Domingo, 05 de mayo de 2024

Religión en Libertad

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Arrepentimiento, compunción y amor

por Juan del Carmelo

Estos tres conceptos, se encuentran estrechamente relacionados entre sí. Hay quienes tienen una nebulosa en la mente que les impide distinguir nítidamente el arrepentimiento de la compunción. Ambos conceptos se encuentran estrechamente vinculados, ya que no es posible que se genere un arrepentimiento de verdad, si no va seguido este de una compunción o dolor de haber ejecutado el acto que da origen al arrepentimiento por haberlo ejecutado. Ni tampoco puede darse una compunción si no ha existido ya previamente un amor, porque la compunción es el dolor de haber ofendido al Amado. Lo que escribo es obvio y no creo que nadie le pueda poner un pero.

 

La comisión de una ofensa al Señor, es el primer eslabón de una cadena de actos humanos, que nos pueden llevar a la absolución de la ofensa o a no buscar esta absolución. En definitiva la cadena de actos nos puede conducir al cielo o a su antítesis que es el infierno. Y en el desarrollo de los actos de la cadena tiene una importancia vital el amor y si este no funciona, no habrá absolución y el vacío que genera la falta de amor se ocupará de inmediato por su antítesis que es el odio.

Como decíamos el primer eslabón de la cadena es la ofensa al Señor, si no se busca la absolución de la ofensa al Señor, la cadena de condenación, no se para ella sigue y se abre el camino al infierno, que es el reino del odio.

Si la cadena de absolución continúa el segundo eslabón de ella, es arrepentimiento, que en sí es un acto de amor, pues es necesario amar para arrepentirse.

El tercer eslabón será buscar el perdón, que ha de ser doble. El primero y el más fundamental, que es el divino, mediante el sacramento de la Penitencia, y si la ofensa se la hemos inferido a un hermano, hay que buscar su perdón, pero si no lo obtenemos, no importa no por ello el Señor deja de perdonarnos, pues su misericordia es infinita, y lo que vale es nuestra intencionalidad. ¡Pero ojo! La misericordia del Señor solo se genera el si previamente ha habido arrepentimiento, pues el fundamento de la misericordia en Dios se asienta en el amor que es su esencia y naturaleza: Dios es amor, y el que vive en amor, permanece en Dios y Dios en él”. (1Jn 4,17), nos dice el discípulo predilecto y si no hay arrepentimiento es que no hay amor, y si no hay amor nunca habrá misericordia por parte del Señor.

Hay un cuarto escalón, que lo constituye la reparación del mal causado, si es posible que llevemos a cabo esta reparación.

El quinto eslabón de la cadena, lo constituirá la compunción que será el dolor que si amamos, hemos de sentir por la ofensa inferida al Señor.  Y todavía nos quedará un sexto eslabón de la cadena, que será lo que se conoce con el nombre de reato de culpa, es decir el resto del mal que se ha anidado en nuestro corazón y que hemos de purificar. En los eslabones anteriores de la cadena hemos llegado a arrancar la planta del mal de nuestro corazón, pero no hemos eliminado la raíz, y el mal puede volver a rebrotar. Pensemos la de veces que nos hemos confesado de un mismo pecado que seguimos cometiendo. Hace falta una purificación de nuestra alma, y esta es la función del Purgatorio, aunque bien es verdad que el proceso de purificación que hemos de realizar si queremos ir al cielo, puede comenzar aquí en la tierra, y siempre será más fácil purificarse aquí abajo que el purgatorio. Es difícil, conseguir aquí abajo, una total purificación y no pasar por el purgatorio yéndose directamente al cielo y muchas almas lo han conseguido, todo es cuestión de verdaderamente quererlo y tener voluntad, que las gracias divinas a nadie le han de faltar.

 

            Volviendo al tema del arrepentimiento como elemento necesario para que se genere la misericordia divina me viene a la memoria un párrafo de un libro del fundador de la Congregación de San Juan, Marie-Dominique Philippe, que escribe: “Hay quienes dicen a veces: ¡Dios es tan bueno! Algún día perdonará al demonio. Cuidado: solo se puede perdonar a quien confiesa su pecado y desea ser perdonado. Quien no confiesa su pecado no es perdonado pues no pide perdón”. El demonio, ni ningún condenado eternamente en el infierno podrán jamás arrepentirse, porque para ello se necesita amor y ellos carecen de amor lo suyo es el odio. El infierno es el reino del odio. El amor únicamente es generado por Dios, que es el creador absoluto de todo lo visible y lo invisible. Lo nuestro, lo que nosotros llamamos amor, es solo un reflejo, del amor que Dios nos genera. Por ello también San Juan escribía diciendo: “Nosotros amamos, porque él nos amó primero”. (1Jn 4,19). Lo nuestro es desear el amor de Dios, no generar el amor. Nosotros en vida mientras estemos en este mundo, podemos arrepentirnos, porque disponemos del amor que Dios nos proporciona. Desde que nacemos hasta nuestra muerte continuamente Él nos está ofreciendo su amor. Él se pasa nuestra vida y la vida de cualquiera de nosotros, mendigándonos nuestro amor, porque desea hacernos eternamente felices. Cuando el amor de Dios, no es aceptado por el alma de que se trate, su destino está en el infierno. El Señor nos dice: "Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abraham, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, mientras a vosotros os echan fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se pondrán a la mesa en el Reino de Dios. Y hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán últimos”. (Lc 13,28-30). El parágrafo 2.033 del Catecismo de la Iglesia católica nos dice que: “Este estado de autoexclusión definitivamente de la comunión con Dios y con los bienaventurados es lo que se designa con la palabra infierno.

