Viernes, 29 de marzo de 2024

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No dejarnos llevar por la frivolidad en el pensamiento

No dejarnos llevar por la frivolidad en el pensamiento

por La divina proporción

El pasado domingo Benedicto XVI nos recordó, durante el Ángelus del pasado domingo, una serie de cuestiones directamente relacionadas con las necesidades que tenemos como seres humanos. 

Para entender mejor lo que el Santo Padre no dice, es conveniente que recordemos las lecturas del domingo. De ellas, me permito traer aquí la segunda de ellas: 

Les digo y les recomiendo en nombre del Señor: no procedan como los paganos, que se dejan llevar por la frivolidad de sus pensamientos Pero no es eso lo que ustedes aprendieron de Cristo,  si es que de veras oyeron predicar de él y fueron enseñados según la verdad que reside en Jesús. 

De él aprendieron que es preciso renunciar a la vida que llevaban, despojándose del hombre viejo, que se va corrompiendo por la seducción de la concupiscencia, para renovarse en lo más íntimo de su espíritu y revestirse del hombre nuevo, creado a imagen de Dios en la justicia y en la verdadera santidad. (Ef 4,17.20-24) 

San Pablo nos da una serie de claves interesantes: 

  • No dejarnos llevar por al frivolidad de los pensamientos. ¿Qué significa esto? No se trata de no pensar, sino de razonar de manera que seamos coherentes con lo que sentimos y necesitamos. No valen salidas fáciles que dejen las respuestas a medias o simplemente se encojan de hombros. No valen atajos que esquiven preguntas que deban ser contestadas.

  • Despojarnos el hombre viejo, que es dejar atrás todo lo que nos ata lo aparentemente satisfactorio y placentero. Aquello que nos permite olvidarnos del vacío que sentimos.

  • Renovarnos y revestirnos del hombre nuevo, que es la restauración de la imagen de Dios en nosotros. 

Dice el Santo Padre: 

«El horizonte de la existencia no es simplemente aquel que se reduce a las preocupaciones cotidianas del comer, del vestir, de la carrera» 

«Jesús habla de un alimento que no se termina, que debemos buscar y recibir». 

«Jesús quiere ayudar a la gente a ir más allá de la satisfacción inmediata de las propias necesidades materiales, aún si son importantes. Quiere abrir a un horizonte de la existencia que no es simplemente aquel de las preocupaciones cotidianas del comer, del vestir, de la carrera». 

«Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre. La multitud, una vez más, no comprende, cree que Jesús pida la observación de preceptos para poder obtener la continuación de aquel milagro, y pregunta: “¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?”. La respuesta de Jesús es clara: “La obra de Dios es que ustedes crean en Aquel que Él ha enviado” ». 

Ser cristiano «no se trata de seguir una idea, un proyecto, sino de encontrar [a Cristo] como una Persona viva, dejarse implicar totalmente por él y por su Evangelio. Jesús invita a no detenerse en el horizonte humano y abrirse al horizonte de Dios, al horizonte de la fe». 

El Santo Padre nos llama a entender que detrás de las necesidades cotidianas hay un anhelo que tiene que ver con nuestro propio sentido como seres humanos: Dios. Dios parece que ha desaparecido de la sociedad, ya que nos dicen que no le necesitamos. Pero hoy más que nunca, necesitamos de Dios para entendernos y entender a quienes tenemos a nuestro lado. 

La pregunta que muchos se hacen es ¿Dónde está Dios? y la respuesta es muy sencilla. En el evangelio del Domingo Cristo mismo nos dice que para encontrar a Dios debemos vivir según su Voluntad. Debemos realizar las obras de Dios. Entonces le preguntan a Cristo cómo pueden realizar las obras de Dios e indudablemente la respuesta indica dónde encontrar la guía para ello: “La obra de Dios es que ustedes crean en Aquel que Él ha enviado” 

Una vez tengamos confianza en lo que Cristo no dice y en Él mismo, podremos empezar a obrar según la Voluntad de Dios. 

Pero, todo esto puede sonar a hueco para la mentalidad actual. Mentalidad que se basa en elementos positivos que se acomodan a las necesidades que tenemos. ¿Cómo entender que somos nosotros quienes debemos acomodarnos a la Voluntad de Dios? 

Podríamos ver la diferencia en la alegría vital de quien sigue la Voluntad de Dios y el vacío existencial del que se aleja de ella. El pecado, entendido como la rotura consciente de la armonía de nuestro ser para satisfacer nuestros deseos inmediatos, tiene mucho que ver en todo ello. Una sociedad compuesta por personas que buscan su bienestar personal ante todo, no tiene demasiado recorrido. Es una sociedad insostenible en la que los seres humanos buscan estar solos para poder hacer lo que se desea sin estorbar a los demás. Una sociedad en que el suicidio es cada día más frecuente y la violencia es el rasgo predominante de nuestras interacciones. 

¿Dónde encontrar la respuesta? “La obra de Dios es que ustedes crean en Aquel que Él ha enviado”

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