Viernes, 19 de abril de 2024

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¿Cómo podemos saber que Dios existe?

por José Gea Escolano

Me encuentro en mi despacho con un joven amigo quien, apenas saludarnos, me formula sin contemplaciones la pregunta de nuestro título. Tuvimos una amigable conversación no corta, pero afable y que yo quisiera resumir en este artículo. A esta pregunta siguió mi respuesta: Francamente y aunque pueda parecer un poco fuerte, quiero responderte diciendo que es suficiente tener dos dedos de frente.

Pregunta: Sí, es un poco dura, pero cuando responde así, supongo que tendrá alguna razón fuerte.

Respuesta: Ni fuerte ni débil. ¿Quieres un ejemplo? Ayer mismo por la tarde, estaba yo leyendo en mi patio, donde hay un nido de tórtolas. Y allí, siempre la hembra está incubando los huevos. Cuando he aquí que viene otra tórtola, se posa al lado del nido, la que estaba incubando sale del nido y empieza su vuelo. Al cabo de un rato vuelve, sale el macho del nido y entra ella a incubar de nuevo.

Pregunta: Y ¿qué tiene que ver eso con saber nosotros que Dios existe?

Respuesta: Por eso te decía que sólo hace falta tener dos dedos de frente para saberlo. Porque ¿Es por casualidad que todas la tórtolas hagan eso a la hora de incubar? ¿Es por casualidad que todas las aves hagan algo por el estilo? ¿Quién les dice lo que deben hacer después de poner los huevos? ¿Quién dirige a las golondrinas para que vuelvan al mismo nido del año anterior desde miles de kilómetros? ¿Quién ha enseñado a las abejas a construir sus panales con exágonos perfectos? Ahí hay una ley y un orden que alguien ha puesto. ¿Quién? Alguien. ¿Hay algún inconveniente en que a ese alguien le llamemos Dios? ¿Quieres otro ejemplo?

Pregunta: Sí, claro, claro; pero me parece que basarse en las tórtolas y otros animalitos para concluir con la realidad de la existencia de Dios… no sé.

Respuesta: Creo que es suficiente, pero te voy a poner otro. Supongo has visto muchos campos de fútbol. Recortamos todas las palabras de la biblia, las metemos todas dentro de unos sacos, nos vamos a un campo de fútbol y vaciamos poco a poco las palabras que contienen, hasta cubrir todo el campo. ¿Crees que sería posible que las palabras que saliesen de los sacos fuesen cayendo de tal manera que al final resultasen ordenadas como lo están las palabras en la biblia? Con dos deditos de frente, ¿no crees que haría falta alguien que las ordenase?

Pregunta: Son dos ejemplos que a mí me convencen, pero ¿me podría un ejemplo más serio?

Respuesta: Bueno, estos ejemplos son serios, pero te voy a poner uno tumbativo para quienes buscan con sinceridad. Ahora, si uno no quiere abrir los ojos, no verá nada por mucho sol que haya. Te invito a que te preguntes ¿qué es más difícil, lo de la tórtola y lo de los animalitos, u ordenar todas las células de un cuerpo humano y que funcione? ¿U ordenar todas las células de todos los hombre que han existido y existirán? ¿Y si los comparamos con el orden de todo el macrocosmos y del microcosmos? Aquí ya juegan millones y trillones y cuatrillones y todos los “llones” que quieras.

¿Y cuántos dedos de frente tienen los que dicen que el universo se ha hecho solo, sin ningún ser inteligente que lo haya ordenado todo?

Ésta es una de las cinco vías que pone Santo Tomás de Aquino, llamado el más santo de los sabios y el más sabio de los santos. Lo que te he expuesto está basado en una de sus vías, la quinta: no puede existir un orden sin un ser inteligente que lo haya puesto. Las cinco están en la Suma Teológica, Primera Parte, cuestión 2, artículo 3). Por si quieres leerlas, son éstas:

Motor inmóvil

Causa incausada

Ser contingente y ser necesario

Grados de perfección

El orden y la finalidad en la naturaleza

Y, por último, sin pregunta previa. Racionalmente llegamos a Dios, pero ¿cómo debe ser nuestra relación con Él? Desde ahí debemos dar el salto a la fe. Lógicamente, la fe y las obras van juntas. Dios es serio y no se presta a ser un juguete en nuestras manos. Sencillamente, nos toma en serio y quiere que le tomemos en serio también. Por ahí va el camino de la fe.

Que Dios está en el corazón de cada persona, para los creyentes es claro; cada uno somos un proyecto de Dios; no somos como miembros informes e impersonales de una humanidad abstracta. Si Dios está en el corazón de cada hombre, está buscando precisamente su amistad con él. Por esa presencia de Dios podemos tener la impresión de que la fe depende de nosotros cuando es Dios quien toma la iniciativa en la amistad que empieza por la fe. Lo nuestro es responder y actuar; actuar según nos inspire Dios: sirviendo gratuitamente a los hombres al estilo de Jesús.

José Gea
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