Jueves, 28 de marzo de 2024

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Había una vez un circo

Había una vez un circo

por Un alma para el mundo

 Parece mentira la fuerza que tiene un payaso honrado como “Miliki”. El que tantos años hizo reír a miles de niños en todo el mundo, y en especial en España, estos días ha hecho llorar a bastantes mayores que dejaron la infancia hace tiempo. Los payasos no deberían  morirse nunca, y menos en estos tiempos de tanto problema y tanta cara de crisis. Parece que nuestra sociedad ha perdido la capacidad de sonreír, solo se queda con la carcajada fácil e histriónica. Los niños están absortos con sus juguetitos electrónicos, los jóvenes enganchados a su móvil, los mayores  con sus hipotecas a cuestas, las familias sin tiempo para disfrutar... , y en la tele todo es violencia y desastre. Y uno piensa que ante tal panorama estamos necesitando urgentemente payasos sanos que despierten en nosotros sonrisas inocentes. La muerte de “Miliki” nos debe hacer soñar con un mundo mas alegre.

           

            Cuenta la periodista  Susana Molina en “elPeriódico.com” de ayer:   Recuerdo a los payasos de mi tele como algo muy emocionante, equiparable a mi primera bicicleta y mi primer paseo, con mi padre detrás sujetándome (qué lástima que ya no tenga su mano cerca por si me caigo), como el primer beso en los labios cuando tenía 13 años (que solo fue eso, un beso) y que me dio un alemán al querer beber agua de una fuente, como la primera noche de Reyes --estás tan nervioso que no puedes pegar ojo, y caes dormido de puro cansancio-- y esa sensación al descubrir los regalos a la mañana siguiente, con esos ojos abiertos como platos...

Cada uno de los payasos de mi tele, porque eran de la mía aunque salieran también en las vuestras, tenía un rol, como todos y cada uno de nosotros en la vida. Yo hubiera ido con Fofó al fin del mundo, y según leí una vez en una entrevista él era el dicharachero. Me parecía la persona más divertida del planeta, el que mejor cantaba, el que llevaba el sombrero más chulo, era mi amigo. Lloré como si fuera de los míos el día que murió, porque para mí era como de mi familia, me lo pasaba bien con él, y ya no estaba. Creía que "Susanita tiene un ratón" no iba a ser lo mismo si Fofó no estaba para cantarla. Tengo que confesar que durante un tiempo considerable estuve convencida de que esa canción me la cantaban única y exclusivamente a mí. ¡Qué cosas tienen los niños!

Hoy no he llorado al saber que había muerto Miliki, pero sí he sentido una gran nostalgia. Ahora soy mayor, tengo los pies en el suelo cuando me siento en el sofá y si me preguntan cómo estamos tendría que decir: "Maaaaallllllllllllllll". Pero hoy no voy a decir eso, porque seguro que a él, y a todos los que hemos perdido por el camino, les gustaría que gritáramos a pleno pulmón como cuando éramos niños, y sin miedo a perder la voz, que estamos e intentaremos estar "bieeeennnnnnnnnnnnnnnnnnnnnn".

Te echo de menos ...

            Creo que todos pensamos los mismo que Susana. Yo ya era un poco mayor cuando “Miliki” se asomaba con el resto de la trupe por la ventana del televisor de mi casa. Me gustaba ver a los niños disfrutar, y también a mi madre, ya mayor, que volvía a ser como niña al final de sus días. Todos deberíamos ser un poco payasos, haciendo la vida feliz a los demás, sintiéndonos bien. Si la dichosa crisis dejara de aguijonearnos tal vez pondríamos mejor cara, aunque no hay mal que por bien no venga. ¡Había una vez un circo...!

Juan García Inza

Juan.garciainza@gmail.com

 

 

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