales o quereres y dos operaciones naturales, sin división, sin conmutación, sin separación, sin confusión, según la enseñanza de los santos Padres; y dos voluntades, no contrarias [...] sino que su voluntad humana sigue a su voluntad divina y omnipotente, sin oponérsele ni combatirla, antes bien, enteramente sometida a ella”.
 
            En otro orden de cosas, pone fin también el Concilio al impuesto de tres mil escudos que Roma pagaba al Emperador para la entronización del Papa. Un impuesto que no tiene importancia tanto por su cuantía cuanto por representar un episodio más de las luchas entre papado e imperio por la hegemonía de la Iglesia, en un momento particularmente delicado en el que mientras el Papa reina desde Roma, el Emperador lo hace desde Constantinopla.
 
            Cuando los decretos del concilio llegan a Roma para su aprobación, Agatón sin embargo ya ha muerto, por lo que toca su ratificación a su sucesor en el trono de Pedro, León II.
 
            El Papa Agatón viene a morir un 10 de enero pero del año 681. Será sepultado en la Basílica de San Pedro. Los muchos milagros realizados le valdrán el apelativo de “Taumaturgo” y junto con su recto proceder, la elevación a los altares, reconocida tanto por la iglesia latina como por la griega, celebrándose su festividad tal día como hoy, el mismo en el que se produjo su muerte a los ciento cuatro años de edad.
 
 
            ©L.A.
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