Jueves, 25 de abril de 2024

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por En cuerpo y alma

 
            De no haber sido porque sobradamente conocía al personaje, una cruz que ha tenido que soportar este país durante siete largos años, y también su notoria trayectoria... o dicho de otro modo totalmente diferente, de haber sido yo un marciano que se cae en España desde una nave espacial sin saber nada sobre el país sobre el que cae... tal vez tuviera que reconocer que no me causó el ex-presidente del Gobierno una mala impresión en el debate sobre humanismo que sostuvo con el Cardenal Cañizares en la Universidad Católica de Avila el pasado día 28, y que por una vez en la vida, y sin necesidad de estar de acuerdo en cuanto dijo, sentí que acudía a un discurso medianamente trabajado por su parte, en el que nos eximió de las memeces con las que en el pasado ha engalanado otros discursos de su propia factura, en una verdadera falta de respeto para con los que los escuchaban, a los que siempre trató como si de niños sin uso de razón se tratara y les estuviera contando el cuento de Caperucita (que en realidad, es lo que siempre nos contó), cuando no "el de la tierra y el viento".
 
            Me pregunté entonces porqué el Sr. Zapatero no podía haber gobernado durante sus dos inacabables mandatos desde las formas que exhibía en Avila, y qué es lo que había ocurrido para que durante siete pesadísimos años, los españoles hayamos estado dirigidos por un personaje tan escaso y tan mediocre como demostró ser en cuantos escenarios pateó.
  
 

           Tratando de poner orden en mis pensamientos, saqué la conclusión de que principalmente, el Sr. Zapatero fue víctima de su prisa en alcanzar el poder, algo a lo que dirigió todos sus pasos con la misma delicadeza de una manada de rinocerontes en celo en el Museo del cristal de La Granja, con lo cual, aunque efectivamente anticipó su inexorable acceso al Gobierno, empedró el camino a la Moncloa de unas minas antipersona, anti-ZP en definitiva, que le condujeron a ser un verdadero apestado entre todos aquéllos que no lo habían votado (muchos por cierto, más que los que sí lo hicieron), y no sólo entre ellos, sino también en el escenario internacional, donde nunca pasó de ser el inevitable e insoslayable muñequito de la foto.

            ¿Se dan Vds. cuenta de que en condiciones normales, la manera natural de acceder al poder del Sr. Zapatero no debería haber sido después de un atentado con casi doscientas víctimas, sino cuatro años después, y no precisamente con el discurso del “pleno empleo” con el que nos tomó una vez más el pelo a los españoles, sino justamente con el contrario, es decir, con uno muy parecido al que sostuviera el Sr. Pizarro en el famoso debate sobre economía que mantuvo con el Sr. Solbes?
 
 
            Repasé los irresponsables pasos dados por el Sr. Zapatero para acceder a la Moncloa y mantenerse en ella, a cual más desafortunado, a cual más irritante, a cual más torpe en alguien que trabaja para participar en la foto de las personas más poderosas del mundo. Aquella cagada si me permiten Vds. el término, pues eso y no otra cosa es lo que pareció, cuando permaneció sentado al paso de la bandera de los Estados Unidos de América, para colmo el mejor y más necesario de los
 

aliados de España. Aquella felonía en que consistió presentarse en Marruecos cuando las relaciones con España estaban suspendidas (sólo siete meses después Marruecos invadía Perejil) para dejarse fotografiar para colmo, con un mapa de Marruecos en el que figuraban como marroquíes Ceuta, Melilla y Canarias. Aquel “aprobaré Pascual cualquier cosa que venga del Parlamento catalán”, verdadero desplante al estado de derecho y a la Constitución culminado en el desmembramiento de España a través de una ley de segunda clase como fue y es el Estatuto de Cataluña. Aquella violación de la jornada de reflexión acompañada de aquellos ataques a las sedes del partido rival, verdadero desafío a la ley, al orden público y a los buenos usos y costumbres democráticos, que devolvían al pesoísmo postfranquista a los peores años del socialismo de la República. Aquella victoria electoral cimentada sobre la sangre y el cadáver de doscientos españoles, acosando al Gobierno legítimo de la nación al que en aquellas circunstancias debió haber ofrecido, en cambio, toda su lealtad. Aquel abandono del escenario iraquí de la manera más vejatoria para su propio país, a cuyos abnegados y malpagados soldados sometió a la peor de las humillaciones que puede recibir un soldado, la de los huevos lanzados desde las propias filas y por los propios compañeros, y de la forma más desleal y perjudicial para los que eran los principales aliados de España en la escena internacional. Aquella sustitución del entendimiento con el principal partido del país en lo que se llamaba el Pacto antiterrorista, para pasar a entenderse con una organización terrorista manchada con la sangre de mil españoles, ante la que humilló el entero estado de derecho. Aquel abuelito con el que quería justificar la entera relectura de la historia para conseguir que ganaran la guerra los que la habían perdido casi setenta años antes. Aquella nación “discutida y discutible” que no era sino la misma sobre la que gobernaba, y después de todo, explicación última o única de que un inepto de su calibre estuviera ocupando una posición como la que ocupó, a todas luces excesiva a sus capacidades y a su méritos…
 
            Todo a cambio de una sonrisa efímera y con fecha de caducidad, de un minuto de gloria aquí y otro allá, de una portadita, de una foto, de un voto aunque sólo fuera el del cabreo… Todo a cambio, en definitiva, de gobernar cuatro años antes de lo que le tocaba, llegando como llegó al poder sin equipo, sin proyecto, sin discurso, sin formación, sin aliados, sin conocimientos, sin bagaje… sin talla… contra todo el mundo, dentro y fuera de España, y apenas arropado del voto de un electorado confuso, noqueado, con prisa por desalojar del poder a un señor cuyo bigote no le caía bien, y en el que, después de todo, tampoco halló ni afecto ni simpatía, pasando como pasó y quedará en la historia de España, en el más absoluto de los silencios, salvo por las innúmeras e imperdonables torpezas que cometió.
 
            Zapatero podría haber sido otra cosa más parecida a lo que percibí en Avila que a lo que realmente fue. Por desgracia para él, por desgracia para España, prefirió ser ZP o "el de la zeja" antes que el Presidente Rodríguez Zapatero, a pesar de que de forma tal, insistiera en referirse a él el moderador del debate al que nos referimos arriba, y que da pie a toda esta perorata.
 
            Si lo piensa un poco, es posible que hasta él mismo esté arrepentido y a toro pasado, incluso reconozca que a veces vale la pena esperar en vez de hacer todo “a la primera”, como se jactaba infantil e insolentemente de hacer las cosas (¡y así las hacía!). Pero la historia ya está escrita. El único consuelo, que a lo que parece no volverá a ser él el que la escriba.
 
 
 
                (1) Dedicado a Pablo Ginés, eficaz coordinador del viaje organizado por La Razón a Avila para presenciar el debate Cañizares-Zapatero, con quien tuve el honor y el placer de compartir esos kilómetros que separan la capital del Manzanares y la del Adaja.
 
 
            ©L.A.
            encuerpoyalma@movistar.es
 
 
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