 

El P. Mondrone, exorcista de la diócesis de Roma, por disposición de Nuestra Señora, en unas circunstancias que no vienen al caso explicar, tuvo varias conversaciones con el demonio. De este tema ya he escrito en otro par de glosas. Copio de su libro del P. Mondrone, lo siguiente: “La noche siguiente, estaba para meterme en la cama, cuando oí rumores extraños en la habitación. Eran pasos fuertes, casi sordos que hacían vibrar el pavimento. Advertida su presencia, agarré el rosario, hice la señal de la cruz, invocando mentalmente a la Virgen que estaba junto a mí, al lado de la cama, esperé y dije: "Siento que estás aquí. Bien, en nombre de Ella, que te obliga a venir y a responderme, dime: inmediatamente después de tu gran pecado, ¿te diste cuenta de todo lo que habías perdido para siempre?”

“¡Qué pregunta tan estúpida!”. "Gracias, eres muy amable; Sé muy bien que mi inteligencia no se puede comparar con la tuya. Por eso permíteme una pregunta aún más idiota: ¿Jamás te has arrepentido de aquel pecado?”. "¿Arrepentimiento?”, la respuesta surgió de inmediato, como un rugido de bestia.
"¿Pero no sabes que un acto de arrepentimiento hubiese sido un acto de amor? Y esto es totalmente inconcebible en nosotros. Nosotros fuimos inmediatamente investidos de un odio inmenso contra Él. Un odio implacable, eterno. Nos encontramos envueltos, casi petrificados, en una maldición que ha llegado a ser nuestra segunda naturaleza”.

 

El arrepentimiento es imposible ya, para un condenado al infierno. Una vez que una persona ha escogido, no aceptar el amor de Dios, este amor queda retirado y su vacío lo ocupa de inmediato el odio, que es la antítesis del amor. Es lo lógico que así sea, donde Dios no está, no hay amor, y la carencia de amor esa nada, ese vacío que se origina, lo rellena enseguida el odio. Por ello el infierno es el reino del odio y también el de las tinieblas. Porque si Dios es la Luz, donde no está Dios, se produce otro vacío que lo rellenan las tinieblas.

 

El hombre ha sido creado para el amor y la luz, él necesita vivir sumergido en el amor a su Creador, y a todo lo por Él creado, en especial al resto de las criaturas humanas. De la misma forma el hombre ama la luz, la necesita, a ella siempre la identifica con la alegría de vivir, y a falta de luz natural ha creado la luz artificial. Las sombras, la noche y las tinieblas instintivamente le repelen y le atemorizan. Y el infierno en su contenido responde a la falta de amor dentro de las tinieblas que allí reinan. Pero al hablar de tinieblas, no entendamos estas como una ausencia de luz material, de la cual también se carece, sino algo mucho peor ya que se trata de una ausencia de luz espiritual o divina, que es la Luz que emana de la gloria de Dios, y a la cual estamos todos convocados para verla en su rotro.

 

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

 

Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.

-        Libro. CONVERSACIONES CON MI ÁNGEL. Isbn. 978-84-611-7919-0. www.readontime.com/isbn=9788461179190

-        Libro. DEL MÁS ACÁ AL MÁS ALLÁ. Isbn. 978-84-611-5491-3. www.readontime.com/isbn=9788461154913

-        El tema del infierno. Glosa del 02-09-09

-        Fuego en el infierno. Glosa del 21-02-10

-        El infierno como estado del alma. Glosa del 01-03-10

-        Actuaciones demoniacas. Glosa del 20-05-09

-        Demonio y demonios. Glosa del 11-02-10

-        El mal y su instigador. Glosa del 19-02-10

-        Las armas del enemigo. Glosa del 08-10-10

-        ¿Por qué cayó luzbel? Glosa del 09-12-10

-        ¿Hasta dónde llega el poder de las tinieblas? Glosa del 12-04-11

-        Teología del demonio. Glosa del 30-05-11

-        Ángeles caídos. Glosa del 24-06-10

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