Jueves, 28 de marzo de 2024

Religión en Libertad

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22 h del 27 de octubre, en el Picadero de Paterna

por Jorge López Teulón

Beato Salvador Mollar Ventura
El 27 de marzo de 1896 nació en Manises, pueblo que dista unos 6 Km de Valencia, el cuarto de los siete hijos que tuvieron Bautista Mollar y María Ventura. Formaban un hogar de gente pobre y trabajadora, a la vez que humilde y sencilla, honrada y cristiana. Dos días después de su nacimiento, bautizaron a su hijo en la parroquia de San Juan Bautista, y le llamaron como a su padre. Dada la situación económica familiar, Bautista estudió sólo la enseñanza primaria en las escuelas nacionales del pueblo, y muy pronto tuvo que empezar a trabajar a fin de ayudar a los suyos.
Hasta su ingreso en la orden franciscana, estuvo muy vinculado a la parroquia. Organizó la Asociación del Rosario en su barrio, formó parte de la Adoración Nocturna y la Conferencia de San Vicente de Paúl. Los domingos enseñaba el catecismo a los niños y recitaba con ellos el rosario. Siendo ya mayorcito, el joven Bautista se retiraba todos los años, durante unos días, al monasterio franciscano de Santo Espíritu del Monte en Gilet (Valencia). Sin duda, aquel contacto con los religiosos fomentó en él la vocación franciscana. El 20 de enero de 1921, vistió allí mismo el hábito de San Francisco como hermano no clérigo, cambiando el nombre de pila por el de Salvador, y, terminado el noviciado, emitió su profesión religiosa el 22 de enero de 1922, a la edad de 25 años. Alguna persona recomendó a su madre que no permitiera al hijo irse de fraile por la merma que supondría en los ingresos familiares; pero la madre respondió: “Estoy contenta de que siga su vocación, pues él será como una lámpara encendida que arderá siempre ante el Sagrario”.



            Los quince años de vida religiosa de fray Salvador se desarrollaron entre los conventos de Santo Espíritu y de Benissa, y una estancia de tres años (1930-33) en San Francisco el Grande de Madrid. Siempre desempeñó el oficio de sacristán, y lo hizo con gran esmero y pulcritud, no menos que con espíritu de piedad y devoción; su tarea principal no le impedía ocuparse también de otros menesteres del convento, o de salir de limosnero por las casas y campos para sustento de los niños y jóvenes del seminario menor franciscano.

El comportamiento devoto y virtuoso que ya de seglar observaba fray Salvador se afianzó y acrecentó en el claustro. Era humilde, obediente y sacrificado. De carácter alegre, jovial y optimista.
Al estallar la guerra civil española fray Salvador buscó refugio en Manises, en casa de su hermana. Allí permaneció fray Salvador haciendo vida retirada, ayudando a sus familiares en los trabajos domésticos, sin descuidar sus prácticas piadosas y ejercicios espirituales. Según declaran los testigos, presentía su martirio, para el que se preparaba en la plena aceptación de la voluntad de Dios.
El 13 de octubre de 1936 se presentaron unos milicianos en casa de la hermana de fray Salvador con el pretexto de hacer un registro. Dña. María Auxiliadora Vilar, testigo presencial de los hechos, declara: “Los milicianos llamaron a la puerta y dijeron que querían registrar la casa y así lo hicieron. Luego le dijeron al Siervo de Dios: -Ahora usted se viene con nosotros, que le tenemos que hacer una pregunta. No permitieron que el Siervo de Dios se arreglara o vistiera mejor. Los milicianos iban armados de pistolas... Fue encerrado en el convento de las madres carmelitas de Manises, convertido en cárcel. Le encerraron en un cuartito muy pequeño que era el confesonario de las monjitas, lugar muy incómodo, donde no se podía acostar, tal vez sólo sentarse. En aquel cuarto estaba él solo. Allí estuvo hasta el día 27 de octubre de 1936. Yo, todos los días, le llevaba la comida y la cena; y lo veía cuando abrían la puerta de su celda y él marchaba a coger agua, pero no me decía nada”.
Por las averiguaciones y comprobaciones que se hicieron después de la guerra, se deduce con certeza que los presos del convento de las carmelitas de Manises fueron sometidos a duras torturas, de las que no se libraría fray Salvador.
Cuando el día 28, su sobrina María Auxiliadora fue a llevarle la comida como todos los días, le dijeron: “-El pájaro ya ha volado”, con lo que ella entendió que lo habían asesinado. Lo fusilaron la noche del 27 de octubre de 1936 en el tristemente célebre "Picadero de Paterna".

           
En 1939, terminada la guerra civil, los restos fueron trasladados a Manises, allí recibidos en el patio del monasterio de las religiosas carmelitas descalzas, donde había estado encerrado fray Salvador y de donde salió para su inmolación. Luego lo enterraron en el cementerio municipal de Valencia, en fosa común, pero en ataúd. Tenía entonces fray Salvador 40 años de edad y 15 de hábito franciscano.Fue beatificado por Juan Pablo II el marzo de 2001.

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