Viernes, 19 de abril de 2024

Religión en Libertad

Un siglo del personaje

Fe y razón, claves del Padre Brown de Chesterton

El sacerdote detective que creó el genial escritor inglés es un ejemplo perfecto de cómo afrontar la vida sin fisuras.

ReL

Padre Brown, interpretado por Kenneth More.
Padre Brown, interpretado por Kenneth More.
Todo este año se está celebrando el centenario de la publicación del primer libro de la serie del Padre Brown de Gilbert Keith Chesterton (18741936). La inocencia del Padre Brown apareció en 1911 recopilando doce historias aparecidas en The Story Teller y The Saturday Evening Post en los meses anteriores. Posteriormente saldrían cuatro volúmenes más, hasta completar 52 relatos cortos que han pasado a la historia de la literatura.

Y del cine y la televisión, donde han caracterizado al personaje, respectivamente, actores tan célebres como Sir Alec Guinness en 1954 o Kenneth More veinte años después, en trece capítulos de gran éxito. El personaje del Padre Brown estaba inspirado en un sacerdote real, John O´Connor, un párroco de Bradford que tuvo mucho que ver en la conversión de Gilbert al catolicismo en 1922.

Con motivo de este aniversario, Fabio Trevisan ha escrito un artículo para Zenit donde glosa la forma en que el Padre Brown compatibiliza fe y razón en la resolución de los casos y crímenes que se presentan a su consideración. Y la relaciona con la histórica lección magistral de Benedicto XVI en Ratisbona en septiembre de 2006, complementaria del discurso del año pasado ante el Bundestag en el mismo sentido.

Trevisan recoge diversos pasajes de varios relatos de la serie donde se manifiesta esa unidad profunda de la fe y la razón.

Una idea recurrente en todos los relatos
En La cruz azul, el primerísimo de los relatos, ya dice el Padre Brown: "La razón siempre es racional, aun en el limbo, aun en el último extremo de las cosas. Ya sé que la gente acusa a la Iglesia de rebajar la razón; pero es al contrario. La Iglesia es la única que, en la Tierra, hace de la razón un objeto supremo; la única que afirma que Dios mismo está sujeto a la razón". Y más adelante, al desenmascarar a un falso sacerdote, le explica cómo le descubrió: "Usted atacó a la razón, y eso es de mala teología".

En otro relato, Los pecados del príncipe Saradine, explica el significado profundo de las cosas de esta vida en relación a la justicia: "Aquí vivimos en el revés del tapiz. Lo que aquí acontece no tiene ninguna significación; pero después, en otra parte, todo cobra sentido. En alguna otra parte el verdadero culpable tendrá su merecido, aunque aquí la justicia parezca equivocarse y caer sobre el inocente". Del mismo modo, cuando un médico cientificista afirma ante el Padre Brown: "Tempo ser demasiado práctico para contaminarme de religión y de filosofía", el sacerdote le responde: "Más bien no será usted nunca un hombre verdaderamente práctico hasta que no se ocupe de ellas".

En El sino de los Darnaway, Chesterton se vuelve también contra el irracionalismo fatalista de otro médico, que cuestiona la afirmación del Padre Brown de que cree en una visión racional de las cosas: "Ya he dicho", responde el cura, "que creo en la luz del día y no quiero pararme en escoger entre dos túneles de superstición subterránea, que acaba en la oscuridad... Salga a la luz del día y escuche la voz de la verdad. Llevo conmigo una palabra que es terrible, pero que tiene el poder de romper su cautiverio".

En La luna roja de Merú, Chesterton dice por boca de su héroe: "Oirá decir a la gente que las teorías no importan y que la lógica y la filosofía no son cosas prácticas. No les crea usted. La razón nos viene de Dios y cuando las cosas son poco razonables, créame, es que sucede algo".

En cuanto a la caridad puramente humana y la caridad cristiana, el Padre Brown reprocha en La penitencia de Marne a personas que encarnan el espíritu farisaico de su tiempo: "Me parece comprender que ustedes sólo perdonan aquellos pecados que no creen verdaderos. Ustedes sólo perdonan aquellos crímenes que no tienen el aspecto de tales, sino que aparecen como meras convenciones. [Pero] nosotros [los sacerdotes] estamos obligados a pronunciar las palabras que les han de salvar del infierno. Nosotros somos los únicos que quedamos para librarles de la desesperación cuando su humana caridad les aparta".

La relevancia ética de la razonabilidad de la fe, dice Trevisan, se expresa de forma muy incisiva en El crimen del comunista: "¿Cómo su vida puede estar en lo justo si toda su apreciación de la vida es un error? Ésta es la moderna confusión que aumenta porque las gentes no saben lo mucho que las apreciaciones de la vida pueden diferir entre sí... La herejía afecta siempre a la moralidad si es suficientemente herética".

En El milagro de la "Media Luna", reprocha a unos materialistas su pronta credulidad: "La razón es siempre muy sencilla, créanme. Todos ustedes juraron que eran materialistas empedernidos; y, a pesar de ello, se inclinaron a creer en cualquier cosa. Hay millares de personas que hoy día se encuentran en el mismo punto de ustedes, pero en una orilla muy estrecha e inconfortable para sentarse. No hallarán reposo hasta que no crean en algo... [Porque] lo natural es creer en cosas sobrenaturales".

Por último, en El oráculo del perro, Trevisan concluye su viaje por el Padre Brown con la razón última del desprecio de la razón que acompaña al desprecio de la fe. Así la expresa el sacerdote-detective: "Es el primer paso que se da cuando no se cree en Dios; se pierde el sentido común y se deja de ver las cosas como son en realidad... Y todo ello por temor a tres palabras: Se hizo Hombre".
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