Jueves, 18 de abril de 2024

Religión en Libertad

Los crímenes fueron menos sistemáticos

Aunque el maquis revivió la persecución religiosa de la guerra, los curas no les denunciaron

Rafael de Llano muestra la realidad de lo que sucedía en los pueblos, donde muchos guerrilleros habían sido monaguillos.

Enrique Rivera / ReL

Rafael de Llano Beneyto.
Rafael de Llano Beneyto.

El maquis, un intento básicamente comunista de prolongar la Guerra Civil, es uno de los componentes más interesadamente mitificados por la llamada "memoria histórica". Rafael de Llano Beneyto, coronel médico retirado, guarda en su memoria infantil y juvenil el recuerdo vivo de lo que fue la Agrupación Guerrillera de Levante, y ha plasmado ese testimonio en una novela, El llanto de los montes (De Buena Tinta), "sobre maquis, guardias civiles y la España en la que se enfrentaron a muerte", según reza el subtítulo. Sus páginas condensan años de investigación sobre la realidad humana, no solamente política y militar, de aquellos años de violencia en el Maestrazgo.

¿Por qué el título de El llanto de los montes?
Porque los maquis actuaron sobre todo en los pueblos y caseríos aislados en las montañas

Por lo visto querían continuar la guerra civil. ¿Hubo también persecución religiosa?
Aunque la ideología predominante era antirreligiosa, cuidaron mucho de no hacerla muy evidente, sabedores de que el pueblo los relacionaría con los “matacuras”. En principio llevaban consignas de respetar a la Iglesia, estableciendo una prelación de enemigos: falangistas, guardias civiles y caciques.

¿Y se cumplieron las normas?
Evidentemente no. En realidad constituían una masa excesivamente heterogénea, prácticamente imposible de dirigir, comandada por el PCE. El asesinato de dos párrocos, uno de ellos con especial crueldad, los relacionó inmediatamente con el Frente Popular. Es cierto que la propaganda del régimen aireó el crimen de la parroquia de Draganzo, poblado gallego donde asesinaron al cura mientras celebraba Misa.

Una novela clarificadora.
¿Se tienen datos concretos del hecho?
Por supuesto. Entraron en la Iglesia, y en presencia de los asistentes se encararon con el sacerdote y lo mataron a tiros. El asesino, cuyo nombre se sabe aunque prefiero no mencionarlo, se le conoció desde entonces como El Rocesvinto, nombre del propio párroco. Más tarde, en 1949, fue muerto por el sargento de la Guardia Civil que comandaba una brigadilla.

Volvía, pues, la persecución religiosa.
Cabe señalar, en honor a la verdad, que no tuvo nada que ver con la que se realizó en nuestra guerra civil. Fueron en realidad casos aislados. Lo cierto es que los curas de los pueblecillos que sufrieron el maquis nunca los denunciaron. Conocían a muchos de ellos e incluso los habían tenido como monaguillos y hasta dado la Primera Comunión.

¿Conoce algún caso concreto?
Directamente no. Pero puedo citar a don Vicente Albert, cura de Borbotó, Valencia, que me contó algún hecho. Este sacerdote estuvo escondido en casa durante la guerra. Mi padre, acusado por los porteros de “no blasfemar”, tuvo que escapar con mi madre, mi abuela y yo mismo de Valencia refugiándonos junto a unos tíos míos en Godella (Valencia)

¿Y allí pasaron el tiempo?
Si. El sacerdote, escondido en la buhardilla. Yo nunca lo vi, pero por la noche bajaba el pobre a darse unas vueltas por la casa. Teníamos también a una monja del Loreto, compañera de colegio de mi abuela. Yo la conocí siempre como “la tía Luisa”. Sin embargo esta monjita no permanecía escondida, simplemente figuraba como una de la familia.

¿Fue don Vicente quien le contó cosas del maquis?
Don Vicente y algunos curas más. Terminada la guerra, era relativamente corriente que los curas pudieran intercambiar su magisterio entre los pueblos. Y don Vicente solía hacer funciones de párroco en Camarena de la Sierra (Teruel), precisamente donde se constituyó la Agrupación Guerrillera de Levante. En mi novela, la figura de don Jesús, el cura de Costilleo, está formada por las actuaciones reales de sacerdotes del maestrazgo castellonense, sierras Espadán, Javalambre y Gúdar. A pesar de todas las mentiras de la “memoria histórica”, lo cierto era -yo lo he vivido- que la gran mayoría, insisto, gran mayoría de los aldeanos rechazaba a los maquis, aunque tenía miedo de señalarse. Y la totalidad estaba en contra de una nueva guerra. 

¿Se notaba, en la vida diaria, la proximidad de los maquis?
Más bien se admitía. La Iglesia estaba llena los domingos, sin duda con gentes para figurar; era normal que los hombres salieran de misa durante la plática a fumarse un cigarro. Luego entraban. Solo hablaban de “los del monte” en secreto; las mujeres no hacían ningún comentario sobre el tema, y todos los niños jugaban a “maquis” y “guardias civiles”, como luego se jugó a “policías” y “ladrones”. La Guardia Civil recorría los montes en pareja y se sabía que hacía “la espera” en algunos puntos determinados que, naturalmente, los campesinos trataban de evitar. Sin embargo hay hechos que quisiera constatar. He salido por el monte con los curas de Pina de Montalgrao y Montán, del maestrazgo y Mora de Rubielos, Teruel, por lugares donde nos decía la Guardia Civil que podían estar los maquis, y nunca nos hicieron nada, ni los curas demostraron temor alguno.

 FICHA TÉCNICA  COMPRA ONLINE
Título: El llanto de los montes Tienda Libres
Autor: Rafael de Llano Beneyto  
Editorial: De Buena Tinta  
Páginas: 486  
Precio 20,00 €  

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