Jueves, 28 de marzo de 2024

Religión en Libertad

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22h del 20 de noviembre, en el Picadero de Paterna

por Jorge López Teulón

Entre los miles de mártires de la persecución religiosa sobrevenida en España los años 19361939 se cuentan cinco clarisas capuchinas. Tres de ellas eran hermanas de sangre, apellidadas Massiá Ferragut, profesas en el monasterio de Agullent: María Jesús, María Verónica  y María Felicidad. Las tres se habían refugiado, junto con su otra hermana agustina descalza, María Josefa, en casa de su madre María Teresa en Algemesí; las cuatro hermanas y la madre fueron asesinadas el 25 de octubre de 1936 cerca de Alzira.

De ellas hablamos en el artículo:
Las otras dos capuchinas son: Isabel Calduch Rovira del monasterio de Castellón, asesinada el 13 de abril de 1937 en el cementerio de Cuevas de Vinromá; y la protagonista de hoy: Beata Milagro Ortells Gimeno.
            Las cinco clarisas capuchinas fueron beatificadas por el Papa Juan Pablo II, el 11 de marzo de 2001, junto a 228 mártires de la Archidiócesis de Valencia.
 
Beata Milagro Ortells Gimeno
Nació en el seno de una familia profundamente cristiana, un 28 de noviembre de 1882, siendo bautizada en la Parroquia Santa Catalina de la ciudad del Turia. Milagro siempre se distinguió por su piedad y su sencillez. Era de carácter sensible, alegre, jovial y muy querida y valorada por todos cuantos la conocieron. No le gustaban las vanidades, ni fue mujer de guardar las apariencias. A pesar de pertenecer a una clase social acomodada (sus padres eran los dueños de una importante tienda y fábrica de abanicos de la calle de Zaragoza, por entonces núcleo comercial por excelencia), se dice de ella que nunca consintió llevar sombrero, sino mantilla, ni sentarse en silla en la Iglesia, sino en el suelo. Buscaba además la compañía de las niñas de clase más humilde.
A los diecinueve años manifestó su voluntad de ingresar en un convento, y su madre la invitó a hacerlo en las religiosas Reparadoras, pero ella prefirió el convento de Capuchinas de Santa Clara, en donde profesó como hermana de coro, el 9 de octubre de 1902.



Entre los servicios que prestó a la comunidad se encuentran los de enfermera, refitolera (encargada de comedor), sacristana, consejera de la abadesa y en sus últimos años el de maestra de novicias. Todos los testigos señalan en ella virtudes como las de la prudencia, el espíritu de mortificación, un gran amor a la Virgen y a la Eucaristía, y su observancia fiel a la regla capuchina.
Durante la República se vio obligada a abandonar el convento en dos ocasiones, pero no sufrió mayores molestias que los sobresaltos que esto supuso.
Llegado el 18 de julio de 1936 hubo de abandonar el monasterio, y se refugió en casa de su hermana María, en Valencia (en la fotografía de la izquierda, había nacido el 2 de mayo de 1873 y actualmente su Causa se encuentra en la fase diocesana). Aquí llevó vida recogida, entregada por completo a la oración. Luego se marchó a una casa de la calle Maestro Chapí donde estaban refugiadas las religiosas de la Doctrina Cristiana.
Finamente, al atardecer del viernes 20 de noviembre, Milagro, su hermana María y quince Hermanas de la Doctrina Cristiana, fueron obligadas a subir a un vehículo, al que accedieron a empellones, en dirección al picadero de Paterna. Allí algunas de ellas fueron torturadas, sufriendo mutilaciones y vejaciones durante muchas horas, para lo cual fueron utilizados instrumentos metálicos de los que se usan con los caballos. Un estudio elaborado en la “Unitat Docent de Medicina legal de la Facultat de Medicina de la Universitat de Valencia” según la fotografía del cadáver de sor Milagro describe perfectamente el terrible martirio al que fue sometida esta monja.
Esa misma noche ella y sus compañeras  fueron fusiladas y sus cadáveres depositados en el cementerio de Valencia donde serían fotografiadas y enterradas en cajas de madera. En 1940 sus restos mortales fueron llevados a su monasterio.
 
Sobre las quince hermanas de la Doctrina Cristiana ya publicamos el artículo:

Contemplando su rostro tras el martirio
El capuchino Rufino María Grández en su Himnario Franciscano (México 2006) compuso este himno para las vísperas de la memoria litúrgica de la Beata Milagro Ortells. "Contemplando su rostro tras el martirio", está inspirado en el rostro de la mártir según la fotografía que se le tomó a la religiosa para su identificación.
 
La paz de Cristo ha embellecido
tu hermosa cara ensangrentada,
tus ojos puros y apacibles,
Milagro, nuestra dulce hermana.
 
Tus blandas sienes y tu boca
hirieron armas con metralla,
mas no apagaron tu mirada
ni dieron muerte a tu palabra.
 
Perdón anuncia tu semblante,
oh virgen mártir muy amada;
tus labios yertos sin cerrarse
dulzura y bendición exhalan.
 
Oh Cristo, pan Eucaristía,
manjar que todo anhelo sacia,
Tú fuiste su delicia diaria,
Tú fuiste su oración callada.
 
Regazo y cuna de la Iglesia,
María, Madre inmaculada
Tu Hija puso enternecida
Su vida humilde entre tus palmas.
 
¡Jesús, esposo de las vírgenes,
mi premio y paz tras la batalla,
a Ti la gloria merecida,
eterno amor de nuestras almas!
Amén.


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